La prensa ante la violencia

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Para un periodista del centro de México, no hay mejor ejercicio de humildad que encontrarse con los colegas que trabajan en las zonas del país en peligro por el narcotráfico, la corrupción de autoridades y la impunidad. Algo así intentó Letras Libres al convocar en un hotel de la capital, la primera semana de junio, a periodistas de Sinaloa, Coahuila, Chihuahua, Guerrero y Baja California para que contaran sus experiencias.

A lo largo de un par de horas de conversación, Ismael Bojórquez, director de Ríodoce en Culiacán; Marcela Moreno, directora editorial de Milenio Diario Laguna; Gabriela Minjáres, reportera de investigación de El Diario de Juárez; Fausto Rincón, jefe de información de Frontera de Tijuana, y Ricardo Castillo Díaz, jefe de información de El Sur de Guerrero en Acapulco, describieron con detalle el asedio que sufren reporteros, fotógrafos, editores y dueños de los periódicos en el ejercicio cotidiano de su profesión. El resultado es una buena prueba el punto crítico en que se encuentra la libertad de prensa en nuestro país.

Como muestra, la sentencia demoledora pronunciada por el periodista Ismael Bojórquez: en esas regiones solo puede hacerse un “periodismo de sobrevivencia”.


Un diagnóstico general de cada uno. ¿Cómo está la libertad de expresión en la zona que cubren?

Ismael Bojórquez Perea – Ríodoce: Veo un parteaguas en el ejercicio de la libertad de expresión a partir de 2005, con la desaparición de un compañero formado en Sinaloa y que trabajaba en El Imparcial de Hermosillo, Sonora [Alfredo Jiménez Mota]. Antes, el narcotráfico se cubría más o menos normal, y el problema de la profesión tenía que ver más con aspectos tradicionales, como el poder, los gobiernos estatales o municipales, los caciques, etcétera. A partir de la irrupción del problema del narcotráfico, con atentados directos contra algunos compañeros de la prensa, no solamente en Sinaloa sino en Sonora, Tijuana, Veracruz, Guerrero, Coahuila o Tamaulipas, se empieza a ver el tratamiento del tema desde otra perspectiva. Se toman medidas internas para la cobertura del narcotráfico en los dos periódicos más fuertes de Sinaloa, El Debate y El Noroeste, con líneas muy estrictas en el manejo de la información: a partir de entonces ese tema se trataría a partir de información oficial. Hay otro elemento nuevo: el problema de la cooptación. Antes los grupos del narcotráfico te amenazaban explícitamente, con llamadas telefónicas, con mensajes, con correos electrónicos, pero ahora ni siquiera es necesario: el narcotráfico es una amenaza cotidiana para el oficio periodístico.


Ya lograron instalar el chip del miedo.

Bojórquez – Ríodoce: Por supuesto. El narcotráfico es una amenaza permanente y te impone una línea editorial. Se metió a nuestras redacciones y no se ha salido de ahí. Por el contrario, veo el problema cada vez más agudo, obviamente junto a otro problema: la gran impunidad que existe por parte de quien debiera estar combatiendo esto. En Sinaloa no hay una cobertura del narcotráfico. Los periódicos y los medios electrónicos nos hemos dedicado a contar los muertos –literalmente: cada fin de mes los dos periódicos más importantes y los medios electrónicos hacen corte de caja–, pero no al trabajo de reflexión, de investigación, en torno al fenómeno del narcotráfico. De hecho, está ausente en cuanto a análisis. Hay una nota dura, fría, pero no una cobertura profunda del tema.


Marcela, cuando oías “el narco dentro de las redacciones”, te veía asentir. ¿Estás de acuerdo en ese diagnóstico para Torreón, Coahuila?

Marcela Moreno – Milenio Diario Laguna: Sí, así es. El problema es que te enfrentabas antes a poderes fácticos –gobernadores, presidentes municipales– que te coartaban y te chantajeaban, pero tenían rostro, y la guerra con ellos era de misiles de largo alcance: les mandabas uno, reaccionaban, te lo regresaban. Pero ahora, con este poder que no tiene rostro, que no tiene nombre ni apellido, que no sabes dónde se está moviendo, la guerra es más pesada, y este intercambio es más duro porque es por la espalda, y el cuchillo te lo clavan directo. Ya no es de largo alcance. ¿Cómo le hacen? En principio porque filtran a los reporteros que están cubriendo la fuente policiaca. En nuestro caso, el problema de la inseguridad, de la violencia, del narcotráfico, no vino lentamente, sino de un día para otro. Y uno asume el riesgo, pero no sabe el alcance que puede tener. Me reía por lo que decía Ismael del uso del correo electrónico, porque los criminales se han modernizado mucho, tienen un aparato de comunicación social similar a los gobiernos. En la comarca lagunera la situación es muy difícil porque compartimos los problemas de Durango, que tienen a los Chapos, y los problemas de Coahuila, que tienen a los Zetas, ambos rivales y disputándose el territorio. Nosotros estamos en medio.


