Solíamos caminar
a la orilla del río
del lado en que el olor de los naranjos se
perdía
con el de los cuerpos putrefactos
de los catanes
que los niños habían abandonado sobre la
arena.
Eran los días
en que la sal del Golfo
nos raspaba la nariz
y la tez del cielo
se volvía la nuestra.
Habíamos aprendido a jugar con el sol
al otro lado del río
donde aún podíamos escuchar
que alguien nos esperaba.
Conocíamos
el lenguaje de las plantas
porque las habíamos contemplado
dialogar con sus sombras.
A pesar de que eso nos reconfortaba
y nos hacía sentir en casa,
nos sabíamos extranjeros
en el lugar al que alguna vez
llamamos patria. ~
(Ciudad de México, 1994) es autor de La temporada de ballet clásico ha terminado (Buenos Aires Poetry, 2019).