Sobre la indiferencia

La relaciรณn entre los estadounidenses y la democracia es una cuestiรณn de fe, que ha confundido la polรญtica con la moral interior, sostiene Mark Lilla en este ensayo publicado originalmente en Liberties, la revista de cultura y polรญtica editada por Leon Wieseltier, cuya reciente apariciรณn merece celebrarse.
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ยฟQuรฉ alarde es este de la virtud y del vicio?

El mal me impulsa y la reforma del mal me impulsa;

permanezco indiferente,

a mi paso ni censuro ni rechazo,

humedezco las raรญces de todo lo que crece.

Walt Whitman

Los dioses olรญmpicos no son nuestros amigos. Zeus nos habrรญa destruido hace mucho si Prometeo no nos hubiera traรญdo fuego y otras cosas รบtiles. Pero Prometeo no era benevolente. Estaba enfadado con Zeus porque habรญa encerrado a los titanes y luego se volviรณ contra รฉl despuรฉs de que Prometeo le hubiera ayudado a asegurar su gobierno. Los humanos somos solo peones de su juego. Los mitos nos enseรฑan que hemos venido a sufrir, y que el mejor destino es ser ignorado por esas divinidades desastrosas. De su indiferencia depende nuestra felicidad. Afortunadamente, solo tenemos deberes mรญnimos hacia ellos, asรญ que una vez que las cenizas de los sacrificios se han barrido, las libaciones se han limpiado y las guirnaldas de los festivales se han reciclado, somos libres para partir.

El Dios bรญblico requiere mรกs atenciรณn. Aunque a veces resulta petulante, su mano providencial siempre funciona para quienes eligen ser elegidos. La providencia, sin embargo, tiene un precio. Estamos obligados a temer al Seรฑor, a obedecer sus mandamientos y a interiorizar el cรณdigo moral con el que nos ha bendecido. Para los puristas, esto puede significar que prรกcticamente cada hora de cada dรญa estรก regulada. Pero no es asรญ como parecen vivir los protagonistas de la Biblia. Aman, luchan, gobiernan reinos, tocan la lira y solo cuando desean a la mujer de alguien y organizan su muerte en la batalla detiene Dios la mรบsica y les pide cuentas. Y una vez se produce el arrepentimiento, la banda empieza de nuevo. La alianza limita la libertad humana, pero tambiรฉn autolimita a Dios. Nuestra lista de tareas no es infinita. En cuanto hemos cumplido nuestros deberes, podemos explorar el mundo. ยฟHemos terminado? Sรญ, hemos terminado.

ยกVaya, vaya, niรฑa! Todo tiene una moraleja, solo hay que encontrarla.

Reina de corazones, Alicia en el paรญs de las maravillas

Pero como cristiano mi trabajo nunca estรก terminado. Debo tener el vago ideal de la imitatio Christi ante los ojos todo el tiempo y debo intentar resolver el enigma โ€“ยฟquรฉ harรญa Jesรบs?โ€“ en cada situaciรณn, y arrastrar la culpa de equivocarme en la respuesta. Kierkegaard no exageraba cuando decรญa que la tarea de convertirse en cristiano es infinita. Puede ser tambiรฉn brutal. Jesucristo les dijo a sus discรญpulos que debรญan estar listos en todo momento para dejarlo todo si llegaba la llamada, y aรฑadiรณ: Si alguno viene donde mรญ y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discรญpulo mรญo.

El Dios de san Pablo tiene problemas con los lรญmites. Mรกs entrometido que el flautista de Hamelรญn, siempre estรก mirando en nuestro corazรณn, analizando nuestras intenciones y exigiendo que lo amemos mรกs de lo que nos amamos a nosotros mismos. El maestro de las metรกforas san Agustรญn encontrรณ una poderosa imagen para describir el nuevo rรฉgimen: Dos ciudades han sido formadas por dos amores: la ciudad terrenal fue creada por el amor a uno mismo hasta llegar al desprecio de Dios, y la Ciudad Celestial por el amor de Dios hasta el punto de despreciar a uno mismo. Se apresurรณ a aรฑadir que la ciudad terrenal desempeรฑa un papel necesario en la vida mortal, porque ofrece paz y comodidad en el mejor de los tiempos. Pero a lo largo de siglos โ€“ese es el poder de la metรกfora sobre la razรณnโ€“ los fanรกticos que cubren sus apuestas han concluido que si vamos a errar, es mejor caer en el autoodio que descubrir cualquier rastro de orgullo interior. Un examen moral siempre muestra algo. Y asรญ se encierran en panรณpticos donde actรบan como sus propios guardianes y donde nada es materia de indiferencia espiritual.