Con un tercero en discordia.

Moreno – Milenio Diario Laguna: Sí, un cártel local que no responde a los intereses de ningún otro grupo. El problema es que el reportero en este momento no está capacitado para cubrir el tema del narcotráfico. Hay un prontuario, igual que sucede en Sinaloa, que dice “nosotros no vamos a investigar, porque investigar es la diferencia entre que vivas o te mueras”. Lo vamos a registrar y somos nada más testigos pasivos de lo que está sucediendo. Se atiende la fuente oficial –que en este caso son las fiscalías de Durango y de Coahuila, las policías municipales– por precaución y para que no haya riesgos para el reportero. Imitamos un poco los modelos de Ciudad Juárez, de Tijuana, de Sinaloa: no investigamos a nivel local, salvo muy superficialmente, y si esa información no la podemos publicar en nuestro estado, la publicamos en otro lugar. Nosotros no publicamos lo de Torreón en Torreón, pero sí mandamos la información a Milenio México para que lo distribuya al resto del país. Ahora, también es un riesgo, porque no sabes si el que operó en Torreón está ahora en Guadalajara, o si ese que estaba en Guadalajara está ahora en Ciudad Juárez.


Gabriela, cuando escuchas “el que investiga se muere”, ¿así ocurre en Ciudad Juárez?

Gabriela Minjáres – El Diario: Así ocurre. Desde 2008 en Ciudad Juárez hay un escenario de guerra, y los reporteros en Juárez no solamente han tenido una carga de trabajo mayor, sino que han estado expuestos a la violencia de una manera directa. Los reporteros llegan a la escena del crimen, por ejemplo, muchas veces antes que las corporaciones policiacas, y se han dado casos en que llegan a la escena y todavía están los sicarios. Nosotros tuvimos el asesinato de Armando Rodríguez, “el Choco”, el reportero más experimentado de la fuente policiaca, que se encargó de documentar el inicio de la operación militar en Ciudad Juárez. Él documentaba con toda exactitud, más allá del número.


O sea, hacía periodismo.

Minjáres – El Diario: Hacía periodismo, investigaba. A partir del homicidio de Armando, en noviembre de 2008, El Diario estableció como línea editorial no firmar las notas ni las fotografías que puedan conllevar un riesgo –aparecen firmadas como staff–, a tal grado que muchas veces la dirección editorial desconoce quien está realizando esa nota. Igual, como decía Marcela, cuando surge información relacionada con el narcotráfico, información muy sensible de corrupción, por ejemplo en Parral, se fecha en Juárez.


Ricardo, cuando he platicado con la gente del sur, que en los últimos tiempos ha recibido varias presiones de todo tipo, me han descrito una situación en Acapulco totalmente caótica. ¿Cómo la llevas a tu caso?

Ricardo Castillo – El Sur: En el caso de Acapulco no hay, creo yo, el extremo que se vive en otras ciudades, pero vamos camino de convertirnos en un futuro Juárez.

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El crimen ha ido escalando, no solo por el tema de la impunidad. Acapulco me parece el ejemplo más acabado del fracaso de esta política de descabezar a los cárteles, porque quienes se han hecho del control han sido los sicarios.


Mucho más violentos, más incontrolables.

Castillo – El Sur: De modo que este fenómeno ha sido un proceso muy largo, y no se ve con mucha claridad hacia dónde va. En cuanto al trabajo de los periodistas, en el tema muy concreto del crimen organizado, no parece que haya todavía alguna señal de mucha alerta, porque desde un principio todos los medios se autocensuraron, prefirieron incluso no nombrar a los líderes de los grupos y cada vez que se referían a un cártel decían “un grupo armado”, sin especificar.

 

¿Aunque supieran los nombres?

Castillo – El Sur: En el caso de El Sur, siempre los mencionamos, hasta la fecha. Pero hay un consenso, no pactado oficialmente, de no publicar estos nombres, lo cual, creo, ha evitado un poco que se desborde la agresión a los periodistas y vaya minándose la libertad de expresión. Esto en el caso concreto de la violencia del crimen organizado. Pero creo que falta mucho por suceder en Acapulco. En Guerrero hay zonas completamente impenetrables, como la Tierra Caliente, muy cercana a Michoacán, y la Costa Grande de Guerrero, donde además está otro polo turístico importante, Ixtapa. Ha ido muy a paso lento, pero el riesgo aquí es que sí vamos a graves extremos.


El discurso oficial es que Tijuana es lo contrario, que es la vanguardia, el ejemplo de lo que se puede hacer, una ciudad que ha mejorado muchísimo. ¿Estás de acuerdo, Fausto, o es un mito?

