Fotografรญa: Christophe Petit Tesson

Un enemigo del pueblo: Finkielkraut, atacado (y defendido)

Los ataques contra Alain Finkielkraut en Francia tienen raรญces tanto en el antisemitismo como en la desconfianza hacia las รฉlites intelectuales. Una querella filosรณfica que se remonta al affaire Dreyfus aporta claves para entender la incomodidad de su pensamiento.
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I

El pequeรฑo motรญn de banqueta por parte de los chalecos amarillos contra el filรณsofo francรฉs Alain Finkielkraut, en febrero de este aรฑo en Parรญs โ€“que fue amplia y aun internacionalmente difundido en la prensaยญโ€“, merece un comentario, ademรกs de la evidente observaciรณn, hecha por mucha gente en su momento, de que las manรญas contra los judรญos se han salido de control en Francia. Finkielkraut estaba caminando por la calle cuando algunas personas pertenecientes a los chalecos amarillos lo reconocieron y le gritaron: โ€œยกFrancia nos pertenece! ยกRacista maldito! Eres un promotor del odio. Vas a morir. Vas a ir al infierno. Dios te va a castigar. El pueblo te va a castigar. ยกMaldito sionista!โ€ Tambiรฉn le dijeron: โ€œยกRegresa a Tel Aviv!โ€, โ€œยกLรกrgate, sucia mierda sionista!โ€, โ€œยกNosotros somos el pueblo!โ€ y otros insultos. Finalmente fue rescatado por un miembro mรกs amable de los chalecos amarillos y por la policรญa.

Alguien grabรณ el encuentro. Los chalecos amarillos dieron una mala impresiรณn. En realidad, Finkielkraut naciรณ en Francia (de padres que habรญan huido de Polonia). Sus escritos siempre han tenido una nota patriรณtica francesa, incluso antes de que el patriotismo se convirtiera en uno de sus temas. Su respuesta inicial al movimiento de los chalecos amarillos fue de aprobaciรณn. Ha escrito largamente sobre la identidad judรญa en Francia y sobre los fervores antijudรญos, pero estos son temas franceses, no israelรญes. Respecto de Israel siempre ha adoptado una postura doble: de cรกlido apoyo al paรญs y su derecho a existir, de aguda crรญtica a los asentamientos de Cisjordania y la polรญtica de Benjamรญn Netanyahu. Israel nunca ha sido su mayor obsesiรณn.

El ataque debe recordarnos, en resumen, que la expresiรณn que Zola usรณ en su inmortal Jยดaccuse era โ€œantisemitismo imbรฉcilโ€ y no una palabra sin adjetivos. La imbecilidad afianza el fenรณmeno. Y si algo novedoso revelรณ la agresiรณn contra Finkielkraut fue que las imbecilidades que provienen de distintos lugares pueden mezclarse: una aversiรณn hacia los judรญos compatible con el tono izquierdista de la protesta de รญndole econรณmica de los chalecos amarillos; una aversiรณn al modo populista, con su retรณrica de โ€œla genteโ€, contra los judรญos; y el aรฑadido, en este caso, de un toque de aversiรณn islamista. El mรกs injurioso de los chalecos amarillos que gritaron a Finkielkraut resultรณ ser un islamista conocido por la policรญa francesa. Los chalecos amarillos que se encontraban en aquella banqueta deben haber encontrado muy estimulante la combinaciรณn.

Incidentes como este reflejan un impulso popular, paralelo a una manรญa contra los judรญos, pero diferente, y que merece su propio comentario. Es una desconfianza respecto a la รฉlite intelectual, concebida en tรฉrminos melodramรกticos: la preocupada sospecha de que, bajo su apariencia benigna y respetable, los filรณsofos y escritores mรกs grandes y mรกs impresionantes puedan estar dando cabida a las teorรญas y pensamientos reaccionarios mรกs oscuros, con la finalidad de echar para atrรกs la causa del progreso humano. Y es la idea de que nosotros, las vulnerables vรญctimas potenciales de los peligrosos pensamientos, debemos conducir una investigaciรณn, tal vez echando un ojo a todo aquello que los intelectuales sospechosos puedan haber escrito, en busca de pasajes incriminatorios. O debemos de hurgar en sus observaciones casuales, puesto que los libros son opacos y los comentarios, transparentes. ยฟY deberรญa convocarse un tribunal popular?

Como todo el mundo ha visto, los tribunales populares sรญ se reรบnen. Los fiscales se levantan de sus asientos. Las universidades estadounidenses se han hecho famosas por esas escenas melodramรกticas, con multitudes de estudiantes de los primeros aรฑos convencidos de que Satรกn o Joseph de Maistre estรก a punto de dar una conferencia y debe ser detenido. Pero las modas estudiantiles son lo de menos. En nuestro tiempo, se ha sabido que algunas las revistas intelectuales mรกs prestigiosas ejecutan a sus propios editores al mediodรญa. La versiรณn francesa del asunto es distinta porque los escritores mรกs conocidos, y no solo los acadรฉmicos, pueden resultar procesados de vez en cuando, no solamente en el โ€œtribunal de la opiniรณn pรบblicaโ€ y en las audiencias universitarias estadounidenses a puerta cerrada, sino por la vรญa judicial.