Teรณlogos cristianos posteriores presentaron dudas sobre esta imagen rigorista de la vida moral cristiana. En la Edad Media debatรญan sobre si podรญa existir algo como los โ€œactos indiferentesโ€, es decir, actos que no tienen significado moral o espiritual. Rascarse la barba era un ejemplo habitual de los partidarios de la laxitud. Tomรกs de Aquino se mostraba de acuerdo en cuanto a la barba, pero por lo demรกs declaraba que si una acciรณn implica en algรบn sentido una deliberaciรณn racional no puede ser indiferente, puesto que la razรณn siempre se dirige hacia unos fines, que pueden ser buenos o malos. q.e.d. Asรญ que la clase de actos genuinamente indiferentes resultรณ bastante pequeรฑa en la enseรฑanza catรณlica oficial. Eso era perfecto para una รฉlite monรกstica y conventual que dedicaba su vida a abnegados ejercicios espirituales, acompaรฑados de angustiosas dudas sobre si esos ejercicios eran una muestra de soberbia. Pero eran una clase aparte. Los funcionarios clericales normales llevaban vidas mรกs permisivas, y asรญ tuvimos cardenales con concubinas y con retratos de Tiziano colgados sobre la chimenea. La vigilancia no era su vocaciรณn.

En la visiรณn protestante, ese era precisamente el problema. El protestantismo, y en particular el calvinismo, devolviรณ el rigorismo moral y despuรฉs lo democratizรณ. Ahora todos los vecinos debรญan registrarse a sรญ mismos mientras meditaban sobre el aterrador misterio de la predestinaciรณn. La ansiedad no hacรญa mรกs que crecer cuando los protestantes afrontaban una elecciรณn entre denominaciones diferentes y hostiles. ยฟSolo habรญa una iglesia verdadera? ยฟO algunas disputas dogmรกticas entre denominaciones entre iglesias eran indiferentes para Dios? Los combatientes de las guerras de religiรณn decรญan que no: los verdaderos cristianos no solo deben andar por el buen camino, deben pronunciar las palabras adecuadas. Pero, con el tiempo, a medida que las denominaciones proliferaban como renacuajos en una charca, y las diferencias doctrinales entre ellas se volvรญan mรกs abstrusas, la lรญnea rigorista resultรณ mรกs difรญcil de mantener. Quizรก la casa del Seรฑor tenรญa mรบltiples moradas despuรฉs de todo.

Esa idea es exactamente lo que preocupaba a los crรญticos catรณlicos de la Reforma. Si concedemos que hay muchos caminos cristianos hacia la salvaciรณn, la gente se preguntarรก si no hay tambiรฉn caminos religiosos no cristianos, y despuรฉs se preguntarรก si hay caminos no religiosos decentes y admirables para la perfecciรณn moral. Y si concedemos que los hay โ€“este es el salto crucialโ€“ se sentirรกn tentados de preguntar si tambiรฉn puede haber formas de vida decentes y admirables que no giren en torno a la perfecciรณn moral. El peligro no serรก que la gente abandone la moralidad por completo: ningรบn antimoralista autodefinido, ni siquiera Nietzsche, ha renunciado nunca a las palabras debe y deberรญa. El peligro serรญa que empezaran a pensar que la moralidad es una dimensiรณn de la vida entre otras igualmente dignas de consideraciรณn. Eso significarรญa el fin de la pretensiรณn de la moralidad de ser el รกrbitro final de lo que constituye una vida bien vivida.

El gradiente en esta pendiente de cuestionamiento es pronunciado. Montaigne se deslizรณ al fondo durante las guerras de religiรณn y ha arrastrado a lectores incautos consigo desde entonces. No presentรณ abiertamente el caso contra el imperialismo de la conciencia; era un bon vivant y no tenรญa prisa por ser un bon mourant. En vez de eso, escribiรณ ensayos aparentemente ligeros llenos de anรฉcdotas que mostraban con sutileza el aspecto ridรญculo o repugnante de la vida rigorista e implicaban que debe haber una mejor forma de vida, sin especificar exactamente cuรกl podrรญa ser. Solo se seรฑalรณ a sรญ mismo como un cordial, e irresistible, ejemplo de satisfacciรณn tolerante y sofisticada.