Fausto Rincón – Frontera: Pensé que ese discurso se había sacado nada más en la ciudad, pero veo que ya los inundaron. Juárez y nosotros compartimos el héroe policiaco, el capitán Julián Leyzaola. Sí es el héroe porque dio la cara, y a través de un programa policiaco-ciudadano trató de limpiar la corporación municipal que, según la leyenda urbana, eran los que cometían los asesinatos públicos, o desviaban los operativos cuando estuvieran haciendo las ejecuciones, con toda la impunidad y la capacidad de logística que tienen. La ciudadanía se sumó y se volcó a través de la denuncia. En Baja California se denuncia el 37% de los delitos que se cometen, en comparación con el 11% que es la media nacional, según estadísticas oficiales. Sin embargo, hay muchos delitos aún, del orden común, que no se denuncian porque todavía hay mucha gente que no confía. Aunque ahora, puedo decir con conocimiento de causa, ya puedes andar tranquilamente en la calle en la madrugada. En el centro, en la zona turística, hay bares abiertos que han permanecido o que han resurgido a raíz de una recuperación económica. Los empresarios ya le están apostando, ya no se sabe tanto de que les estén cobrando derecho de piso por operar. Ya no hay los delitos de alto impacto, que sucedían muy frecuentemente. Ahora a lo que más se llega es a la exhibición de los cuerpos colgados en los puentes, pero ya no se da que el ciudadano común quede en medio de una balacera o en un asalto a mano armada.


Ha mejorado mucho, entonces. ¿Y en cuanto a labor periodística?

Rincón – Frontera: Yo me lamentaba mucho, pero después de escuchar a los compañeros de diferentes regiones ya no. Adoptamos muchas medidas similares –no firmar notas, no investigar–, y ya está más relajado. Sin embargo, ahí están las amenazas. A nosotros nos sucedió hace un año que, por no publicar un narcomensaje, dejaron la cabeza de una persona en la esquina del periódico, para que todos se dieran cuenta de lo que eran capaces de hacer por ganar el control de la plaza. Pedimos asesoría a la misma procuraduría del estado y la recomendación fue “publícalo”. En Baja California, en Tijuana en específico, dice la autoridad, no hay una cabeza del narcotráfico que esté operando.


Era “el Teo” [Teodoro García Simental]…

Rincón – Frontera: Era “el Teo” en competencia con los Arellano. A la hora que se va el Teo se queda su hermano [Manuel “el Chiquilín”], que duró dos meses porque también lo detuvieron en las mismas circunstancias, y a partir de entonces se quedaron tres operadores del Chapo en Tijuana. Pero estos operadores están en disputa entre ellos mismos, no hay una coordinación.


Volviendo al debate de que los medios de comunicación estén siendo usados por el narco para enviar sus mensajes, tú, Marcela, piensas que el crimen organizado tiene una estrategia de comunicación clara…

Moreno – Milenio Diario Laguna: Vamos a hablar claro: el problema es que hay narcorreporteros. Y esta gente te conoce, sabe dónde vives, incluso estudiaste con ellos en la misma universidad…


Es decir, hay periodistas dentro del narco que se dedican a hacer periodismo para el narco.

Moreno – Milenio Diario Laguna: No sé si dentro del narco, pero por lo menos simpatizan. También es esa colindancia con el poder, que ahora ya no son los gobiernos, sino los narcotraficantes. Obviamente no voy a dar nombres porque pongo en riesgo a esas personas y me pongo en riesgo yo, pero la situación se está dando, y de pronto las autoridades saben que se están dando este tipo de situaciones, saben quiénes son, pero no hay acciones en contra de ellos. ¿Tienen una estrategia de comunicación? Por supuesto que la tienen –ya quisiera tener un aparato de monitoreo de medios como lo tienen ellos, por ejemplo. La estrategia es sembrar miedo.


Debilitar al enemigo en la imaginación de la sociedad…

Moreno – Milenio Diario Laguna: Y sobre todo que sepan quién está ganando, quién tiene más poder, más violencia, más fuerza… En la medida en que vas publicando hechos de un lado o de otro, la gente va percibiendo quién es el verdadero jefe de esa plaza.


¿Qué quieren de los periodistas los narcos?

Bojórquez – Ríodoce: A casi todos los “narcos viejos”, que casi todos son de Sinaloa, les importa la opinión pública. Yo he trabajado en redacciones de Culiacán desde 1993, y me tocó ver cómo algunos narcos de ahí hablaban a la redacción y decían “bájale a la nota”, “échame la mano con las fotos”, etcétera. Esto se mantiene todavía. Utilizan de muchas formas la opinión pública y además hacen un trabajo de reclutamiento. Me consta: hay muchos periodistas que cobran quincenal, semanalmente, que se encargan de que en las notas no salga tal o cual nombre. Las empresas tienen que empezar por limpiar sus redacciones. Y los periodistas deben desarrollar ciertas medidas de solidaridad, de ayuda mutua en el gremio, para cuidarse de los compañeros que están haciendo un doble trabajo.

