Foto: Matías Baglietto/NurPhoto via ZUMA Press

El mundo cultural argentino ante Milei

Muchas de las promesas de campaña de Milei apuntan contra significativas instituciones culturales, científicas y educativas del país. Las reacciones no se han hecho esperar.
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Sorpresa, desconcierto, incertidumbre, miedo, resistencia. Como si fueran las fases de un duelo, esos son los estados por los cuales –no necesariamente en ese orden– ha transitado buena parte de la población argentina desde que en la noche del domingo 13 de agosto se conocieron los resultados de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO). El inesperado triunfador fue Javier Milei, quien apoya sus aspiraciones presidenciales en un discurso ultraderechista que niega los crímenes de la última dictadura y representa un auténtico riesgo para la democracia argentina. Una democracia que este año celebra cuatro décadas de continuidad.

Superado el impacto inicial, el mundo de la cultura vive con especial intensidad tanto los efectos de las PASO como también las expectativas por las elecciones generales, que se desarrollarán el domingo 22 de octubre. No podría ser de otra manera, porque muchas de las promesas de campaña de Milei apuntan de manera directa y explícita contra muchas de las más significativas instituciones culturales, científicas y educativas del país.

En concreto, Milei –asociado ideológicamente con Donald Trump, Bolsonaro y el partido español Vox– anuncia que si llega al poder cerrará el Ministerio de Educación, así como el de Cultura y el de Ciencia, Tecnología e Innovación (además de otra decena de ministerios, cuyo número total pasaría de 21 a 8). Sus planes también incluyen la eliminación de la salud y la educación públicas, de los medios de comunicación estatales y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), entre otros organismos.

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En los primeros días después del triunfo de Milei, las opiniones desde el mundo de la cultura se emitieron de forma individual y espontánea, sobre todo a través de las redes sociales, como acusando la conmoción por lo imprevisto del golpe en las urnas. Sin embargo, en las últimas semanas se han difundido varios pronunciamientos colectivos, como una manera de oponerse de manera organizada, visible y clara a las amenazas que representa la eventual llegada de Milei a la presidencia de la nación.

“Es la primera vez en 40 años de democracia que candidatos con discursos que promueven la violencia social y política, el desconocimiento de toda idea de equidad y, muy especialmente, la reivindicación de la dictadura militar, llegan con grandes posibilidades de triunfo a una elección presidencial”, advierte una carta firmada por numerosos intelectuales como Beatriz Sarlo, Hugo Vezzetti e Hilda Sabato, el editor Alejandro Katz, el cineasta Mariano Llinás y el sociólogo Pablo Alabarces, entre muchos otros.

El texto pide a los otros partidos (sobre todo al gobernante Unión por la Patria, peronista, y a la que hasta ahora era la principal fuerza de oposición, Juntos por el Cambio) un “compromiso explícito”: que en el caso de que haya una segunda vuelta electoral y Milei sea uno de los candidatos finalistas, todos los demás “llamarán a votar a quien lo enfrente, quienquiera que sea”. Por el momento, nadie asumió tal compromiso.

Otra nota, suscrita por más de 1,200 personalidades del ambiente de la cultura –como los escritores Guillermo Martínez, Alan Pauls, Samanta Schweblin y Claudia Piñeiro y el científico Diego Golombek, por nombrar algunas–, afirma que “los fundamentos de la democracia se encuentran ante un abismo de violencia del que será difícil regresar si esta derecha que socava los principios de nuestra sociedad llega al gobierno”.

“Como ciudadanos y ciudadanas del arte, la literatura, la ciencia, el cine, la música, el teatro, la curaduría y de todas las expresiones de la cultura, expresamos nuestra preocupación por el cambio cultural que involucra el negacionismo y la instalación de una cultura de la violencia”, añade el texto.

También intelectuales y artistas de la comunidad judía argentina se manifestaron en una carta abierta contra Milei. Sobre todo, contra “el uso político que realiza del judaísmo, sus textos y sus símbolos”. El candidato ultraderechista dice estudiar la Torá y suele citar frases y personajes judíos, pero el texto –firmado por la cantante Julia Zenko, las escritoras Tamara Tenenbaum y Alicia Dujovne Ortiz y el sociólogo Daniel Feierstein, entre más de 5,200 personas– enfatiza que ya otros “proyectos políticos de similares características en otros lugares del mundo, identificados con Israel, albergaron en su interior expresiones netamente antisemitas y partidarias de otras formas de racismo y discriminación”.

La nota recuerda además que “este candidato ha tenido declaraciones de contenido discriminatorio, misógino, contrario a la diversidad sexual, a la pluralidad política y a la convivencia democrática en general”.

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Parece claro que el ascenso de La Libertad Avanza (LLA), el partido de Milei, es una señal del fracaso de la política. El índice de pobreza superior al 40 % –fruto, entre otras cosas, de una inflación que supera el 110 % anual– es la muestra más clara. Tal contexto se torna el caldo de cultivo para un descontento generalizado y un descrédito de los representantes de los partidos hasta ahora mayoritarios, lo cual se traduce en votos.