Pascal, el mejor lector de Montaigne, distinguiรณ de inmediato la amenaza que los Ensayos suponรญan para el edificio moral cristiano: Montaigne inspira la indiferencia con respecto a la salvaciรณn, sin temor y sin arrepentimiento. El debate escolรกstico sobre los actos indiferentes habรญa presumido un deseo de poner en orden nuestras casas morales. Los debates de la Reforma y la Contrarreforma sobre la justificaciรณn presumรญan un deseo de poner en orden nuestras casas teolรณgicas. El indiferentismo de Montaigne, como se le acabรณ llamando, hacรญa que todas las casas bien ordenadas parecieran amenazadoras o levemente ridรญculas. Por eso en 1864 el papa Pรญo IX condenรณ en su Syllabus errorum el indiferentismo, junto al liberalismo, como โ€œplagasโ€ modernas. Entendiรณ que no hay nada mรกs devastador para el dogma que un encogimiento de hombros.

Pensar que los muchos pueden equivocarse es una idea absurda y anticuada. Lo que los muchos pueden hacer es la voluntad de Dios. Ante esta visiรณn todo el mundo se ha inclinado hasta hoy: reyes, emperadores y excelencias. Hasta ahora todo nuestro ganado ha recibido รกnimos por este conocimiento. Asรญ que Dios tendrรก que aprender a inclinarse tambiรฉn.

Sรธren Kierkegaard

La relaciรณn de los estadounidenses con la democracia nunca ha sido de indiferencia, ni tampoco razonada. Para nosotros es una cuestiรณn de fe dogmรกtica, y por tanto una cuestiรณn de pasiones. Consideramos que estas verdades son evidentes: ยฟse ha hecho una afirmaciรณn mรกs debatible y decisiva desde el Sermรณn de la Montaรฑa? Pero para los estadounidenses no es una tesis que se podrรญa someter a examen y enmienda: incluso los ateos estadounidenses se saltan la parte de otorgados por su Creador en reverencial silencio. Somos cautivos de un mito fundacional tan sรณlido e imponente como un templo antiguo, que nos turnamos para purificar como si fuรฉramos vestales. Debatimos libremente cรณmo debe interpretarse el mysterium tremendum y quรฉ rituales impone sobre nosotros. Pero el orรกculo ha hablado y no acepta nuevas preguntas.

Lo que es en general algo bueno. Hace no mucho tiempo se hablaba despreocupadamente de una transiciรณn histรณrico-mundial a la democracia, como si fuera lo mรกs fรกcil y natural del mundo conseguirlo. Establece un pays lรฉgal democrรกtico, se pensaba, y un pays rรฉel democrรกtico brotarรก espontรกneamente dentro de sus lรญmites. Hoy, cuando en todo el globo se construyen templos a crueles deidades locales, nos recuerdan lo rara que es una sociedad democrรกtica. Asรญ que apreciemos el vรญnculo no razonado y dogmรกtico de los estadounidenses con la suya. No todo lo no razonado carece de sabidurรญa.

Pero tampoco son todas las cosas buenas completamente buenas. Eso es lo que le cuesta entender a la mente dogmรกtica. Si algรบn fin โ€“el gobierno de los santos, digamos, o la dictadura del proletariadoโ€“ se considera digno de ser perseguido, el dogmรกtico necesita creer que es el bien รบnico y perfecto, exento de desventajas inherentes. Las imperfecciones deben ignorarse para no distraer al equipo. Pero cuando resulta imposible ignorar los problemas, como ocurre de manera inevitable, deben explicarse. Y asรญ se atribuirรกn a fuerzas ajenas y retrรณgradas que han infiltrado el paraรญso, o al insuficiente celo de los creyentes cuando persiguen el bien. A la mente dogmรกtica la atormentan dos espectros: los diferentes y los indiferentes.

El dogmatismo de los estadounidenses sobre la democracia refuerza su vรญnculo con ella, pero debilita su comprensiรณn. Para nosotros lo mรกs difรญcil es establecer suficiente distancia intelectual desde la democracia moderna como para verla en perspectiva histรณrica. (Mientras virtualmente cada universidad estadounidense tiene cursos sobre โ€œvalores democrรกticosโ€, no conozco ninguna que ofrezca uno de โ€œvalores antidemocrรกticosโ€, pese al hecho de que desde el principio de los tiempos la mayorรญa de las sociedades han estado gobernadas por ellos.) Los Padres Fundadores tenรญan experiencia con la monarquรญa y habรญan estudiado las repรบblicas fallidas del pasado europeo. Miraban la democracia como una forma polรญtica entre otras, con fortalezas y debilidades como cualquier otra disposiciรณn polรญtica. Pero una vez que los estadounidenses de generaciones posteriores llegaron a ignorar todo lo que no fuera la vida democrรกtica, la democracia se convirtiรณ en el fin mismo, el summum bonum del que deben fluir todas las discusiones y debates. Cuando los estadounidenses preguntan ยฟcรณmo podemos mejorar nuestra democracia? lo que realmente preguntan es ยฟcรณmo podemos hacer nuestra democracia mรกs democrรกtica?: una diferencia sutil pero profunda.