Esta ha sido la situaciรณn de Michel Houellebecq, quien hace algunos aรฑos fue acusado en Francia por haber insultado al islam, algo que desde luego habรญa hecho โ€“su novela Sumisiรณn ha recibido rutinarias acusaciones de racismo (aunque uno de sus principales temas es una denuncia del antisemitismo)โ€“. Mรกs recientemente, Pascal Bruckner fue obligado a defenderse en la corte no una sino dos veces, debido a sus disecciones analรญticas de las controversias islamistas en Francia โ€“escribiรณ Un racismo imaginario, cuyo crimen puede inferirse desde el tรญtuloโ€“. Georges Bensoussan, el historiador de los judรญos de los paรญses รกrabes, fue juzgado por haber dicho en una entrevista radiofรณnica que, en las familias รกrabes de Francia, โ€œel antisemitismo se absorbe con la leche maternaโ€. No obstante, como Houellebecq y Bruckner, Bensoussan logrรณ evitar la condena (en su caso porque habรญa citado a alguien mรกs y el tribunal resolviรณ que solamente se habรญa equivocado y sus intenciones no eran criminales).

 

II

Y luego estรก Finkielkraut. En 2005, se vio acusado legalmente por haber seรฑalado, en una entrevista con Haaretz, lo amplio y significativo que era el componente musulmรกn y africano en los disturbios de ese aรฑo. Finkielkraut tambiรฉn saliรณ indemne; en lo que respecta a los escritores conocidos, parece ser la regla. Pero no se puede ignorar que los juicios en tribunales refuerzan la idea de que la vida intelectual se halla en el lรญmite de lo permisible, y la literatura en la vecindad del crimen, y seguramente algunos de estos escritores deben ser, de hecho, enemigos del pueblo y deberรญan ser castigados. Solo que ยฟcuรกl deberรญa ser su castigo? ยกY mira, aquรญ viene un escritor conocido, caminando por la acera!

Finkielkraut ha tenido que sufrir este tipo de cosas repetidamente. Vivรญa en los suburbios de Parรญs, pero decidiรณ que los acosos estaban haciendo su vida miserable, asรญ que se mudรณ al centro de la ciudad. Hace tres aรฑos, fue a echar un vistazo a una protesta juvenil de izquierda โ€“el movimiento Nuit debout (โ€œNoche de pieโ€) que ocupรณ la Plaza de la Repรบblicaโ€“ y los manifestantes lo expulsaron con tal grado de agresividad injuriosa โ€“uno de los lรญderes lo llamรณ โ€œuno de los voceros mรกs notorios del violento racismo identitarioโ€โ€“ que el incidente llegรณ a los diarios. Asรญ, el asalto verbal que sufriรณ en febrero pasado fue todo menos excepcional. El hombre ha sido designado como una amenaza para la humanidad demasiadas veces y los idiotas en la calle actรบan en consecuencia.

Un eco de la melodramรกtica sospecha aparece de tanto en tanto en la prensa respetable, donde podrรญan parecer de mal gusto acusaciones extremas, pero donde, de todos modos, se asume a veces que una batalla ideolรณgica gigantesca entre progresistas y reaccionarios constituye la esencia de la vida intelectual. Y, bajo esas circunstancias, parecerรญa necesario โ€“en nombre de la lucidez y la realidadโ€“ estampar una definitiva etiqueta ideolรณgica, izquierda o derecha, en la frente de todos los pensadores conocidos que traten temas polรญticos, aun de manera esporรกdica. Respecto de Finkielkraut, que trata temas polรญticos dรญa y noche, la primera y รบnica pregunta de todo el mundo parece ser: ยฟcuรกl es su etiqueta? Como si, al determinarla, pudiรฉramos saber quรฉ pensar de sus ideas, acaso para evitarnos la molestia de leer sus libros.

Finkielkraut mismo ha enfatizado que โ€“como otra gente de su generaciรณnโ€“ comenzรณ siendo un estudiante insurrecto en los levantamientos de 1968. Y dedicรณ unos aรฑos mรกs a ser militante de la causa marxista, en la versiรณn levemente anarquista llamada โ€œautonomistaโ€. Fue un maestro de escuela que creรญa en desmantelar la autoridad de los maestros de escuela. Cantaba โ€œBella ciaoโ€. Era un hombre clรกsico de la izquierda sesentayochesca en su vertiente mรกs hip. Era tambiรฉn receptivo a su propia รฉpoca y, en la dรฉcada de 1980, comenzรณ a dar su apoyo al movimiento disidente del viejo bloque soviรฉtico. Estudiรณ los escritos de Czesล‚aw Miล‚osz. Una combinaciรณn de antitotalitarismo y de veneraciรณn por la alta cultura se volviรณ su causa, lo que significรณ que ya estaba en problemas con cierta parte de la izquierda.

Se distinguiรณ al ponerse de lado de las vรญctimas del nacionalismo serbio en los Balcanes. Fue defensor de la causa de croatas y musulmanes. Pienso que es justo decir que fue una de las personas que inspiraron la intervenciรณn militar francesa en esa regiรณn, que provocรณ, despuรฉs de un tiempo, la intervenciรณn estadounidense. Luego regresรณ a los problemas de su propio paรญs y las consecuencias de la inmigraciรณn desde รfrica del Norte. Y sus detractores desde la izquierda, apoplรฉjicos para entonces, comenzaron a acusarlo de haber girado a las costas mรกs remotas de la extrema derecha, lo que en Francia significa oponerse con sangre y lodo a la Revoluciรณn francesa, al estilo de los monรกrquicos de la dรฉcada de 1890 (una acusaciรณn ridรญcula, que casi podrรญa parecer divertida, excepto que hay gente que sรญ dice esas cosas).