¿Qué tan difícil es ser un periodista insobornable en México, Ricardo?

Castillo – El Sur: Es escandaloso por sí mismo escuchar eso de “limpiar las redacciones”. Debe de ser muy difícil en México, cuando hay toda una tradición del soborno. Pero es más difícil en los estados, en concreto en Guerrero, donde ni siquiera hay un empresariado fuerte que se anuncie en los medios, que estamos a merced de los convenios publicitarios del gobierno. Siento que la llegada a las redacciones de muchos jóvenes, que vivieron la transición democrática y que salieron con mucho entusiasmo de las universidades, ha venido a refrescar la profesión y contiene un poco las viejas tendencias.


El año pasado El Diario de Juárez, de manera muy polémica, básicamente puso una bandera blanca y dijo “¿qué hacemos?”.

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¿Cómo se vivieron esos días, Gabriela?

Minjáres – El Diario: Con mucha tensión y mucho dolor. Nos dimos cuenta de que las medidas que habíamos tomado desde 2008 no fueron suficientes: en 2010 sufrimos el homicidio de Luis Carlos [Santiago Orozco], reportero gráfico de El Diario, que fue una de las cosas que motivó el editorial. En El Diario sí se publican los nombres de los cárteles. A Armando lo amenazaron, por ejemplo, porque le decían “no queremos que publiques los nombres ni el vínculo de esta persona que fue detenida o fue asesinada”. Pero El Diario lo ha seguido haciendo, solo que ahora se dice estrictamente el cártel de Juárez o el cártel de Sinaloa, sin adjetivos. Cuando fue asesinado Armando, en la redacción tuvimos una reunión y dijimos “no nos vamos a callar, no podemos claudicar; por la sociedad misma, por nosotros, tenemos que seguir documentando”, y en medio del dolor nos impusimos y seguimos. Pero cuando pasa lo de Luis Carlos realmente no supimos ya qué terreno estábamos pisando. Por eso el editorial fue un acto de desesperación con el que se buscó que las personas o instituciones que tienen que ver con la situación que prevalece en la ciudad y en el país hicieran lo necesario para corregirlo, porque la exigencia no fue solo por los asesinatos de los reporteros, sino por todas las víctimas que se han generado en la ciudad y por todos los ciudadanos que desarrollan sus actividades en circunstancias extremas y de riesgo.


¿Cómo te responderías esa pregunta hoy? ¿Qué quieren los narcos de ustedes hoy?

Minjáres – El Diario: Sin duda alguna coincido con Ismael: quieren el silencio y la complicidad. No sé si hay narcorreporteros, pero sí hay reporteros que son enlace con el narcotráfico, y se tienen muy identificados.


Cuando escuchamos estos conceptos de protección del periodismo, protección de la fuente y tratar de seguir haciendo periodismo en estas circunstancias y el negarse a callar, aun frente a la desesperación, ¿cómo lo llevas a Tijuana?

Rincón – Frontera: Nosotros también sufrimos la pérdida de un compañero en Hermosillo [Alfredo Jiménez Mota]… Nosotros no nos hemos callado, en el sentido de llevar el registro, pero también sufrimos lo mismo que en Juárez: son tantos los crímenes que ya no nos hemos dado el tiempo para hacerlo: individualizar cada asesinato, cada crimen, para darle conciencia a la gente.


Lo que dice Sicilia: encontrarle una historia a cada uno de los muertos.

Rincón – Frontera: No se puede.

Bojórquez – Ríodoce: Hasta donde nosotros tenemos conocimiento, la fuente principal de Alfredo era el subdelegado de la PGR en Sonora Raúl Fernando Rojas Galván. La conclusión a la que se llegó en un reportaje que se publicó derivado de la investigación del Proyecto Fénix es que el subdelegado pudo haber sido la última persona con la que habló Alfredo y la fuente con la que Alfredo se iba a entrevistar. La conclusión a la que nosotros llegamos es que tuvo que ver con el grupo de los hermanos Beltrán Leyva, y que el origen de la desaparición de Alfredo fue la publicación del reportaje “Los tres caballeros”. Alfredo era bueno y, hasta cierto punto, inocente.

Rincón – Frontera: Nosotros, por ejemplo, conocemos a las fuentes, sabemos quiénes son: principalmente policías, oficiales, que son los que andan en la calle. Nos pasó recientemente, ahora con esta limpia, de que se le habló a un oficial que era subjefe, nos contesta la llamada y nos dice “no te puedo atender ahorita porque estoy en la ciudad de México arraigado”. Y era una fuente ¡confiable!