Nuestro dogmatismo se muestra tambiรฉn de otras maneras. Si pasas un tiempo en el extranjero empiezas a ver que los estadounidenses pocas veces expresan sentimientos contradictorios con respecto a su paรญs como hacen otros con respecto al suyo. Oscilamos sin humor entre la promociรณn defensiva y la autoflagelaciรณn, especialmente la รบltima durante el รบltimo medio siglo. En la actualidad no hay nada mรกs estadounidense que condenar la democracia estadounidense o declarar que nos sentimos alienados en ella. Pero la รบnica acusaciรณn que podemos presentar contra ella es que no es lo bastante democrรกtica. Nadie aprecia la paradoja salvo el atento observador extranjero con sentido del humor, como la divina seรฑora Trollope. El sentimiento estadounidense extranjero siempre es, en algรบn nivel, antidemocrรกtico, y por eso podemos hacer que resulte iluminador y รบtil para nosotros. El sentimiento antiestadounidense de los estadounidenses es hiperestadounidense y serio como el polvo. Nos parece prรกcticamente imposible salir de nosotros mismos. No producimos Tocquevilles, necesitamos importarlos.

Otros paรญses afirman reverenciar la democracia, y muchos lo hacen. Pero pocos piensan en la democracia como un proyecto moral interminable, una รฉpoca de escala histรณrica mundial. Y ninguno ha considerado que su deber divino sea llevar la democracia a los no bautizados. El sello protestante de la mente estadounidense es tan profundo que colectivamente tomamos la divisa de la Iglesia Peregrina en marcha hacia una redenciรณn donde todas las cosas serรกn creadas de nuevo. Durante gran parte de nuestra historia la tarea sagrada e individual de convertirse en un cristiano mรกs cristiano circulรณ en paralelo con la tarea colectiva de convertirse en una democracia mรกs democrรกtica. Observa que no digo democracia liberal. Porque no hay nada liberal en los estadounidenses cuando se ponen en marcha. Por eso cuando empieza el reclutamiento forzoso, los indiferentes, que por alguna razรณn no tienen ganas de desfilar ahora o tienen otros destinos en mente, se retiran. Algunos han buscado refugio en la soledad rural, otros en la metrรณpolis estadounidense, otros en las capitales extranjeras. En cualquier sitio donde pudieran ser libres del imperativo incesante de convertirse en una mejor persona o un mejor estadounidense. En cualquier sitio donde pudieran convertirse sencillamente en ellos mismos.

La tesis de que grandes cantidades de jabรณn son un testimonio de nuestra mayor pulcritud no se aplica a la vida moral, donde el principio mรกs reciente parece mรกs preciso: una fuerte compulsiรณn de lavarse sugiere un estado dudoso de higiene moral.

Robert Musil

Se levanta una mano entre el pรบblico: ยกPero ya no somos un paรญs protestante! Somos un paรญs laico que ha superado el conformismo religioso. ยฟDe quรฉ demonios hablas?

Le agradezco que me haga esa pregunta. En un aspecto decisivo hemos avanzado con respecto al protestantismo: ya no creemos que seamos criaturas caรญdas y pecadoras. La teologรญa protestante era severa con su rebaรฑo y a veces con su paรญs, pero tambiรฉn era severa consigo misma. Era una entrometida porque su Dios era un entrometido que ponรญa a todo el mundo, incluyendo a la clerecรญa, bajo escrutinio divino. Ninguno es justo, ninguno, dice san Pablo. Quรฉ terrible manera de empezar el dรญa.

Pero en otros aspectos hemos retenido vestigios de nuestro legado protestante e incluso lo hemos exagerado. Hegel lo anticipรณ. Al considerar la psicodinรกmica moral y religiosa de su รฉpoca, observรณ que la Dialรฉctica tiene sentido del humor: tira a Calvino por la puerta delantera y Kant se cuela por la puerta de atrรกs. El empirismo y el escepticismo de la Ilustraciรณn acababan de desencantar la naturaleza y de vaciarla de su propรณsito moral cuando el idealismo alemรกn restableciรณ subrepticiamente los principios de la moralidad cristiana a partir de motivos filosรณficos abstractos. Y Kant apenas habรญa contribuido a ese renacimiento cuando el impulso moral flotรณ libre de sus estructuras universalistas y se hizo mรกs subjetivo, menos sutil, mรกs excitable, menos basado en la existencia ordinaria. En una palabra, se hizo romรกntico. Los santos han muerto; larga vida a las โ€œalmas bellasโ€.