Los cargos contra รฉl pueden leerse en un libro de 2016, ยฟEl fin del intelectual francรฉs?, de un izquierdista israelรญ (con credenciales parisienses) llamado Shlomo Sand โ€“quien, al hablar sobre Finkielkraut, se contuvo รบnicamente para observar: โ€œEn verdad, esto aรบn no es fascismoโ€โ€“. Y la moderaciรณn no se les da a todos. Alain Badiou, el รบltimo de los filรณsofos maoรญstas, acusรณ a Finkielkraut de haber adoptado posiciones neonazis, nada menos โ€“esto, referido a alguien que creciรณ contemplando los nรบmeros tatuados en el antebrazo de su padreโ€“. O, menos agresivamente, se dice que, en vez de haber girado hacia la anticuada reacciรณn, Finkielkraut se ha vuelto un โ€œreacโ€ de nuevo estilo.

O, mรกs convencional y plausiblemente, se dice que sรญ, que parece haber derivado hacia la derecha con los aรฑos, aunque solo hacia zonas que deben ser descritas como โ€œconservadorasโ€, donde puede ser designado cortรฉsmente como โ€œbueno a la derechaโ€ o con otra expresiรณn semejante, con รฉnfasis en el โ€œbuenoโ€. Pero incluso las descripciones moderadas afirman esencialmente que el hombre de la admirable izquierda se ha metamorfoseado en un hombre de la espantosa derecha โ€“lo cual, en Francia, puede ser una acusaciรณn bastante devastadora para un escritor o intelectual, que garantiza el abandono de los amigos y abre la probabilidad (como contรณ el fallecido Andrรฉ Glucksmann en su autobiografรญa) de que los transeรบntes anรณnimos le den a uno una grosera bienvenida en la calle.

Tengo que preguntarme: ยฟquรฉ propรณsito tiene hablar de alguien tan reflexivo y flexible como Finkielkraut en tรฉrminos ideolรณgicos reduccionistas, izquierda y derecha? Finkielkraut es un escritor de cien temas โ€“polรญtica, historia francesa, lo erรณtico, las relaciones hombre-mujer en la literatura francesa, la ironรญa de Milan Kundera, las tramas de Philip Roth, entre otrosโ€“ que ni el mรกs tedioso de los dogmรกticos podrรญa reducir a un eslogan. De todos modos, รฉl ha explicado mรกs de una vez que, si en realidad se hubiera vuelto un hombre de la derecha, con mucho gusto lo dirรญa. Pero no lo dice, y esto no es solo porque defiende posiciones que encajan mรกs cรณmodamente en la izquierda francesa โ€“por ejemplo, su apoyo al secularismo, en particular contra las exigencias tradicionales de la derecha catรณlica, y su entusiasmo por la educaciรณn pรบblica.

Ha explicado, sobre bases filosรณficas, que los males sociales tienen sus raรญces en la historia, y no meramente en la naturaleza inmutable del hombre, y pueden por ello ser corregidos, al menos en ciertas ocasiones โ€“lo cual lo pone en otro lado que en la derechaโ€“. Ha explicado que no anhela hacer retroceder a la Revoluciรณn francesa โ€“que es, despuรฉs de todo, la referencia decisiva para definir izquierda y derechaโ€“. Prefiere la compaรฑรญa de Jules Michelet, el historiador mรกs favorable a la Revoluciรณn, a la de Edmund Burke, su crรญtico mรกs agudo. Pero sobre todo objeta la idea misma de dividir el universo entre izquierda y derecha, una lecciรณn que aprendiรณ de Miล‚osz. Considera que las divisiones entre izquierda y derecha son una fรณrmula para que cada lado sueรฑe con aplastar al otro, lo cual tambiรฉn significa una receta para la tiranรญa.

El presidente Emmanuel Macron ha defendido a Finkielkraut en contra de los agitadores de banqueta (un gesto generoso de su parte, en vista de algunos comentarios de Finkielkraut sobre Macron) y lo ha descrito como un โ€œhombre de letrasโ€. Eso tiene mรกs sentido. Las letras, y no las doctrinas, son su territorio natural. Me pregunto si habrรก un mejor ensayista, en cualquier parte del mundo, al momento de explicar las peculiaridades y significados de las ideas complicadas. Nunca he comprendido por quรฉ no es mรกs conocido en el mundo de habla inglesa. El ensayo francรฉs moderno favorece un tono brusco y agitado (por no mencionar un estilo, en ciertos sectores, ahora un tanto pasado de moda, que privilegia las elevadas incoherencias), pero la inspiraciรณn de Finkielkraut siempre ha apuntado en una direcciรณn mรกs suave y placentera.

 

Podrรก pasarla mal en el tren suburbano o en la banqueta, y sin embargo, cuando por fin estรก sano y salvo en su escritorio, se las arregla casi siempre para estar elegantemente sereno y, a la manera clรกsica francesa, apaciblemente rรญtmico. Por lo visto, sus ejercicios escolares de traducciรณn de Cicerรณn y Virgilio han permanecido con รฉl. Creo que sus primeros libros fueron tal vez los mรกs elegantes de todos, en su lucidez y deslumbramiento, y sus libros mรกs recientes no tanto, debido al tono. Pero casi todo lo que ha escrito, a รบltimas fechas o hace mucho โ€“todo lo que yo he leรญdoโ€“ refleja la misma disciplina en su prosa y el mismo encanto personal, como si en realidad, a lo largo de los aรฑos y a pesar de lo que dice la gente, no haya cambiado en absoluto.