Moreno – Milenio Diario Laguna: Eliseo Barrón Hernández, reportero del grupo Multimedios Laguna, cubría la fuente policiaca. También era un personaje ciertamente inocente, de alguna forma imprudente. Antes de que fuera asesinado estuvo diciendo en la redacción del diario que tenía una lista de policías involucrados con una agrupación criminal de Torreón, y lo estuvo difundiendo mucho entre sus compañeros. Me parece que de pronto los reporteros nos manejamos muy inocentemente en el tema, con muy poca prudencia, con falta de estrategia y visión de largo alcance. Y como no sabes quién está con quién…


Era un caso de entusiasmo periodístico.

Moreno – Milenio Diario Laguna: Totalmente. Porque hay que decirlo: Eliseo era un tipo muy comprometido con el trabajo policiaco, se metía, se le había dicho “no investigues” e investigaba. Él era cristiano –no tomaba, no fumaba, era un jefe de familia ejemplar–; era, en fin, un personaje íntegro, un periodista. La lista la vio de pronto en el escritorio de un director y la agarró, como buen periodista. Pero esa imprudencia de estar manejando la información con tanta gente, creo que detonó su asesinato.

Castillo – El Sur: Por eso mismo yo dudaría un poco de que existe una estrategia de comunicación del narco. Hay, en todo caso, algunos narcos que tienen habilidad de manejar los medios o a los reporteros.

Moreno – Milenio Diario Laguna: Perdón, pero creo que ninguna ciudad se parece a otra. En el caso de la Laguna, sí la hay: es un grupo específico el que solicita que se publique la información a través de correos electrónicos, pero, insisto, no puedo hablar de ese personaje porque lo pongo en riesgo.

Castillo – El Sur: El riesgo de generalizar este tema es caer en la provocación, a la que nos quiere llevar el gobierno, de autocensurarnos. Es decir, de no difundir esta información que tiene que ver con los cárteles justamente para no servir de vehículo de comunicación.

Minjáres – El Diario: Agregaría, hablando de la inocencia de los reporteros, que lo que nos ha hecho mucha falta, además de tejer esas redes de solidaridad entre nosotros, es capacitación. Estamos ante un escenario inédito de violencia, y no creo que haya ahora ninguna escuela de periodismo con el enfoque de cómo cubrir la violencia, cómo tratar a las víctimas, cómo ponerles rostro a las personas que son asesinadas. Creo que la capacitación es fundamental, y que marcaría la diferencia entre vivir o morir.


¿Qué pide y qué necesita el público?

Bojórquez – Ríodoce: Ríodoce nació hace ocho años con un enfoque más social, político y anticorrupción, y fuimos ajustando el enfoque editorial en la medida que nos dimos cuenta que la gente quería leer sobre narcotráfico. Es decir, no nacimos para cubrir el tema del narcotráfico, pero el 50% de nuestra cobertura es del narcotráfico: casos, nombres, crónicas, etcétera. La gente quiere eso, y la gente quiere un periodismo más libre. Lo que estamos haciendo ahora es un periodismo de sobrevivencia. ¿Cómo exigir a los periodistas de Juárez que hagan más de lo que están haciendo, como están las cosas? El gran drama del periodismo ahora es la autocensura. Ya no son los caciques, ya no es el gobierno. Cuando un reportero llega a la redacción, abre su computadora y empieza a escribir, primero piensa y calcula qué es lo que el narco va a pensar. Estoy hablando del periodista honrado.


Pero entonces la autocensura parte del miedo.

Bojórquez – Ríodoce: Sí. Voy a poner un ejemplo: el año pasado mataron a Marcial Fernández, hijo de un gran narco en Sinaloa que después agarraron [Manuel Fernández “el Animal”]. La policía se dio cuenta, inmediatamente llegó y cuando estaban viendo el cuerpo llegó un grupo armado –para esto ya habían llegado algunos fotógrafos–, y se lo llevaron. Los fotógrafos empezaron a tomar fotos y los propios policías les dijeron “no tomes fotos, no se publica nada de esto”.

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A la semana siguiente hicimos una crónica en donde relatábamos el hecho, pero también que la propia policía había inhibido el trabajo de los periodistas y que a partir de esa advertencia los periodistas y los periódicos no publicaron nada, ni una sola foto, ni una sola nota en toda una semana, hasta que nosotros publicamos la nota. Cuando tú escribes esa nota, tienes que calcular qué va a pensar el papá del muchacho, porque ya nos habían dicho que era un narco pesado –y nos dijeron que era un michoacano, que era de línea dura–, y repasarla bien –“quita esta línea, este párrafo”. Así, la publicamos. La gente quiere periodismo de profundidad, pero no lo puedes hacer. Tienes que medirle todos los días, porque un error te cuesta la vida.


¿La autocensura viene también del miedo en Juárez?