ยฟQuรฉ es un alma bella? Para Schiller, que acuรฑรณ el tรฉrmino, era una persona en quien la vieja tensiรณn entre ley moral e instinto humano se habรญa superado. En un alma bella, escribiรณ, las hazaรฑas individuales no son lo que es moral. Mรกs bien, todo el carรกcter lo es […] el alma bella no tiene otro mรฉrito que existir. Schiller imaginรณ a individuos que encarnan de manera tan plena la ley moral que no tienen necesidad de razonamiento moral y que no sufren ninguna lucha para dominar las pasiones. Esta alma bella no quiere actuar moralmente, solo se comporta de forma instintiva y ese comportamiento es bueno. (ยฟTe suena? Vio Dios cuanto habรญa hecho y todo estaba bien.) Discรญpulo de Kant, Schiller consideraba que la ley moral era universal por definiciรณn. Lo que no habรญa previsto era que la nociรณn de alma bella podรญa inspirar una insolencia radical en cualquier convencido de su belleza interior. ยฟQuiรฉn no querrรญa ser coronado como Roi Soleil moral, absuelto de antemano de la culpa, la duda, el arrepentimiento y las expresiones de humildad? ยฟQuiรฉn no querrรญa aprender que la definiciรณn de rectitud es la superioridad moral?

Asรญ, para responder a la pregunta: sรญ, en cierto sentido Estados Unidos es una naciรณn posprotestante. La rรญgida farfolla que aporreaba la Biblia ha sido expulsada de la plaza pรบblica, pero solo para hacer sitio a redes de almas bellas cargadas de superioridad moral que sientan cรกtedra desde sus Vaticanos interiores. Lo que nadie parece reconocer es que son un atavismo, un estallido del pasado, no una brisa que llega desde un futuro de progreso. Como sus antepasados, son propensos a los cismas y entran en guerras civiles con la ligereza de los caballeros templarios que atacaban Palestina. Pero los une la vieja e inquebrantable creencia de que cuando se trata de hacer del mundo un lugar mejor no hay actos ni palabras ni pensamientos indiferentes, y no hay descanso para los virtuosos. Nuestras almas bellas son cristianos conversos, tan radicales como san Pablo. Solo que no lo saben. Sรญ, la Dialรฉctica tiene sentido del humor.

โ€œAhโ€, suspirรณ la seรฑorita Gostrey, โ€œยกel nombre del buen estadounidense se da con la misma facilidad con que se quita! ยฟQuรฉ significa, para empezar, serlo? ยฟY por quรฉ esa prisa extraordinaria?โ€

Henry James

Estados Unidos opera sobre sรญ mismo. Casi siempre estรก actuando sobre sรญ mismo porque los estadounidenses creen que la vida es un proyecto, para individuos y naciones. Ningรบn otro pueblo cree que esto sea asรญ del mismo modo. No hay un proyecto belga, ni keniano, ni ecuatoriano, ni filipino o canadiense. Pero hay un proyecto estadounidense, o mรกs bien una caja negra para proyectos que cambian con el tiempo. Siempre estamos derribando los muros de nuestra casa colectiva, haciendo ampliaciones, construyendo plataformas, aplicando un martillo neumรกtico sobre el camino de entrada y aรฑadiendo nuevo asfalto. Pocas veces estamos quietos y nunca tranquilos. Y cuando nos ponemos a trabajar esperamos que todo el mundo participe. Y eso significa tรบ.

Eso te puede poner en una posiciรณn incรณmoda. Digamos que no te gusta el proyecto de nuestro momento. O que lo apruebas pero crees que se deberรญa manejar de otro modo. O que aprecias la forma en que se estรก manejando pero no te sientes particularmente inclinado a participar en รฉl ahora. O incluso que quieres participar pero no te gusta que te arrastren a hacerlo o enterarte de que se castiga a otros porque no quieren unirse. O digamos que simplemente quieres que te dejen en paz. En cualquier otro paรญs se considerarรญan posturas totalmente razonables. Pero no en Estados Unidos cuando opera sobre sรญ mismo.

Los proyectos de nuestra รฉpoca pueden parecer radicales pero solo son extensiones de los viejos principios de libertad, igualdad y justicia. Eso sin duda habla en su favor. Lo que es nuevo, gracias a nuestras almas bellas, es que la tarea de hacer de esto unos Estados Unidos mejores se ha mezclado con la tarea de hacer de ti una mejor persona. En la era protestante, la promociรณn de la virtud cristiana circulaba en paralelo con la promociรณn de la democracia, pero normalmente se podรญa distinguir. Aceptar a Jesรบs como tu salvador personal no tenรญa necesariamente nada que ver con que aceptaras a William Howard Taft como tu salvador nacional. Lo primero afectaba a tu persona, lo segundo a tu paรญs.