 

III

Las denuncias en su contra deben tener un origen, no obstante, y creo que puedo identificar el cuรกndo y el dรณnde. Se encuentran en uno de sus anรกlisis mรกs tempranos, de principios de los ochenta, sobre un tema que pudiera parecer la รบltima palabra en los arcanos polvorientos. Se trata del affaire Dreyfus, entre 1894 y 1906, una antigua disputa. Pero, como Finkielkraut mostrรณ, el nรบcleo de aquella pelea era una querella filosรณfica que ha permanecido viva y no resuelta, aun si, al final de esos doce aรฑos, la corte suprema francesa se pronunciรณ y el capitรกn Dreyfus fue declarado inocente.

La querella se referรญa a cรณmo juzgar la evidencia. El alto mando del ejรฉrcito francรฉs acusรณ a Dreyfus de espiar a favor de Alemania, y la evidencia revelรณ, para quien la examinara suficientemente de cerca y aplicara las leyes de la lรณgica, que la imputaciรณn era falsa. Pero habรญa diferentes teorรญas acerca de quรฉ tan cercanamente debรญa examinarse la evidencia, desde quรฉ รกngulo y quรฉ tan rigurosa tendrรญa que ser la lรณgica. Y entre ellas, tres teorรญas principales que han resultado ser un impulso persistente para otros tantos sectores de la opiniรณn moderna. Y habรญa una cuarta teorรญa, la cual Finkielkraut ha mรกs o menos adoptado.

La teorรญa de la derecha desestimaba por principio la evidencia, en la creencia de que la verdad se revela mejor consultando las emociones y no deteniรฉndose en las arideces de los hechos y la lรณgica. Las emociones apropiadas desde su perspectiva eran estas: un amor por Francia, que los derechistas representaban como la raza francesa y el suelo francรฉs; un amor por el ejรฉrcito y su alto mando, representados como los defensores de la raza y del suelo; un desdรฉn u horror hacia los judรญos como Dreyfus, representados como una raza diferente, sin vรญnculos con el suelo; y un desdรฉn por el pensamiento abstracto que no logra reflejar las realidades de la sangre y el suelo. Y, ya que el alto mando del ejรฉrcito dijo que Dreyfus era culpable, cualquier persona con las emociones apropiadas solo podrรญa estar de acuerdo en que lo era.

Una segunda teorรญa pertenecรญa a los marxistas ortodoxos, comenzando con el amigo y camarada de Karl Marx, Wilhelm Liebknecht, que se veรญan a sรญ mismos como defensores de los oprimidos. Ellos se adherรญan a una nociรณn de la verdad basada en una polรญtica identitaria. Observaron que el capitรกn Dreyfus era un burguรฉs, lo cual significaba que no era posible que fuese oprimido, y que bien podrรญa ser culpable. Y, en todo caso, la suerte de un burguรฉs no era problema de ellos y no habรญa razรณn para molestarse con la evidencia. Ademรกs, el antisemitismo no era una preocupaciรณn marxista, ya que no concernรญa a la fuente mรกxima de la opresiรณn, que solo podรญa ser la explotaciรณn capitalista.

Una tercera teorรญa pertenecรญa a la izquierda mรกs o menos liberal, o sea, Zola y sus amigos intelectuales. Estas personas se consideraban defensores de la ciencia, por lo que les importaba examinar la evidencia y la lรณgica, sin referencia a la sangre, el suelo, la naciรณn, el proletariado o cualquier otra cosa. Evidencia y lรณgica los llevaron a concluir que Dreyfus habรญa sido falsamente culpado. Y observaron que los prejuicios antisemitas eran inaceptables desde un punto de vista cientรญfico.

La cuarta teorรญa, no obstante โ€“la idea que cautivรณ a Finkielkraut y que anima la mitad de sus escritosโ€“, era una teorรญa solitaria, que difรญcilmente serรญa recordada hoy dรญa si รฉl no hubiera armado tanto revuelo sobre ella. Su defensor era Charles Pรฉguy, el poeta catรณlico, quien era un hombre de izquierda, pero de una variedad muy propia. Pรฉguy reconocรญa que Dreyfus era inocente. Pero no aprobaba el seco racionalismo y el estilo cerebral de la izquierda liberal y los intelectuales. Encontrรณ algo que admirar en el culto derechista de las emociones. El problema era, desde su punto de vista, que los derechistas invocaban incorrectamente sus emociones; reducรญan las consideraciones humanas a temas de raza y suelo, que son consideraciones materiales, y esto era un error.

Pรฉguy explicaba que el hombre es material y espiritual a la vez, con las dos cualidades mezcladas. Amar lo que es material es no apreciar lo que es humano. Compartรญa con los derechistas un amor por Francia. Pero pensaba en Francia como una entidad a la vez material y espiritual. Para รฉl, las cualidades espirituales de Francia โ€“su mรญsticaโ€“ surgieron de la historia completa del paรญs, comenzando con los reyes y alcanzando una gran culminaciรณn en la Revoluciรณn francesa, con los derechos humanos y su aspiraciรณn a la justicia universal, que son las glorias espirituales de la repรบblica francesa. Las glorias en cuestiรณn, aplicadas a Dreyfus, no dejaban duda sobre su inocencia ni de que todo buen republicano francรฉs debรญa defender a la vรญctima agraviada y martirizada; en suma, un amor patriรณtico por Francia hizo de Pรฉguy un simpatizante de Dreyfus.

Tambiรฉn simpatizaba con los judรญos, y esto era inusual. Sabรญa que, durante la docena de aรฑos del affaire, la ola de odio hacia los judรญos en Francia habรญa sido intensa, y en especial aquellos de clase baja habรญan pasado terribles experiencias โ€“vidas y fortunas destruidas, carreras arruinadasโ€“. Observรณ que en Rusia los judรญos tambiรฉn estaban viviendo tiempos espantosos, expulsados de algunas regiones, seleccionados por ley para discriminaciones especรญficas. Y lo mismo en Rumania, Hungrรญa, Turquรญa, Argelia y Estados Unidos. Los judรญos eran perseguidos en nombre del cristianismo y en nombre del islam. Lo vio todo. Y tampoco era solo un asunto de su propio momento.

