Fotografรญa: Attila Volgyi

Una gran sociedad europea

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En Cold war, la pelรญcula de Paweล‚ Pawlikowski, Wiktor y Zula viven un amor desgarrado por fronteras exteriores e interiores. Con el trasfondo de la Polonia comunista de los aรฑos cincuenta, รฉl huye a Europa Occidental en busca de libertad y empieza una nueva vida en Parรญs, con todas las ventajas y oportunidades con que hoy sueรฑan muchos europeos no comunitarios cuando piensan en Europa. Zula le sigue y se convierte en una cantante de รฉxito, pero no es feliz. En una fiesta, Juliette, examante de Wiktor, le pregunta con condescendencia si no ha sido un โ€œchoqueโ€ venir a Parรญs, โ€œcon sus cafรฉs, tiendasโ€ฆโ€. Zula le responde frรญamente que no. Su vida โ€œera mejor en Poloniaโ€.

Esta conversaciรณn refleja el abismo que aรบn hoy separa a millones de europeos. Se ha construido a partir de experiencias histรณricas diferentes, pero tambiรฉn de muros que cayeron hace dรฉcadas. Un orientalismo que nos presenta a las gentes de los Balcanes, Ucrania o el Cรกucaso como pueblos incapaces de agencia y opiniรณn propia e indefectiblemente sometidos a alguna maldiciรณn geopolรญtica (el poder de Rusia, โ€œviejos odios รฉtnicosโ€, etc.) de carรกcter natural y no producto del poder de decisiones y personas concretas.

Polonia hoy, por ejemplo, es una economรญa competitiva y un actor estratรฉgico en el espacio europeo. Es, ademรกs, un laboratorio para la regresiรณn democrรกtica a la que conducen los movimientos nacionalpopulistas. Esta Polonia tambiรฉn produce movimientos cรญvicos de protesta, como el de las mujeres vestidas de negro contra la limitaciรณn del derecho al aborto, o figuras como la de Robert Biedron, alcalde gay de Slupsk. Biedron es partidario de una agenda social basada en la redistribuciรณn y el crecimiento sostenible.

Estas realidades divergentes se unen a la variedad de narrativas sobre lo que debe ser la UE, surgida precisamente por la ambigรผedad que ha caracterizado al proyecto desde sus inicios. En los aรฑos noventa, Tony Judt nos mostraba en ยฟUna gran ilusiรณn? que la creaciรณn de la UE fue โ€œun resultado fortuito de intereses econรณmicos y objetivos nacionales, necesario por las circunstancias y posible por la prosperidadโ€, y que se le dio con el tiempo una justificaciรณn casi teolรณgica. Pero los constructores de este club selecto no contemplaron que esa Europa fuera mรกs allรก de los contornos de la Europa rica. Franceses, alemanes y otros hicieron lo posible para mantener el sistema al otro lado del Telรณn de Acero.

Hoy la pregunta es la misma: ยฟcuรกl es el proyecto o futuro europeo para o con los millones de europeos sin pasaporte comunitario? Para muchos de ellos, Europa es una aspiraciรณn vital, aunque pueda significar cosas diferentes (mejor nivel de vida, democracia, control sobre รฉlites cleptรณcratas, etc.). La utopรญa europea ha adquirido vida propia fuera de la Uniรณn. Europa se vive mรกs en muchas de esas calles y paรญses que aรบn no son democracias plenas que en la Rue de la Loi que conduce a las instituciones europeas. Si en Ucrania muchos ansรญan ser libremente europeos, y en Belgrado salen a la calle contra el autoritarismo, otros en Parรญs, como afirmaba The Economist, lo hacen para defender un manifiesto que incluye el rechazo al matrimonio homosexual o la salida de la UE.

Los europeos convencidos tenemos que plantearnos si la Uniรณn es una comunidad de valores o tambiรฉn una alianza de intereses, como demuestra la unidad frente al brexit. Idealmente, ambas cosas. Quizรกs la hora polรญtica aconseja prudencia y pragmatismo. Pero tambiรฉn es el momento para reclamar mรกs lรญderes con visiรณn para pensar en grande: completar Europa a travรฉs de alianzas y estrategias de integraciรณn y cooperaciรณn innovadoras, que puedan prepararnos mejor para la competiciรณn geopolรญtica y la revoluciรณn tecnolรณgica del siglo XXI. Ello requiere democracias resilientes, sociedades abiertas y Estados funcionales, que garanticen la cohesiรณn y la paz social. ยฟPodemos concebir avanzar hacia una Gran Sociedad Europea, flexible, inter e intraconectada, segura y sin visados ni aranceles internos, ni ciudadanos de primera y de segunda? Es una utopรญa, puede ser, pero no irrealizable.

Para los artistas que crearon un festival de cine en pleno sitio de Sarajevo era una utopรญa disfrutar de una pelรญcula en paz y sin francotiradores, pero lo consiguieron. Hasta tal punto que, en una noche del agosto pasado, miles de europeos, los europeos de Sarajevo, pudieron admirar Cold war ante un cielo iluminado por fuegos de artificio, que no por armas letales, junto al propio Pawlikowski.

En los cincuenta, mientras Wiktors y Zulas se jugaban la vida al cruzar fronteras, unos pocos visionarios prรกcticos, traumatizados por la guerra, pero convencidos del poder transformador de la acciรณn pรบblica, pensaban cรณmo crear una nueva Europa. Hoy, otros Wiktors y otras Zulas siguen construyendo uniรณn, con mayรบsculas o sin ellas, y creen en Europa. Con ellos y otros tantos, tenemos de nuevo una oportunidad para relanzar Europa y trabajar por una Gran Sociedad Europea. ~

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Borja Lasheras es Senior Fellow del Center for European Policy Analysis (CEPA).

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Berta Herrero es periodista.


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