Minjáres – El Diario: Sí. Del miedo y de la impunidad. Es muy difícil callar, porque en Juárez hay una tropa gigante de reporteros y de medios de comunicación y si tú no informas, lo va a informar otra persona; pero sí tienes que medir la información que vas a dar a conocer.


En cuanto a la presión desde el Estado para que ustedes caigan en la autocensura, ¿cómo lo vives tú, Ricardo?

Castillo – El Sur: De entrada hay que explicar que nuestro medio no se caracteriza por la nota policiaca. Somos un periódico político. Justamente por eso, siempre se caracterizó por ser un medio incómodo para los gobernantes, y los dieciocho años que tiene de juventud el periódico dan constancia de eso. Hemos tenido conflicto con el gobernador Ruiz Massieu, con Rubén Figueroa Alcocer, con Ángel Aguirre, con René Juárez, con Zeferino Torreblanca. Cuando se da esta mezcla de los asuntos del crimen organizado, lanzamos la voz de alerta del hecho de que el caso de los ataques contra El Sur pudiera ser un caso emblemático del río revuelto: es decir, ahora los políticos y los gobernantes tienen la excusa perfecta para decir que quienes atacan a los medios solo son las bandas del crimen organizado. Nunca vamos a saber, por estos niveles de impunidad de la que todos hemos hablado, quién ordenó atacar a balazos nuestra redacción el 10 de noviembre del año pasado, pero sí tenemos claro el contexto en que se desarrolló: una campaña de ataques encabezada por el propio gobernador Torreblanca.


Este nuevo ingrediente de presión, la presión desde el Estado, más de la vieja usanza mexicana, no se ha ido en ningún sentido. En Sinaloa ¿cómo se vive?

Bojórquez – Ríodoce: Las presiones que nosotros hemos recibido del Estado han sido más bien económicas. Nosotros fundamos Ríodoce en 2003, y se nos empezó a acercar mucha gente –empresarios, académicos, políticos–, y lo que hizo el gobierno de Juan S. Millán Lizárraga fue hablar con algunos de ellos y retirarlos del proyecto. Un alto funcionario nos dijo que la estrategia de Millán era matarnos de hambre, pero seguimos; el periódico se empezó a vender en la calle (el 50% de los ingresos de Ríodoce provienen de la venta de ejemplares en la calle). Luego vino el sexenio de Jesús Aguilar Padilla, con quien mantuvimos una relación más o menos cordial, pero llega Mario López Valdez con su aura de demócrata y resulta que aplica la misma receta de Millán: nos bloquea la publicidad. No veo presiones de otro tipo.


Estás describiendo expresiones del México de ayer, en donde uno muere lentamente porque no sigue la postura oficial, pero no lo van a matar aquí a la vuelta porque publicó una nota. ¿El resto está de acuerdo?

Minjáres – El Diario: No sabría decirlo en términos administrativos, pero sí ha habido muchas presiones. Por ejemplo ahora en el contexto del programa Todos Somos Juárez, que impulsó el gobierno federal, el periódico ha sido siempre muy crítico. Y sí ha habido esa presión de quejas, de que buscan acercarse contigo y te dicen “me estás golpeando mucho” y no te dan información.

Moreno – Milenio Diario Laguna: En nuestro caso, somos una red muy grande de medios y eso te arropa. Las presiones de los gobiernos sí son muy fuertes en el terreno editorial pero establecimos la estrategia de dividir la parte administrativa de la parte editorial. Finalmente, la propuesta de Milenio es que un buen periódico es un buen negocio, y un buen periódico debe tener información dura y ser poco complaciente con el poder. Sí estamos más solos en el terreno de la inseguridad, porque no hay una percepción sensible del centro hacia las regiones que están padeciendo el problema de inseguridad. De pronto te dicen “estás exagerando”; bueno, tanto hemos exagerado que ya hay tres víctimas. La ciudad de México se convirtió en un paraíso, entonces es muy difícil que alguien de acá comprenda lo que estamos viviendo: el estrés, la colitis nerviosa, la hipocondría, la paranoia…

Rincón – Frontera: Con nosotros la censura del gobierno ha sido parcial y se ha tratado de limitar información. Por ejemplo, publicamos hace dos semanas sobre el índice delictivo del orden común en Baja California: por cada mil habitantes se cometían mil doscientos delitos (en el Distrito Federal se cometen quinientos, en el Estado de México setecientos), y nos responde de inmediato el gobernador que estaban amañadas las cifras. “Infórmate bien e informa bien”, dijo en una conferencia de prensa en Mexicali, para que los demás medios lo reprodujeran. Hemos visto cierta represión en ese tratar de desvirtuarnos ante los demás medios.