Escribiรณ: โ€œConozco bien a este pueblo. No tiene en su piel un punto que no sea doloroso, donde no haya un antiguo hematoma, una antigua contusiรณn, un dolor sordo, una cicatriz, una magulladura de oriente o de occidente.โ€ Tambiรฉn anotรณ que, a ojos de los antisemitas, los judรญos eran gente poderosa que controlaba el destino del mundo; y esta creencia imposibilitaba a un gran nรบmero de personas ver las cicatrices y las heridas. El sufrimiento judรญo era amplio, antiguo y profundo. Y era invisible. Los sufrimientos de la clase baja judรญa eran doble o quizรกs triplemente invisibles (doblemente invisibles porque los judรญos eran mรกs vulnerables a la persecuciรณn que todos los demรกs y triplemente invisibles porque, en la imaginaciรณn de los antisemitas, los judรญos eran ricos y los judรญos pobres no existรญan. Pero los judรญos pobres existรญan).

Escribiรณ ademรกs que los judรญos mostraban una grandeza espiritual, un espรญritu de compasiรณn hacia otros pueblos, un espรญritu de solidaridad. Notรณ entre ellos la vocaciรณn persistente de los antiguos profetas hebreos; no entre los lรญderes judรญos oficiales, que habรญan sido sometidos a golpes por sus opresores, ni los lรญderes judรญos que, agachados por el miedo, no querรญan tener nada que ver con el capitรกn Dreyfus y sus problemas. Pero la vocaciรณn profรฉtica se mantenรญa viva encarnada en una u otra persona โ€“en su propio amigo, el anarquista Bernard Lazare, acaso el mayor hรฉroe de la causa a favor de Dreyfusโ€“. Los judรญos eran โ€œla raza profรฉticaโ€. Y el espectรกculo de su grandeza espiritual lo llenaba de algo mรกs que admiraciรณn: lo llenaba de amor, de gratitud y de asombro.

Alguien deberรญa reunir una antologรญa completa de textos con temas cรกlidamente projudรญos escritos por importantes figuras literarias no-judรญas. No serรญa un volumen muy grueso. Las pรกginas sueltas de Pรฉguy sobre los judรญos en su memoria del affaire Dreyfus, Nuestra juventud (1910), ocuparรญan medio libro. En todo caso, el joven Alain Finkielkraut se embelesรณ con Pรฉguy, lo cual es fรกcil de comprender. Se propuso organizar el resurgimiento de Pรฉguy y este resurgimiento se convirtiรณ en el proyecto de toda una vida. Ademรกs, comenzรณ a adaptar y poner al dรญa algunas de sus ideas para sus propios fines y, al hacerlo, produjo importantes ideas de una originalidad que yo describirรญa como patriรณticamente francesa, indignadamente judรญa, instintivamente rebelde y (dirรญa Pรฉguy) profรฉtica, en fรฉrtil y novedosa combinaciรณn.

 

IV

Con todo, el resurgimiento de Pรฉguy a cargo de Finkielkraut se encontrรณ con una circunstancia complicada que, con el resurgimiento paralelo de las obsesiones contra los judรญos, fue algo no previsto: una historia adicional de los aรฑos 1980, el antisemitismo de los inmigrantes islamistas en Francia. Imanes de Argelia llegaron a los suburbios de inmigrantes y comenzaron a predicar la palabra. Y la palabra resultรณ ser una obsesiรณn clรกsica contra los judรญos, medieval en el estilo, sacralizada con citas de textos islรกmicos antiguos, modernizada a travรฉs de las paranoides contribuciones de la extrema derecha europea y embriagada con la fantasรญa del Dรญa del Juicio por venir, en el que los judรญos serรญan asesinados. Resultรณ que los suburbios no eran solo รกrabes (y bereberes) sino, en forma discreta, judรญos, con una poblaciรณn de los judรญos de clase baja que, aun hoy dรญa, se considera que no existen (principalmente los judรญos inmigrantes que habรญan huido a Francia desde รfrica del Norte para poder escapar de la revoluciรณn รกrabe, solo para descubrir que, en Francia, tambiรฉn una revoluciรณn รกrabe seguรญa persiguiรฉndolos).

Estas personas, los judรญos de los suburbios, comenzaron a sufrir el tipo de acoso e incomodidad que se podrรญa esperar en barrios donde un nรบmero creciente de vecinos pensaba que, en los รบltimos 1,400 aรฑos, los judรญos habรญan estado inmersos en una conspiraciรณn diabรณlica para destruir el Islam y que debรญan ser masacrados. Los niรฑos judรญos comenzaron a descubrir que la vida en el patio de la escuela era un infierno. Sus padres descubrieron que los profesores y los directores de las escuelas estaban abrumados por la escala del problema, y no habรญa mรกs alternativa que sacar a los niรฑos de las escuelas pรบblicas. Y los judรญos comenzaron a huir de los barrios. Durante la รบltima dรฉcada, unos 60,000 de un total de 350,000 judรญos de la regiรณn parisiense, segรบn los datos de Finkielkraut, han partido de una localidad a otra dentro de Francia para poder escapar de las persecuciones en los barrios. O han partido a Israel. El propio Finkielkraut, que se trasladรณ de los suburbios al centro de Parรญs, fue uno de los primeros casos, aunque no haya hecho ningรบn reclamo a ese respecto.