En la era del alma bella nuestras pasiones evangรฉlicas han sobrevivido y han sido transferidas al proyecto nacional, personalizรกndolo. Las almas bellas creen que las ideas polรญticas que tiene una persona emanan de un estado moral interior, no de un proceso de razonamiento y diรกlogo con otros. A partir de esa asunciรณn, concluyen razonablemente que establecer una mejor polรญtica requiere producir una transformaciรณn interna en los demรกs o condenarlos al ostracismo. Y gracias a las maravillas de la tecnologรญa, examinar las almas de los demรกs resulta mรกs fรกcil que nunca.

Esas maravillas tambiรฉn nos han transportado a un panรณptico virtual y global. No tiene presencia fรญsica, solo existe en nuestras cabezas. Pero eso es suficiente para mantener una presiรณn sutil y demostrar que todos estamos plenamente comprometidos con los mรกs modernos proyectos estadounidenses. En periodos de entusiasmo cristiano en el pasado, las รฉlites hacรญan gestos ostentosos de fe para evitar el escrutinio. Financiaban una cruzada, encargaban un retablo, hacรญan una peregrinaciรณn, se unรญan a una cofradรญa o daban dinero para una obra de apologรญa teolรณgica. La exhibiciรณn de la virtud es una vieja prรกctica humana. Los gestos que se requieren hoy son de naturaleza mรกs polรญtica que espiritual. Todos, individuos e instituciones, hemos aprendido cรณmo hacerlos adaptando nuestra forma de hablar, de escribir, de presentarnos ante el mundo y โ€“de manera mรกs insidiosaโ€“ de presentar el mundo ante nosotros. Ahora apenas nos damos cuenta de que estamos haciendo esos gestos. Pero sin duda nos damos cuenta de cuando se violan los cรณdigos, aunque sea sin querer: la reacciรณn es rรกpida e inmisericorde. Esa falta de propรณsito, aunque se deba al temperamento o la sensibilidad, se lee como indiferencia ante la idea de construir un Estados Unidos mรกs democrรกtico, y eso estรก muy arriba en el nuevo Syllabus.

Es de vital importancia para el arte que aquellos que se han convertido en sus mensajeros no solo mantengan su mensaje incorrupto sino que se presenten ante los demรกs hombres con el atuendo mรกs incuestionable.

The Crayon (1855)

Las aristocracias son altivas y serenas. La democracia estadounidense estรก llena de demandas y ansiedades. Quiere ser amada. Es como un cachorro que nunca tiene suficientes caricias y caprichos. ยฟQuiรฉn es un chico bueno? ยฟQuiรฉn es un chico muy bueno? Y si lo repites con suficiente frecuencia, al final el perro te lame la cara, como si quisiera decir: ยกy tรบ tambiรฉn eres un buen chico! Las recompensas por satisfacer esta necesidad, y los castigos por no lograr satisfacerla, son poderosos incentivos a la conformidad en prรกcticamente todas las esferas de la vida estadounidense, y no tiene allรญ mรกs consecuencia que en asuntos intelectuales y artรญsticos. Cada sociedad, cada religiรณn, cada forma de gobierno ofrecen esos incentivos. Desde los tiempos antiguos los intelectuales y artistas mundanos han entendido que nunca son totalmente libres de la obligaciรณn de arrodillarse de vez en cuando, y los inteligentes aprenden a guiรฑar el ojo sutilmente ante su pรบblico para que sepa quรฉ es exactamente lo que hacen. El arte bien vale una misa. El Romanticismo del siglo XIX fue el primer movimiento que alimentรณ la fantasรญa de la completa autonomรญa del artista con respecto a la sociedad, solo para convertirse en un dogma que se esperaba que profesaran todos los pensadores y artistas.

Una cosa, sin embargo, es arrodillarse conscientemente cuando es necesario y luego, de la misma manera consciente, ponerse en pie cuando la misa termina y vuelves al trabajo. Es distinto convencerte de que estar de rodillas es estar de pie. O de que tambiรฉn debes convertir tu lugar de trabajo en una capilla. Lo que Tocqueville querรญa decir con โ€œtiranรญa de la mayorรญaโ€ era exactamente esta infiltraciรณn del juicio pรบblico en nuestra conciencia individual, cambiando nuestras percepciones y asunciones sobre el mundo. No es en realidad la โ€œfalsa concienciaโ€, que consiste en albergar falsas creencias y aumentar el poder de aquellos que dominan a los demรกs. Mรกs bien es una especie de conciencia de grupo que cambia y vuelve a cambiar arbitrariamente como los cรบmulos: la falsa conciencia oscurece precisos intereses de clase. La tiranรญa de la mayorรญa oscurece los intereses, sentimientos, pensamientos e imaginaciones del yo.

