1. La posverdad no es la mentira de siempre. Aunque tampoco está claro lo que es. El Oxford English Dictionary la define como una situación en que “los hechos objetivos son menos determinantes que la apelación a la emoción o las creencias personales en el modelaje de la opinión pública”. Para el DRAE, es la “distorsión deliberada que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública”. Parece más adecuada la del OED. Manuel Arias Maldonado ha escrito que la mejor definición del concepto es una viñeta del New Yorker que dice: “Este ha sido el pronóstico meteorológico demócrata, a continuación veremos el pronóstico republicano.”
No es tanto la frase de Montaigne, según la cual la verdad es una y la mentira son muchas. Es más bien que, como dice Kenan Malik, vivimos en un mundo con demasiadas verdades.
2. Las fake news existen desde hace mucho. Pensemos en casos como los protocolos de Sión o la voladura del Maine. Es célebre la frase que dice que la primera víctima en la guerra es la verdad. Antes eran los Estados y los periódicos quienes tenían más capacidad de creación y promoción de noticias falsas. Una diferencia que presentan las circunstancias actuales es que la facilidad de producción y diseminación permite que estructuras más pequeñas lo hagan. Dos tipos en calzoncillos en un sótano de Macedonia pueden inventar que el papa apoya a Donald Trump y que esa noticia falsa circule. En el nerviosismo de los medios y los gobiernos por las fake news hay un elemento que tiene que ver con la ansiedad que produce la pérdida de un monopolio: el de la intoxicación.
3. Dos elementos más de las fake news. A veces, como en El hombre que fue Jueves, lo que hay detrás de esos actores son los Estados. Y, como ocurre a menudo, lo que dice el otro son fake news: Trump lo utiliza con los medios que publican noticias desfavorables.
4. Se ha hablado mucho de Orwell. Pero el ejemplo en el que se suele pensar (1984) no es muy adecuado. Es una alegoría de un Estado totalitario. Allí lo que vemos es un lugar donde la información –o la desinformación– está canalizada. Un solo poder controla el flujo. Altera el pasado según los intereses del presente. Ahora lo que vemos es un ecosistema donde la información llega de muchos lados: la información rigurosa y la mentira conviven como en un lago donde llega agua de distintos lugares. El objetivo y el resultado es enfangar, dificultar las diferencias, introducir una especie de visión cínica. (Los textos de Orwell sobre el lenguaje y la política, o sobre la visión de la guerra civil española pueden ser más útiles.)
5. Tiene que ver con la pereza mental. Se aprovecha de los sesgos, de lo que preferimos pensar. A lo que encaja con lo que pensamos o deseamos oponemos menos resistencia. Se beneficia de una confusión entre hechos y opiniones: la verdad es lo que se percibe como verdad. Hannah Arendt decía que esa confusión era una de las bases del totalitarismo, una condición para su triunfo.
6. Una anécdota sobre la mentira que cuenta Arendt:
Un centinela montaba guardia para advertir a la población en caso de que apareciese el enemigo. El hombre era amigo de las bromas, así que, para divertirse, dio una falsa voz de alarma. Sin embargo, después corrió a las murallas para defender la ciudad de los enemigos que él mismo había inventado. De ello se sigue que cuanto más éxito tenga un embustero y mayor sea el número de los convencidos, más probable es que acabe por creer sus propias mentiras.
7. Se aprovecha también de la confusión, de lo que se ha llamado relativismo epistémico, la aceptación de ese estado de cosas. En el artículo que he mencionado, Malik lo vincula con el posmodernismo, que propicia la erosión de conceptos como universalidad. Este relativismo, que fue dominante en la academia, fue practicado por la izquierda académica: la medicina no es superior a la brujería, se trata simplemente de dos sistemas de pensamiento distintos. Por bienintencionada que sea esa tendencia, por escarmentados que estemos por la arrogancia racionalista de Occidente y sus consecuencias, no hay nada, sostiene Malik, progresista en esa negación del universalismo, en la adopción del relativismo, en la primacía de lo subjetivo sobre lo objetivo.
8. Hay un énfasis en lo identitario y una negación de lo común. La verdad será distinta para unos y para otros, según sus condiciones, y en último término la experiencia es incomunicable. La política de la identidad y el relativismo, dice Malik, puede haber sido adoptada por la izquierda, pero parte de una visión profundamente conservadora. Son ideas que tienen una raíz romántica, contrailustrada. No hay que despreciarlas por completo: la Contrailustración, en cierto sentido, también es parte de la Ilustración. Posiblemente quienes usan la posverdad no piensan en el relativismo epistémico, pero para Malik que la izquierda suscribiera esas tesis la dejó en una posición frágil para defenderse.
9. Las formas de comunicación modernas, con su primacía de la expresión, de lo subjetivo sobre lo objetivo, refuerzan esa tendencia. Y contribuyen –como la fragilidad de los medios, la fragmentación, la facilidad de acceso a la información y de publicación– al desgaste de la autoridad, de la confianza en la veracidad, en una sociedad paradójica: por un lado hay un ethos falsamente igualitario, donde se cuestionan los expertos y se detesta a los pedantes, pero se adora obsesivamente el éxito.
10. La prensa quiere fiscalizarlo todo pero no se deja fiscalizar por nadie. Una parte esencial y simple está en que los periódicos cuenten bien las cosas, hagan bien su trabajo (algo que incluye las soflamas sobre cómo vamos a salvar la democracia –a todos nos gusta un poco de épica–, pero quizá cosas más modestas también como publicar bien las noticias). Ha habido intentos de regulación: por ejemplo, en Francia y en Alemania. También Le Monde puso un sistema de evaluación de la información. Ha habido propuestas de las empresas de tecnología. Todas tienen sus complejidades técnicas y generan dudas. Yo soy instintivamente partidario de la frase de Rorty: “Cuida de la libertad y la verdad se cuidará sola.” Aunque también, como dice Arias Maldonado, las redes están en un Estado de naturaleza: para llegar a Elias habrá que pasar por Hobbes. Una nueva realidad comunicativa requerirá nuevas formas de regulación, sabiendo que en caso de duda debe primar la libertad.
Notas sobre la mesa redonda ‘La verdad de las mentiras’, celebrada en la Feria del libro de Madrid con Arcadi Espada, Daniel Gascón y Sandrine Morel.
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).