Estos no fueron acontecimientos minรบsculos. Y, sin embargo, la observaciรณn de Pรฉguy sobre la invisibilidad del sufrimiento judรญo circa 1900 resultรณ aplicable a las experiencias judรญas circa 2000. Las persecuciones se expandieron y, por un buen nรบmero de aรฑos, permanecieron invisibles para los periodistas nacionales de Francia, el gobierno, los intelectuales e incluso para los augustos notables de la รฉlite judรญa, quienes, exactamente como en el affaire Dreyfus, ya deberรญan haber aprendido. Las persecuciones fueron visibles para Finkielkraut, para el historiador Bensoussan y unos pocos mรกs. En el caso de Finkielkraut, se debiรณ en buena parte a que su programa en la radio judรญa de Francia lo convirtiรณ en una figura familiar para los judรญos de los suburbios, y sus radioyentes lo buscaron para compartir sus tribulaciones. Para los primeros aรฑos del nuevo siglo, lo que habรญa estado escuchando lo habรญa alterado bastante. Y entonces se encontrรณ con que debรญa confrontar una circunstancia aรบn mรกs peculiar.

En el mundo de los periodistas e intelectuales que se consideran sofisticados y progresistas, tanto en Europa como en los Estados Unidos, se ha puesto de moda decir que Francia y el continente europeo como un todo han estado pasando por una crisis de racismo tan profunda y temible como para revivir los aรฑos negros de los 1930 โ€“solo que, esta vez, con los musulmanes desempeรฑando el papel de los judรญosโ€“. Esta es una idea con una curiosa historia. El propio Finkielkraut pudo haber sido uno de sus progenitores, a principios de la dรฉcada de 1990, en el transcurso de sus protestas contra la persecuciรณn y las masacres de musulmanes en los Balcanes.

Esto ocurrรญa cuando el movimiento islamista en Francia y otros lugares de Europa era aรบn pequeรฑo, marginal y fรกcilmente ignorado โ€“aun si, en Francia, los ataques terroristas hechos al azar contra los judรญos habรญan comenzado en 1980โ€“. Pero el movimiento creciรณ con extrema rapidez y, entre las varias tendencias europeas que cultivan fantasรญas de exterminio, los islamistas finalmente alcanzaron un lugar de honor (aunque es muy fรกcil imaginar a otros movimientos antimusulmanes, no menos horrorosos, hincharse hasta volverse algo aรบn mรกs grande, tal vez maรฑana o pasado maรฑana).

En Francia, las estadรญsticas de la policรญa han mostrado ya por varios aรฑos que, mientras que los judรญos son menos del 1% de la poblaciรณn francesa, son las vรญctimas de un alto porcentaje de crรญmenes violentos de odio โ€“en 2017, casi el 40% de los crรญmenes atribuidos a la hostilidad racial o religiosa, en el entendido de que los รกrabes y los musulmanes son responsables de una buena parteโ€“. Y, por encima de la marea de incidentes de bajo nivel, persecuciones de patio de escuela y espeluznantes sermones, vino una serie de escenas pรบblicas horrorosas โ€“el saqueo de las tiendas judรญas en el suburbio de Sarcelles, los ataques a las sinagogas, la manifestaciรณn izquierdista pro-Hamas en Parรญs en 2014 que estallรณ al grito de โ€œยกMuerte a los judรญos!โ€โ€“, seguida de la ola de masacres islamistas en Europa, y la ola-dentro-de-la-ola de ataques terroristas a judรญos en Francia, Bรฉlgica y Holanda, ya no como hechos aislados sino como una campaรฑa sostenida. Todo eso llevรณ al gobierno francรฉs a estacionar patrullas militares en las puertas de cada instituciรณn judรญa, por un tiempo. A continuaciรณn tuvieron lugar otros asesinatos dispersos, lo que ha dado a la realidad un foco aรบn mรกs claro, hasta que finalmente se ha vuelto difรญcil no sospechar que en Europa hoy dรญa los โ€œjudรญosโ€ son los judรญos.

 

V

Finkielkraut seรฑalรณ esto โ€“aunque se pronunciรณ en contra de sacar paralelismos con la dรฉcada de los treintaโ€“. Y seรฑalรณ que, bajo una presiรณn islamista, un avance autรฉnticamente reaccionario estaba ocurriendo en algunos de los barrios: el retroceso, finalmente, no solo del progreso cultural respecto a las supersticiones sobre los judรญos, sino un retroceso mรกs amplio de la educaciรณn secular y de la igualdad de las mujeres, que imponรญa una segregaciรณn de los sexos, evitaba que los hombres en los sitios de trabajo saludaran de mano a sus colegas femeninas y limitaba las oportunidades de la educaciรณn de las mujeres.

Pero no habรญa la menor posibilidad de que su mensaje fuera bien recibido. Un gran nรบmero de intelectuales y periodistas permanecieron congelados en una ideologรญa proveniente del marxismo ortodoxo de 1890, la cual afirmaba dos principios, ninguno de los cuales estaba abierto a la crรญtica o a nueva informaciรณn. Habรญa una creencia de que la opresiรณn es unitaria y no mรบltiple, que los marxistas solรญan representar como la explotaciรณn capitalista, y que los izquierdistas de nuestra propia รฉpoca representan como un racismo todo-incluyente-de-europeos-blancos-contra-el-tercer-mundo. Y habรญa la creencia igualmente dogmรกtica de que, al analizar la opresiรณn unitaria racista y sus consecuencias, se debe examinar la identidad personal, y no la evidencia empรญrica.