Lo que resulta tan llamativo del actual momento cultural es cuรกntos estadounidenses que se ocupan de ideas y de la imaginaciรณn โ€“escritores, editores, estudiosos, periodistas, cineastas, artistas, comisarios de exposicionesโ€“ parecen sufrir sรญndrome de Estocolmo. Apartados de sus destinos personales hacia unos Estados Unidos mรกs democrรกticos y morales, estรกn perdiendo el instinto de decidir su propio rumbo. No cabe duda de que creen en lo que hacen; la cuestiรณn es si estรกn lo bastante en contacto consigo mismos como para sentir cualquier tensiรณn saludable entre sus supuestas obligaciones polรญticas y cualquier otro impulso o inclinaciรณn que puedan tener.

Habla con jรณvenes creativos y prepรกrate para las arengas que celebran el nuevo viaje colectivo, que unen sin problemas a sus viajes personales, por cortos que sean. La retรณrica de la identidad es muy รบtil aquรญ porque deben tener un significado individual y psicolรณgico y otro polรญtico, borrando la distinciรณn entre la autoexpresiรณn y el progreso moral colectivo. Por eso la jerga de la identidad se ha convertido en la lingua franca de todos los organismos que dan becas y entregan premios en Estados Unidos. Los comitรฉs se sienten mucho mรกs cรณmodos ejerciendo juicios a partir de las caracterรญsticas fรญsicas y la historia personal de alguien que ejerciendo juicios estรฉticos e intelectuales a partir de la obra. Los jรณvenes bienintencionados atraรญdos por este juego no sospechan que no avanzan hacia un siglo XXI mรกs progresista. Simplemente han vuelto al siglo XIX, donde ahora deben satisfacer a una clase mรกs nueva y a la moda de Babbitts.

((โ€œBabbittโ€, a partir de la novela del mismo tรญtulo que Sinclair Lewis publicรณ en 1922, alude a una persona, especialmente en el mundo laboral y de los negocios, que se acomoda de manera acrรญtica a los valores dominantes de la clase media.
))

 O, peor aรบn, convertirse en sus propios Babbitts, convenciรฉndose de que sus viajes creativos son y deberรญan ser parte de un viaje moral colectivo.

Eso no significa que el arte no tenga nada que ver con la moralidad. La moralidad en su sentido mรกs amplio, el destino de tener que elegir entre fines en conflicto y medios cuestionables, es uno de los grandes temas del arte, y en particular de las artes literarias. Pero el arte del novelista no es plantear juicios morales categรณricos sobre la acciรณn humana: ese es el trabajo del profeta. Es proyectar sombras sobre ella para explorar todos los trucos del razonamiento moral. La literatura y el arte no son sustento para la marcha hacia la redenciรณn nacional. No tienen nada que ver con โ€œdar vozโ€ o โ€œcontar nuestras historiasโ€ o โ€œcelebrarโ€ a nadie o ningรบn grupo de nadie. Eso es confundir el arte con la escritura publicitaria. La contribuciรณn de la literatura y el arte a la moralidad es indirecta. Tienen el poder de recordarnos la verdad de que somos misterios para nosotros mismos, como dijo san Agustรญn. La literatura no es para mentecatos. Billy Budd no se escribiรณ para Billy Budds. Se escribiรณ para adultos, o para aquellos que se harรญan adultos. Por eso el estatus de la literatura y las otras artes nunca ha sido muy seguro en la tierra del puer aeternus.

En el terreno americano dominan lo gregario, la sospecha de la intimidad, un rechazo terapรฉutico a la distancia personal y el autoexilio. En el nuevo Edรฉn, las criaturas de Dios se mueven en rebaรฑos.

George Steiner

Para algunos, el arte y la reflexiรณn siempre han servido como refugio del mundo. En Estados Unidos, el mundo sirve a menudo como refugio del arte y la reflexiรณn. Estamos encantados cuando la conversaciรณn se aparta de esos asuntos hacia otros que pueden ser mรกs prรกcticos, pedagรณgicos, รฉticamente alentadores o mรกs terapรฉuticos. La historia del antiintelectualismo en Estados Unidos es menos la historia de los esfuerzos por extinguir la vida de la mente que de apartarla hacia fines superfluos. (Ver On the usefulness of the humanities for electrical engineering [Sobre la utilidad de las humanidades para la ingenierรญa elรฉctrica], 3 vols.) Esos esfuerzos reflejan una perversa sublimaciรณn del eros tras toda actividad creativa, redirigiรฉndola desde la vida interior de la persona creativa hacia alguna actividad que puedan juzgar en pรบblico comitรฉs. El resultado, en tรฉrminos intelectuales y artรญsticos, es o propaganda o kitsch. Y nos estamos ahogando en los dos.

