Ruy Pérez Tamayo fue una de las grandes figuras de la medicina mexicana. Cuando los autores de este artículo ingresamos a la carrera de medicina, hace cincuenta años, el doctor Pérez Tamayo ya era una leyenda. A sus escasos 32 años, en 1956, había fundado la Unidad de Patología del Hospital General, que revolucionó a dicha especialidad en nuestro país. En 1974 había sido distinguido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes.
Pero la fama del doctor Pérez Tamayo rebasaba su círculo profesional porque se había convertido, además, en un escritor luminoso. Sus artículos de divulgación de la ciencia y sus libros le habían abierto las puertas a la esfera intelectual y literaria de México. Era obvio que tenía una “doble vocación”.
En su libro Vocación y ética y otros ensayos, el famoso médico y humanista español Gregorio Marañón define la vocación como “la voz que nos llama hacia la profesión”. Su fondo biológico es una aptitud, un talento. Pero todos los seres humanos, dice Marañón, tenemos muchas vocaciones, y son las circunstancias de la vida las que nos empujan en una dirección u otra. Y concluye: “Todo, hasta aquello tan aparentemente insignificante como el correr de mi pluma, tiene un sentido providencial.”
Es interesante constatar que los médicos con frecuencia han hecho de la escritura una segunda vocación. Hay un gran número de notables escritores que fueron también médicos: Rabelais, Chéjov, Conan Doyle, Somerset Maugham, William Carlos Williams, Oliver Sacks. En el mundo hispano sobresalen Pío Baroja y el propio Gregorio Marañón. En México destacan tres médicos jaliscienses, dos de ellos fundadores de El Colegio Nacional: Enrique González Martínez, Mariano Azuela y Elías Nandino.
Ruy Pérez Tamayo pertenece a esta noble tradición. Fue un gran patólogo. Investigó los mecanismos de formación de las fibras colágenas, lo cual hizo avanzar el conocimiento fundamental sobre la cirrosis hepática y otras enfermedades, así como ciertos procesos normales, por ejemplo, la cicatrización. Estudió con enorme dedicación la amibiasis, en particular los mecanismos celulares que dan origen a sus características lesiones. Su libro Mechanisms of disease, que se publicó en 1961, es uno de los dos únicos textos médicos escritos por un latinoamericano que forman parte de la bibliografía para los estudiantes de medicina en Estados Unidos.
Sus presentaciones en las sesiones clínicas del Hospital General y del Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubirán dejaban a sus asistentes deslumbrados. Nadie se las perdía. Eran una rara combinación de un conocimiento profundo, un razonamiento impecable y una exposición elocuente, con frecuencia salpicada de ironía.
Fue, por todo esto y mucho más, un miembro destacado de numerosas sociedades médicas y científicas, nacionales e internacionales.
En la definición de su doble vocación, Ruy Pérez Tamayo fue también un talentoso y prolífico escritor. Escribió sobre los temas más diversos en revistas médicas, literarias y de divulgación general: la evolución del concepto de enfermedad, la historia de la ciencia, el método científico, la medicina asistencial, la ética médica, la Revolución francesa. No paraba de escribir, literalmente. Decía que su deseo compulsivo de escribir era una enfermedad –“la incurable manía de escribir”– cuyo síntoma principal era “el horror a la página en blanco”.
Su amor por las palabras lo llevó también al plano de la conversación. Recientemente, Adolfo Castañón nos recordó que el doctor Pérez Tamayo era un conversador fuera de serie, “capaz de decir verdades incómodas con la elegancia de un samurái”.
Esta intensa actividad literaria y editorial lo llevó a ocupar, en noviembre de 1986, una silla como miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua.
Ruy Pérez Tamayo tuvo un discípulo y amigo que heredó, por la vía tutelar, sus dos talentos, Francisco González Crussí, profesor emérito de patología de la Escuela de Medicina de Northwestern University y uno de los ensayistas médicos más elegantes y perspicaces del mundo. En un maravilloso texto publicado hace un año en esta misma revista con motivo de la muerte del doctor Pérez Tamayo, González Crussí escribió lo siguiente:
De un hombre de ciencia que derramó sus conocimientos sobre las mentes jóvenes durante más de cincuenta años; que tenazmente persiguió la verdad, inspirando a colaboradores y discípulos con el ideal de ensanchar un poco el ínfimo cerco de luz en que vivimos, contra el inmenso océano de oscura ignorancia que nos rodea; y que hizo todo esto mientras escribía textos amenos que nos recuerdan la compleja, fascinante policromía de la condición humana; de un hombre así no me parece exagerado, inverosímil o impropio decir que fue un gran hombre.
Celebremos la grandeza del legado que Ruy Pérez Tamayo nos ha dejado en sus dos vocaciones. ~
Este artículo es una versión ligeramente modificada de una presentación en el homenaje luctuoso al doctor Ruy Pérez Tamayo, organizado por El Colegio Nacional el 30 de enero de 2023. Agradecemos los comentarios del doctor Adolfo Martínez Palomo, coordinador de dicho homenaje.