Asรญ es que Finkielkraut reportรณ racismo, pero el racismo particular que reportรณ no encajaba en la categorรญa de europeos-blancos-contra-el-tercer-mundo, lo cual lo hacรญa irreconocible. Seรฑalรณ hechos. Pero habรญa un sesgo contra observar hechos. Seรฑalรณ ciertos barrios. Pero los barrios que seรฑalรณ, juzgados con criterio identitario, desde luego no podรญan ser el lugar de residencia de opresores racistas. Y, como resultado, un buen nรบmero de intelectuales y periodistas y un sector considerable del pรบblico solo podรญan concluir que si alguien era racista, ese alguien era Alain Finkielkraut, un hombre sin compasiรณn (del mismo modo que Bensoussan, el historiador de los judรญos รกrabes, fue juzgado de ser un racista.)

Puede ser que รฉl no haya respondido hรกbilmente a los insultos que recibรญa. Ha sostenido que รฉl considera vรกlidas y bien planteadas observaciones de algunos autores de la extrema derecha sobre los efectos lastimosos de la inmigraciรณn, pero ha declinado, de manera un tanto arrogante, hacer una gran demostraciรณn de sus desaprobaciones mรกs generales (aunque sรญ expresa desaprobaciones). Eso ha permitido a sus detractores proclamar de que aquรญ, finalmente, estรก la prueba de su monarquismo oculto. No creo que le hubiese costado nada mostrar un poco mรกs de calidez hacia sus vecinos รกrabes no islamistas, ellos mismos las primeras vรญctimas de los islamistas. Y no creo que le hubiese costado nada expresar con un poco mรกs de firmeza su solidaridad hacia sus camaradas intelectuales de procedencia musulmana, aquellos valientes liberales y feministas, hรฉroes de la causa antiislamista (aunque sรญ hubiera expresado su solidaridad en el papel y en su programa de radio). Acaso se ha permitido parecer frรญo.

Pero debe haber considerado que su propรณsito en estas controversias era revelar verdades y expresar indignaciรณn, y no ha querido suavizarlas bajo un manto de reconfortantes matices y complejidades. Y tampoco ha buscado modos de animar a sus lectores mostrando indicios optimistas de un futuro mejor. En un estudio sobre Pรฉguy de un tiempo tan remoto como 1991, se preguntaba: โ€œยฟestamos seguros de acertar cuando definimos la razรณn como una falta de emociรณn?โ€ Escogiรณ la emociรณn. Y, a travรฉs de los aรฑos, la emociรณn que escogiรณ ha sido en buena medida una emociรณn sombrรญa: respecto de la izquierda polรญtica y su ceguera sistemรกtica (un tema temprano y persistente), el estado de la cultura moderna (un tema un tanto posterior), los islamistas y su papel en la inmigraciรณn (un tema reciente) y la habilidad francesa de recordar y comprender sus propias grandezas (un tema reciente, pero con raรญces mรกs antiguas).

Nada puede desanimarlo de desanimarse โ€“ni siquiera sus propios รฉxitos, que son innegablesโ€“. A veces sรญ gana sus debates. Sus argumentos sombrรญos le brindan una ronda de aplausos. Multitudes marchan en las calles parisienses para condenar las manรญas que regresan y la violencia contra los judรญos โ€“todo lo cual deberรญa satisfacer y deleitar y suscitar su propio aplausoโ€“. Y sรญ aplaude. Saborea sus victorias. No es inhumano. Pero ser gruรฑรณn parece ser, en su caso, un asunto de principios, como si fuera una demostraciรณn agresiva de su posiciรณn militante โ€“una actitud gruรฑona que se presenta en la prosa lรญmpida de un hombre cuya propia infelicidad nunca disminuirรก la felicidad de expresarseโ€“. Se queja (en La identidad desdichada, de 2013, el mรกs controvertido de sus libros recientes) de los estudiantes de las escuelas pรบblicas que faltan al respeto a sus maestros โ€“ยกles disparan tinta!โ€“ como para mostrar que lo anticuado tampoco lo intimida. Y ese destello de anticuada irritaciรณn aรฑade aรบn mรกs chispa a sus protestas.

He observado que sus amigos tratan a veces de persuadirlo de defenderse a sรญ mismo con mรกs destreza, o de atemperar su vehemencia, o de alegrarse, aunque sea por razones tรกcticas. Hace aรฑo y medio, la filรณsofa ร‰lisabeth de Fontenay y รฉl sacaron un libro con los correos electrรณnicos amistosos que intercambiaron, las quejas de ella sobre รฉl y las respuestas de Finkielkraut. En el libro llamado Campo de minas, De Fontenay casi llega al punto de implorarle que adopte un tono mรกs ligero, como si le dirigiera una mirada seria y lo estuviera tomando del brazo. A ella le enfurece la voluntad de Finkielkraut para expresarse favorablemente acerca de sus autores de derecha favoritos, y su (para ella) escandalosa defensa de las artes francesas de la galanterรญa y el coqueteo y otras transgresiones โ€“aunque otorga que, a final de cuentas, ambos estรกn del mismo ladoโ€“. Le dice: โ€œEres valiente, sin duda alguna, pero a menudo deploro lo que llamarรญa provisionalmente tu imprudenciaโ€. Y Finkielkraut, exasperado por la exasperaciรณn de ella, elige no moderarse en absoluto (aunque insiste, de nuevo, que no es un hombre de la derecha).

