Sergio del Molino
La piel
Madrid, Alfaguara, 2020, 240 pp.
Un escritor pertenece a su tiempo no porque lo reproduzca al dedillo, sino porque es capaz de interpretarlo, incluso hasta convertir sus textos en premonitorios. Ese es un rasgo de Sergio del Molino (Madrid, 1979), que ha conseguido extraer la esencia de cuanto lo rodea en cada uno de sus libros. Lo hizo en La hora violeta (2013), obra escrita desde el dolor y la belleza; tambiรฉn en su ensayo La Espaรฑa vacรญa (2016), que adelantรณ el debate sobre la despoblaciรณn y el abandono de los pueblos, y ahora en La piel, cuyas pรกginas se distinguen por su elegancia, honestidad y contundencia.
Sabemos de Sergio del Molino lo que รฉl nos ha contado: que la peor orfandad es aquella que sufren los padres y que la memoria de las familias se vacรญa, de la misma forma en que los pueblos pierden habitantes. En su libro mรกs reciente propone la enfermedad como forma de identidad. Cuando escribe, Del Molino testimonia ciertas demoliciones; propias o ajenas. Su obra no se atiene a un solo gรฉnero. Es el resultado de la mezcla de varios: ensayo, diario, novela, relato… Un hรญbrido que el editor Claudio Lรณpez Lamadrid supo entender a la perfecciรณn cuando comenzรณ a publicarlo hace ya casi una dรฉcada.
La piel confirma que la de Del Molino es una de las voces mรกs interesantes de la literatura espaรฑola contemporรกnea. Su libro aborda nuestra estropeada relaciรณn con el cuerpo, el signo de una sociedad obsesionada en domeรฑarlo, asfixiarlo o podarlo y que descubriรณ que, a pesar del empeรฑo por la salud y el buen aspecto, una pandemia podรญa llevรกrselo todo por delante. El narrador que ha diseรฑado Del Molino lo proyecta mรกs allรก de su biografรญa. Alguien que nos habla de una enfermedad de la piel, la psoriasis, y a partir de ahรญ levanta un mapa de la epidermis como territorio de la memoria.
Obra brillante y ejecutada sin concesiones, La piel tiene una elegancia inusual, una contenciรณn y al mismo tiempo una ternura que elude el sentimentalismo y consigue la emociรณn. Ya desde las primeras pรกginas, el narrador se dirige a su hijo: quiere explicarle su dolor y su angustia, la afecciรณn que desmejora su salud hasta cambiar su aspecto fรญsico o incluso desdibujarlo. Un ser desguarecido que habla a aquel que debe proteger. Al tiempo que escribe, Del Molino elabora un relato de la enfermedad y el lento enloquecimiento que supone sobrellevarla. Todo comienza en la piel, pero la sensaciรณn taladra hasta llegar a los huesos. Este es un libro de su tiempo: olisquea la afecciรณn, la interpreta y la cartografรญa.
Un Stalin que firma sentencias de muerte en un balneario, un Updike hipnotizado por la piel oscura y tersa de una joven bibliotecaria o el Nabokov desquiciado por la sangre que tiรฑe su ropa blanca sirven a Del Molino para construir el andamio sobre el que se trepa para hablar de la condiciรณn de monstruo, ya sea desde el pellejo del que padece un sufrimiento o del que lo inflige. Cada personaje que escoge cambia el punto de vista y amplifica la resonancia polรญtica, vital y estรฉtica de la enfermedad como una forma bastarda de identidad. โEn el mundo de los sanos las cosas estรกn muy claras y es fรกcil encontrar disfraces y papeles para interpretar la funciรณn. Se puede vivir como padre, como enamorado, como profesional, como guapo o como aficionado al Real Betis Balompiรฉ. Como enfermo, en cambio, nadie sabe vivir y, sin embargo, la diabetes es una seรฑa de identidad mรกs profunda que cualquier otra marca de clase o de naciรณnโ, plantea.
Un individuo tan poderoso como Stalin era capaz de cambiar el mundo, pero no podรญa dejar de rascarse. Aquejado por la psoriasis, pasaba los veranos en un pueblo en la frontera con Georgia, cerca del mar Negro, cuyas aguas apaciguaban las placas de su epidermis. A pesar de que la afecciรณn cutรกnea lo hacรญa parcialmente humano, no por eso se reblandecรญa su capacidad de hacer sufrir a otros: โAntes de cenar, con la brisa del mar Negro que no le rozaba la piel, pues en su silla de mimbre seguรญa vistiendo camisa y pantalรณn largos, daba el visto bueno a las ejecuciones del dรญa siguiente. Su hija Svetlana se acercaba a darle las buenas noches y รฉl le hacรญa cosquillas o le gastaba una broma con palabras georgianas, y Svetlana se iba a dormir mientras รฉl, rascรกndose la psoriasis con una mano, calculaba la cuota de capturas y muertes del dรญa con la otra.โ
El 1 de febrero de 1937, Nabokov escribe a su mujer: โNo te hablarรฉ de los sufrimientos insoportables que me impone el griego; la picazรณn no me deja dormir y toda la ropa blanca estรก cubierta de sangre: terrible […] Todo estarรญa de maravilla, de no ser por la maldita pielโ, concluye en la carta que envรญa desde Parรญs, ciudad a la que llega para avanzar en el traslado de la residencia familiar. Para ese entonces, tanto Nabokov como Vera son prรกcticamente apรกtridas. La nueva URSS ya no los reconoce y la vieja Rusia ya no existe. Vera permanece en una Alemania en la que el Tercer Reich avanza a paso veloz, mientras el novelista se mueve de una capital a otra, impartiendo conferencias, y arrastrando por igual la errancia y la comezรณn: dos formas paulatinas de desesperaciรณn.
La piel estรก escrita sin escatimar recursos. Hay humor fino y รกcido, la incorrecciรณn de la sinceridad y la capacidad para hablar de asuntos muy complejos a partir de algo simple, para construir metรกforas y sostenerlas con belleza. En tiempos de autoficciรณn a la baja y buenismo militante, Del Molino construye un libro profundo, que plantea la contradicciรณn que supone la enfermedad, no como una lucha, sino como una situaciรณn inherente a la vida y la muerte: โLa idea del enfermo como luchador surge tanto de la necesidad del propio sufriente de que el espejo le devuelva la imagen digna de alguien que aรบn controla su vida como la idea de la peste. La metรกfora bรฉlica es un resorte que salta en la boca de cualquiera: voy a luchar, vamos a vencer, no te rindas. Es una forma torpe de consuelo […] Son los sanos los que quieren ver enfermos felices.โ
Tratรกndose de la piel, este libro estรก lleno de terminaciones nerviosas. Es sensitivo y testimonia incluso hasta la insatisfacciรณn de un primer beso que va y viene como una jeringa perdida en una playa para advertir el paso del tiempo y la certeza de la muerte. Ademรกs de imprescindible, es una contestaciรณn al tiempo que habita. Una comezรณn, un temblor, una cicatriz, un estremecimiento. Estamos vivos y podemos contarlo, aunque el suelo se sacuda bajo nuestros zapatos. Hay desgarros que permean nuestra sensibilidad y permanecen en la memoria de nuestra piel y la de las miles de personas que habitan las sociedades que los padecen. Cuando nada invita a hacerlo, este libro emociona. Deletrea, despelleja y conmueve hasta los huesos. ~
(Caracas, 1982) es escritora y periodista. Su libro mรกs reciente es El tercer paรญs, publicado por Lumen este aรฑo.