Castillo – El Sur: Para ilustrar más nuestro caso, nosotros fuimos víctimas de boicot publicitario, pero también fuimos objeto de auditorías de parte de la Secretaría de Finanzas del estado por el pago del 2% de impuesto sobre la nómina, cuando ya se había constatado que todo estaba en orden. Fuimos también objeto de una demanda por diez millones de pesos por daño moral del hermano del gobernador Torreblanca, por una serie de reportajes sobre su posible participación en licitaciones de construcción de escuelas con la Secretaría de Educación del gobierno de su hermano. Fue detenido el director general del periódico para declarar con policías ministeriales por haber escrito un artículo de opinión sobre el asesinato no aclarado, hace casi dos años, del líder del Congreso del estado, Armando Chavarría Barrera. Todas estas acciones son muy ilustrativas de estos ataques, que después escalaron, o creemos que escalaron, a niveles de violencia que tuvieron que ver con el ataque a balazos que sufrimos. O la posterior amenaza anónima, en marzo pasado, de un segundo ataque después de que nosotros publicamos que el gobernador usaba en beneficio personal un helicóptero adquirido con recursos federales de la Secretaría de Salud que había sido comprado originalmente para trasladar mujeres embarazadas desde la marginada región de la montaña. De modo, pues, que esta serie de agresiones desde el poder pueden ser muy variadas, a veces sutiles y a veces directas.

Moreno – Milenio Diario Laguna: Me parece que eso se puede vencer con rigor periodístico. De pronto somos muy poco profesionales cuando publicamos información sin una fuente confiable, sin un documento o un dato duro que la respalde. Y ahí sí tendríamos que hacer una reflexión de que, es cierto, nos falta capacitación, y los directivos, y lo digo con mea culpa, tenemos que exigir esa preparación para la gente que depende de ti. ¿No te quieres meter en el tema del narco? Correcto, pero está el otro tema, de la corrupción y la impunidad, donde sí te puedes meter.


Cuando uno escucha todo esto, llega a la conclusión de que la libertad de expresión en México está completamente amenazada. ¿Qué se puede hacer realmente para proteger la labor periodística? En Colombia se partió de un acuerdo por la discreción, que sí marcó un parteaguas en cuanto a protocolos de cobertura.

Minjáres – El Diario: Tomando a ese gran referente colombiano, en Chihuahua se firmó en agosto del año pasado el Protocolo de Seguridad para Periodistas en Situaciones de Alto Riesgo, pero es letra muerta, un documento que no se consensuó, salvo con las asociaciones de periodistas.

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Después de leerlo a conciencia, los periodistas que estamos en el ejercicio diario vimos que fue la oportunidad que buscó el Estado para tratar de establecer sus criterios. Por ejemplo, establecía “no hacer preguntas incisivas si no tenemos elementos”. Aparte de esto, lo bajaron estrictamente del protocolo colombiano, y si bien es cierto que Ciudad Juárez se ha colombianizado en muchos sentidos, tenemos únicamente la dinámica del narcotráfico, no tenemos la guerrilla.

Bojórquez – Ríodoce: Todo aquello que sirva para hacer del periodismo un oficio más libre, disfrutable, menos tortuoso y amenazado, hay que ponerlo en práctica. El gran problema es que el gobierno no está haciendo su chamba. Los protocolos que se han firmado hasta ahora, que son muy poquitos, no han tomado ninguna medida concreta para exigir el fin de la impunidad en los casos no solamente de periodistas, sino el fin de la impunidad en los crímenes que se cometen.

 

 

Es decir, el gobierno no hace costoso el agredir al periodismo.

Bojórquez – Ríodoce: El gran problema de la inseguridad es el Estado, y si el Estado no cumple con eso, vamos a estar siempre amenazados.

Moreno – Milenio Diario Laguna: Y junto a eso, deben involucrarse también los empresarios y los sindicatos. Los sindicatos defienden mucho los recursos que tiene que ganar el reportero, sí, pero también tendrían que exigir el blindaje del reportero, incluso en cuanto a seguros de vida. Por ejemplo, en Torreón, a un reportero no lo aseguran porque es una profesión de alto riesgo. ¿Y qué hay que hacer? Exigir. Hemos entrado en un estado de complacencia tremendo, de complicidad, de inercia, pues del miedo pasas a la apatía, a la deserción incluso.

Minjáres – El Diario: Y de ahí a la renuncia de las libertades. El Diario sí ha invertido en la capacitación de los periodistas, ha financiado dos maestrías en dos generaciones distintas en Estados Unidos, ha buscado seguros e implementar actividades de seguridad más allá de lo editorial, y en lo económico también ha buscado proteger al reportero. Pero sí creo que hace mucha falta capacitación todavía en el estado: de los cuerpos policiacos –que ignoran los derechos–, de los militares, de las fuerzas federales… Ahorita, de las principales agresiones que tenemos los periodistas en Juárez, la mayoría provienen de los cuerpos de seguridad.

Es decir, ¿agresiones que interrumpen la labor del periodista, pero que no necesariamente ponen en riesgo su vida?