 

VI

Si lo entiendo bien, se ha aferrado a su estilo y estado de รกnimo debido a una adhesiรณn sincera y ponderada a los puntos de vista sobre patriotismo y civilizaciรณn que ha descubierto en Pรฉguy. Estรก consternado por algo mรกs grande que los fanatismos islamistas y la moda de respetar los fanatismos, y esto es un debilitamiento o decadencia de la confianza francesa en la civilizaciรณn francesa misma (una civilizaciรณn que es rechazada por un porcentaje de los inmigrantes, denunciada como el enemigo por los islamistas, considerada una empresa criminal por cierto tipo de izquierdistas, socavada por la economรญa de mercado, y que ha perdido el deseo de defenderse, abandonada por los confundidos profesores).

Deplora la sospecha acadรฉmica del pasado cultural, los estudios de gรฉnero que reducen la historia de la literatura a un comentario sociolรณgico sobre el presente, el culto de la subjetividad que apenas puede distinguirse de las manipulaciones de la mercadotecnia. Ha reaccionado adoptando la posiciรณn de un preservacionista de retaguardia, aplicado a evitar que las antiguas iglesias abandonadas de los pueblos franceses sean recicladas como mezquitas. Y en Pรฉguy encontrรณ su modelo.

La famosa frase de Pรฉguy en su memoria del affaire Dreyfus โ€“โ€œTodo comienza en mรญstica y termina en polรญticaโ€โ€“ propone una teorรญa general de la decadencia de mรกs o menos todo. Y la indignaciรณn de retaguardia era la respuesta de Pรฉguy. Querรญa defender las grandezas espirituales del pasado de las bajas polรญticas del presente. Es solo que, con Pรฉguy, nada es lo que esperas que sea. โ€œRetaguardiaโ€ era su tรฉrmino y, si lo observas de cerca, en ocasiones su sentido era โ€œvanguardiaโ€. Pรฉguy aclarรณ lo anterior en su poesรญa. Un aรฑo despuรฉs de que publicara su memoria del affaire Dreyfus dio a conocer un libro con un solo poema llamado El pรณrtico del misterio de la segunda virtud, el cual โ€“bajo la inspiraciรณn de Finkielkrautโ€“ obedientemente leรญ. No puedo decir que adoro ese poema.

Nubes de una sopa de nostalgia proletaria catรณlica vagan por la pรกgina, y a travรฉs de la sopa vemos a un robusto trabajador provincial, sus manos callosas, sus valores familiares, sus robustos hijos y la reverencia de todos por la fe, la esperanza, la caridad y la madre de los dolores. El poema canta, en estilo retaguardista: โ€œEs necesario que Francia, es necesario que el cristianismo, continรบen.โ€ Es un himno al pasado. Y, sin embargo, concederรฉ que algo de estos henchidos cantos parece emocionante. El canto avanza en un solo aliento de ver-so libre, como entonado por alguien en un rapto de alegrรญa ante el prospecto de librarse, por fin, de los dรญsticos rimados de Victor Hugo, las tiranรญas del metro formal y de quinientos aรฑos de tradiciรณn literaria francesa. El canto parece gritar: โ€œยกLibertad!โ€: โ€œยกLiberรฉmonos de la cuenta silรกbica de la prosodia francesa! ยกLiberรฉmonos del 1-2-3-4-5-6! ยกLibertad de pensar, sentir y ser emotivos en rรญtmicos y caรณticos suspiros y sollozos nuestros!โ€

ยฟEs esto lo que Finkielkraut tiene en mente cuando invoca a Pรฉguy, no el cristianismo sino la insistencia de Pรฉguy en cierto tipo de retaguardia-como-vanguardia? ยฟLa fidelidad a la tradiciรณn que sugiere tambiรฉn el ocasional deseo libertario de patear la tradiciรณn? ยฟO, en la expresiรณn de Finkielkraut, โ€œla gran tradiciรณn europea de la antitradiciรณnโ€? Eso tiene que ser lo que quiere decir. Un resurgimiento de Pรฉguy no tendrรญa sentido sin las provocaciones radicales de Pรฉguy.

Pero en realidad no me importa. No soy francรฉs, y no me levanto en la maรฑana preguntรกndome cรณmo interpretar cualquier cosa escandalosa que Finkielkraut pueda haber dicho anoche que puso furiosos a sus crรญticos. Lo leo en feliz tranquilidad allende los mares, ajeno al ciclo noticioso francรฉs, esperando tan solo encontrar un estรญmulo intelectual. Y รฉl es generoso en proveerlo.

En Estados Unidos no hemos tenido que confrontar el tipo de problemas que los inmigrantes islamistas han llevado a Francia, salvo en una escala minรบscula. Tenemos otros problemas. Pero han encontrado un diagnรณstico inteligente en sus ensayos: la crisis de la comprensiรณn histรณrica y la condena del pasado; la inclinaciรณn por el autoodio nacional; la decadencia de las humanidades, de la lectura de libros y de la memoria cultural; la invisibilidad peculiar de la opresiรณn judรญa a los ojos de personas que se consideran a sรญ mismas expertas en opresiรณn; las varias rendiciones intelectuales ante los islamistas; la evoluciรณn de las costumbres y los comportamientos sociales desde los revolucionarios aรฑos sesenta; las consternaciones respecto de las relaciones entre los sexos y cรณmo regularlas. Observo quรฉ agradable es leer las cavilaciones de Finkielkraut sobre esos muchos temas, y quรฉ provechoso. ยกY quรฉ enfurecedor es ver a este escritor, el mรกs valiente, vigoroso y civilizado, difamado melodramรกticamente en los periรณdicos como un hombre de tendencias infames, y acosado en la calle! ~

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Traducciรณn de Andrea Martรญnez Baracs.

Publicado originalmente en Tablet.

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