La censura en Estados Unidos viene y va. La autocensura tambiรฉn, segรบn el estado de รกnimo pรบblico en cualquier momento particular. La amenaza mรกs persistente a las artes y las letras en Estados Unidos es la amnesia, el olvido de justo lo que es cultivar una visiรณn o punto de vista individual en un lugar donde el pensamiento, la escritura y la creaciรณn se juzgan necesariamente dirigidos hacia un fin externo. Nunca se deben infravalorar las barreras para convertirse en un individuo en los individualistas Estados Unidos. La observaciรณn mรกs profunda de Tocqueville afectaba a las ansiedades de la vida democrรกtica que producรญan la promesa y la realidad de la autonomรญa. La libertad es un abismo; el impulso de apartarse de ella es fuerte. La tiranรญa de la mayorรญa es menos una imposiciรณn violenta que la forma psicolรณgicamente comprensible de servidumbre voluntaria.

En ese ambiente, mantener un estado de indiferencia interior es un logro. La indiferencia no es apatรญa. En absoluto. Es el fruto de un instinto de humedecer las raรญces de todo lo que ha crecido, como escribiรณ Whitman, y experimentar el propio ser y el mundo intensamente sin filtros, sin tener que considerar quรฉ fines se buscan mรกs allรก de esa experiencia. Es un instinto de pulsar el botรณn de silenciar, para bloquear cualquier afirmaciรณn que se haga sobre la atenciรณn y preocupaciones que tengas, con la confianza de que el cielo puede esperar.

El liberalismo, escribiรณ Judith Shklar, estรก monรณgama, fiel y permanentemente casado con la democracia, pero es un matrimonio de conveniencia. Eso es exacto. La indiferencia liberal de Montaigne era una declaraciรณn de independencia frente a los fanรกticos religiosos de su รฉpoca. Pero el fanatismo es el fanatismo, y la democracia tiene sus propios fanรกticos. Podemos mirar con mรกs amabilidad sus fines, pero no suponen una amenaza menor a las libertades internas que nuestros mesรญas domรฉsticos. Los indiferentes aprecian la democracia en la medida en que garantiza esa libertad; desconfรญan y la resisten cuando se les invita al panรณptico para charlar. No son antidemรณcratas, contrarios a la justicia o reaccionarios. Entienden que a veces una democracia liberal requiere solidaridad y sacrificio, y reformas, a veces radicales. Desean ser buenos ciudadanos pero no sienten obligaciรณn de echar las redes y unirse a la respectiva peregrinaciรณn. Su reino no es de este continente.

Es una paradoja de nuestro tiempo que cuanto mรกs aprenden a tolerar la diferencia los estadounidenses, menos capaces son de tolerar la indiferencia. Pero es precisamente el derecho a la indiferencia lo que debemos afirmar ahora. El derecho de cada uno a escoger sus propias batallas, a encontrar el equilibrio entre lo Verdadero, lo Bueno y lo Hermoso. El derecho a resistir ante cualquier reptante Gleichschaltung que llevarรญa las ideas de un pensador, las palabras de un escritor o la obra de un artista o cineasta a un alineamiento con un catecismo. Maldito doctor Bowdler.

Estados Unidos trabaja sobre sรญ mismo. Que lo haga, y quizรก salga algรบn bien de ello. Pero los indiferentes declinarรกn educadamente la invitaciรณn a sacudir los pompones en los laterales o unirse a una batalla por El Alma Estadounidense justo ahora. ยฟPor quรฉ ahora? Porque las pasiones iliberales del momento amenazan su autonomรญa y su autocultivo, y han formado a una generaciรณn que no ve el valor de esas posesiones. Esa es la parte mรกs triste. Quizรก otra posterior encuentre de nuevo inspirador descubrir lo que creรญan los tempranos escritores y artistas modernistas que huyeron del paรญs: que la reclamaciรณn de Estados Unidos sobre nosotros nunca es mรกs grande que la que tenemos sobre nosotros mismos. Que la democracia no lo es todo. Que la moralidad no lo es todo. Que nada lo es todo. ~

Traducciรณn del inglรฉs de Daniel Gascรณn.

Publicado originalmente en Liberties.

 

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(Detroit, 1956), renombrado ensayista, historiador de las ideas y profesor de la Universidad de Columbia, es colaborador frecuente de The New York Review of Books y The New York Times. Su libro mรกs reciente es El regreso liberal. Mรกs allรก de la polรญtica de la identidad (Debate, 2018).


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