Ursula Biemann y el conocimiento desde la tierra

La muestra “Devenir tierra”, presentada en el MUAC, integra cinco proyectos de la artista que desde hace años dedica su labor a concebir una práctica ligada al medio ambiente.
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Injusticia climática, defensa del territorio, poéticas interespecie y la tierra como bioma cognitivo, son algunos de los temas abordados en la exposición Devenir tierra de la artista suiza Ursula Biemann (Zúrich, 1955) presentada actualmente en el Museo Universitario Arte Contemporáneo. En un momento en que al menos diez ciudades en México han roto récord de temperaturas máximas, la exposición nos invita a explorar formas más empáticas de relación con los ecosistemas.

Devenir tierra integra cinco proyectos de Biemann, quien desde hace varios años ha dedicado su labor a concebir una práctica artística ligada al medio ambiente. En esta exposición se exploran dos vertientes de su trabajo: la documental, donde se da testimonio de su labor con comunidades originarias del Amazonas; y la dimensión especulativa, donde los animales, las plantas y el viento son sujetos dialogantes que cuestionan nuestras percepciones habituales de la naturaleza.

La primera pieza presentada en la exposición es Selva jurídica (2014), un videoensayo donde Biemann nos invita a pensar en la necesidad de establecer marcos legales que garanticen el cuidado de los ecosistemas. Tras numerosas movilizaciones de defensa del territorio, en el año 2008 se estableció por primera vez en la Constitución de la República del Ecuador el reconocimiento de los derechos de la naturaleza. Esto ha representado una de las mayores innovaciones jurídicas porque reconoce a una entidad no humana como sujeta de derechos. Esto obliga a los gobiernos a tomar acciones en su defensa, creando un precedente a nivel global sobre la protección del medio ambiente.

En Selva jurídica Biemann recupera historias de las luchas indígenas del Amazonas ecuatoriano para presentar su cosmogonía, en la cual la selva se ve como “una compleja arquitectura cosmológica que alberga todo tipo de seres, humanos y no humanos, profundamente entrelazados y mutuamente constitutivos e interdependientes”.

En la segunda pieza de la exposición, Tiempo profundo (2013), Biemann nos presenta la injusticia ambiental a través de dos geografías. Las Geologías de carbono retratan el territorio petrolífero del norte de Canadá, donde a través de maquinaria pesada y procesos de alta tecnología la tierra es devastada para obtener el llamado oro negro; estas imágenes contrastan con las Geologías hidrográficas donde se muestran las inundaciones en el Ganges intentando ser mitigadas mediante el trabajo de numerosas personas que con sus manos arrojan miles de costales al río. La tecnología de extracción muestra así sus efectos en las vidas de las personas más precarizadas, exhibiendo las desigualdades provocadas por los países de imperios capitalistas que son sufridas en las regiones del sur global. Así, mientras unos explotan la tierra para obtener beneficios económicos, otros luchan para contrarrestar sus efectos. El video nos alerta sobre esta disparidad.

En contraste con la pieza anterior articulada alrededor de la denuncia, el video Océano acústico (2018) nos presenta un giro poético donde la artista nos invita a adentrarnos en los ecosistemas marinos. En la década de 1940 se descubrió un canal en el fondo del océano cuya densidad y temperatura permite la transmisión de ondas submarinas de larga distancia. Este canal se empleó en actividades de espionaje durante la Segunda Guerra Mundial y también en la Guerra Fría; en aquel entonces se habían interceptado sonidos irreconocibles que tiempo después se identificaron como vocalizaciones de animales submarinos. En el video podemos ver a una bióloga marina de la comunidad originaria sami equipada con hidrófonos de alta tecnología para registrar los sonidos acuáticos en las islas Lofoten, en el norte de Noruega. Estos sonidos son posteriormente transmitidos en frecuencia de radio, lo que vuelve públicas las ondas animales antes inaudibles. Entre esos sonidos se encuentran las vocalizaciones de ballenas, focas, truchas, erizos y peces endémicos de la región. De acuerdo con la artista, “Océano acústico es una búsqueda de ciencia ficción en un mundo vivo, constituido por un conjunto interdependiente de elementos humanos, marinos, maquínicos, orgánicos, climáticos y digitales”.

Mientras la humanidad ha imaginado el fondo oceánico como un espacio silencioso, las grabaciones revelan el vasto ecosistema submarino invitándonos a ampliar nuestros registros sensoriales, pues, así como en la oscuridad el sonido permite la supervivencia, en la vida terrestre también la escucha se vuelve un elemento clave para poder entablar una cosmopolítica, como la nombra Isabelle Stengers, es decir, una ética y una praxis que nos permitan articular políticas globales para preservar la vidas de todas las especies.

Por otro lado, la pieza Mente forestal (2021) reúne poesía y ciencia como parte de un mismo entramado. Esta obra realiza una interlocución entre los estudios científicos del ADN y las investigaciones de los ingas quienes, asistidos por la ayahuasca, son guiados en la comprensión de la inteligencia de la naturaleza. En esta comunidad, la ayahuasca es entendida como un ser que al ingerirse activa la comunicación interespecie abriendo un diálogo más profundo del funcionamiento ecosistémico.

Este proyecto se liga cercanamente con la última propuesta presentada, la iniciativa Devenir universidad (2019-2023). Se trata de un proyecto organizado con la comunidad inga del Amazonas colombiano que busca construir un espacio pedagógico propio. Para los ingas, el territorio es un ecosistema viviente que ofrece en sí mismo una fuente de conocimiento; por ello, su universidad, más que un espacio, es una propuesta de educación biocultural, la cual reconoce que la diversidad biológica da paso a la diversidad cultural y epistémica. En Devenir universidad se promueve un reencuentro del cuerpo, el pensamiento y el territorio como una unidad cognitiva.

De acuerdo con la artista, el inicio de la ciencia moderna está íntimamente ligado al proyecto de conquista y colonización, por lo cual abrir espacios para las pedagogías del territorio permite volver a aquello que Boaventura de Sousa Santos nombra “ecología de saberes, es decir, una valoración de los conocimientos múltiples preservados por las comunidades fuera de la academia.

Las comunidades originarias han sobrevivido a múltiples asedios: la invasión española, la violencia colonial, el acecho de los conflictos armados y el extractivismo. Su universidad representa una forma de recuperar sus conocimientos y rehabilitar sus territorios. La artista comenta: “esta universidad territorial –o territorio uni- versitario– se expande a lo largo del territorio en una red de caminos de aprendizaje, parecido a un sistema nervioso vegetal que conecta con todos los niveles de seres: humanos, no humanos e intangibles”.

Si bien durante mucho tiempo se pensó que el Amazonas contenía una gran diversidad por estar aislado de la vida humana, hoy en día se reconoce que su preservación se debe a las tecnologías de cuidados desarrolladas por las comunidades indígenas que desde la antigüedad lo habitaron. Por ello, como propone el reconocido curador en temas ambientales T. J. Demos, hoy nos toca a nosotros aprender de esas tecnologías ancestrales.

En un momento en el cual el calentamiento global nos pone frente a un panorama crítico, esta exhibición nos ofrece pistas para reorientar la cultura hacia la defensa de la vida. ~

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Es escritora, crítica de arte y académica. Su libro más reciente es Todo retrato es pornográfico (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015)


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