Minjáres – El Diario: Algunas veces sí. Por ejemplo, con el nuevo sistema de justicia penal hay un cerco muy grande cuando hay un hecho violento, y tú como periodista, como fotógrafo, intentas por todos los medios sacar una buena nota. Un compañero, por ejemplo, pidió permiso a la propietaria de una vivienda para subir a su techo y tomar la fotografía. Se le acercó un elemento de las fuerzas federales y le dijo “te voy a empujar”. Entonces sí está en riesgo tu identidad física. Sí llegamos a esos extremos.


El Sur no firmó el Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia por las posiciones políticas de algunos de sus promotores, por ejemplo Televisa. Sacando el acuerdo de la discusión, Ricardo, ¿qué hace falta?

Castillo – El Sur: Mucho tomamos de la experiencia internacional, muy en especial del caso de Colombia, pero hay otros casos, como el de Palermo, por ejemplo, en donde fue vital la participación de los medios para movilizar a la sociedad. Y eso es lo más importante, que contribuyamos a la movilización de la gente, porque el estado de miedo que vive la sociedad justamente es un reflejo del estado de miedo que vivimos los periodistas y los medios. Si los medios estamos respaldados por la sociedad, si la sociedad demanda esta información, no va a haber de otra: no solo el crimen organizado se va a ver obligado a tolerar nuestro trabajo, sino el gobierno también se va a ver obligado a respetarlo. Por otra parte, si los medios nacionales dieran prioridad a la información que muchas veces se publica localmente, estaríamos más protegidos. Por lo general, los medios nacionales dan a conocer las notas muy aisladas, cuando pasan, pero si hubieran dado toda la historia, no solo no les sorprendería sino que incluso algunas cosas no pasarían; no se consumarían algunos ataques a los periodistas, por ejemplo. En conclusión, creo que nuestra mejor defensa es sobreexponernos para elevar el costo de cualquier agresión.

Rincón – Frontera: Lo que también nosotros hicimos fue generar contenidos positivos, que cambian el nivel de percepción de la gente sobre qué es lo dominante de la ciudad.

Castillo – El Sur: Con equilibrio. Sin sensacionalismo, en todo caso.


Ismael, me gustaría que, como decano de esta mesa, concluyas.

Bojórquez – Ríodoce: Bueno, esto no tiene conclusión. El periodismo en México ahora vive uno de sus peores momentos, incomparable con lo que hace veinte, treinta años se vivió en los regímenes priistas. Está Colombia como experiencia, pero México es muy diferente. No nos podemos colombianizar por muchas razones; en primer lugar porque tenemos a los gringos, y quien saque a los gringos de la ecuación está equivocado. De hecho pienso que las políticas del gobierno de Calderón frente al narcotráfico no solamente están avaladas por los gringos sino que en muchos momentos están dictadas por ellos. Esta política, a mí me queda claro, del gobierno del presidente Calderón de apoyar a un grupo del narcotráfico para combatir a los otros, me parece una política en el largo plazo equivocada. Ellos parten de que los narcos sinaloenses son más puros. En alguna ocasión Medina Mora, siendo procurador general de la República, dijo en una reunión que al final los únicos que iban a sobrevivir en esta guerra eran los narcos de Sinaloa, porque eran narcos puros. Hay una concepción equivocada si se mira a mediano y largo plazo: el crimen organizado se está internacionalizando y hay una relación cada vez más estrecha entre el crimen organizado mexicano y el italiano, el alemán, el ruso, el japonés, el chino, etcétera. Se van a homogeneizar cada vez más las prácticas del crimen de las cuales los sinaloenses no se van a sustraer. ¿Por qué? Por muchas razones, entre ellas, porque los que dirigen ahora el cártel de Sinaloa ya están viejos y están dejando el camino a los nuevos, que vienen con otra mentalidad…

Sin embargo, como periodistas, lo que tendríamos que hacer es exigirle más al gobierno. Entiendo lo que hicieron en Juárez cuando mataron a uno de sus compañeros –“¿qué quieren de nosotros?”–, pero no me veo diciéndoles a los narcos “bájenle”. Saco a colación un informe reciente de la ONU y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que destaca cómo la fiscalía especial para atender asuntos de periodistas de la pgr ha consignado cuatro casos en seis años; tiene un presupuesto de cincuenta millones de pesos y no se sabe ni en qué los utiliza. A nosotros nos tiraron una granada el 7 de septiembre de 2009 y ni siquiera fueron a hablar con nosotros. El problema, desgraciadamente, no se va a resolver en el corto plazo. Creo que vamos a seguir haciendo un periodismo de sobrevivencia, vamos a seguir trabajando bajo amenaza permanente. Y creo que esto tendrá solución en la medida en que el Estado encuentre la manera de reducir los índices de violencia. ~



Letras Libres agradece al Hotel La Casona las facilidades para la realización de este encuentro.

 

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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