El problema es en qué consiste la alternativa: un candidato construido a base de un histrionismo exacerbado, gritos e insultos contra “la casta política” (a la que en sus mítines amenaza con una motosierra), una sobreexposición en los medios y un manejo inteligente y muy eficaz de las redes sociales en internet. Así se encumbró un sujeto para quien la justicia social es una “aberración” y que propone eliminar el Estado (salvo para gestionar las áreas de justicia y seguridad) y que todas las relaciones sociales se manejen como contratos entre privados, sin regulación alguna.

A tal punto lleva Milei sus posiciones que considera legalizar la venta de órganos, ya que para él es “un mercado más”, y como diputado votó en contra de un proyecto de ley para promover la detección de cardiopatías congénitas con el argumento de que eso implicaría “más presencia del Estado interfiriendo en la vida de los individuos”. Cuando le señalaron que esa ley permitiría reducir de forma notoria la mortalidad infantil hasta el año de edad, Milei ratificó que no le importa, porque las decisiones las toma “en función del ideario liberal”.

De ahí que no sorprenda en absoluto el hecho de que su programa de gobierno contemple eliminar casi todos los organismos estatales. Entre ellos, algunos muy emblemáticos, como el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), uno de los objetivos preferidos de los ataques de Milei y sus seguidores. No obstante, esta institución representa una inversión mínima para la economía real: ocupa a unas 29,000 personas y tiene un presupuesto anual de unos 150 millones de dólares, apenas el 0.02 % del producto bruto interno (PBI) del país.

“No hay ningún país que tenga un sistema privatizado de ciencia y tecnología”, apuntó Diego Golombek, uno de los científicos y divulgadores argentinos más importantes de la actualidad, quien destacó la importancia de esta área para el desarrollo de un país tanto en su cuenta de Twitter como en múltiples entrevistas.

Otra de las instituciones a las que apuntan Milei y sus acólitos es el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), cuyo impacto en la economía es aún menor que el del Conicet: da empleo a unas 650 personas y maneja un presupuesto que ronda los 17 millones de dólares anuales. Mucho dinero para cualquier individuo, pero muy poco en relación con la economía de un país (y con la industria del cine).

El director Carlos Sorín se refirió al posible cierre del Incaa anunciado por representantes de LLA: “Es terrible, porque en general los bienes culturales no son como un lavarropas, que se compra y se vende. En general todos los estados cuidan mucho su cultura, invierten muchos recursos en su cultura. Claramente a la cultura no la podés tratar como un producto de mercado, como si fuera un dentífrico”.

Hay que tener en cuenta algo que destacó Golombek: las promesas de Milei “tienen mucho de ignorancia” pero también “de provocación, de estar en el centro de un debate con argumentos que son claramente ficticios”. En tiempos de fake news y posverdad, esa parece ser la clave. Lo admite, de hecho, Agustín Romo, que tiene 27 años y es el director de comunicación digital de LLA: el objetivo es “tratar de controlar la conversación y llevarla para el lado que te conviene. Si no instalás un tema, el chiste es hacer que pisen el palito. Es día por día, es por semana, es la coyuntura y es estar atento”. De hecho, les sale muy bien: dominan la agenda, se habla de lo que ellos dicen. Esa es una de sus claves.

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¿Tiene algún apoyo Milei en el mundo de la cultura? Resulta difícil imaginarlo, dadas sus promesas de campaña. Al parecer, sin embargo, tampoco lo necesita. En todo caso, tiene el apoyo de intelectuales que se reconocen de derecha, como Agustín Laje, un politólogo de 34 años que ganó reconocimiento en los últimos años con sus apariciones televisivas y con libros que sostienen la hipótesis de un “marxismo cultural” dominante (Milei ha calificado a los socialistas como “basura, excremento humano”), niegan los crímenes de las dictaduras latinoamericanas de los setenta y son abiertamente antifeministas, con posiciones que se oponen al aborto incluso en casos de violación.

Y destacamos las edades de personas como Romo y Laje porque es en los sectores más jóvenes donde Milei encuentra a muchos de sus votantes. He ahí un gran caudal de personas desencantadas, que no les creen a los representantes de los partidos políticos tradicionales y se ilusionan con una alternativa. En 2001, cuando la Argentina vivió una enorme crisis y una de las consignas más repetidas era “que se vayan todos”, no había nadie que pudiera sacar partido de ese descontento. Ahora, más de dos décadas después, pero ante una situación más o menos parecida, Milei lo está pudiendo capitalizar.

Lo peligroso es que el llamado “voto bronca” –el voto utilizado no para elegir al que consideras mejor, sino para castigar a los que te parecen peores– puede tener consecuencias nefastas. Como ha destacado Ignacio Montes de Oca en Letras Libres, el termómetro no cura la fiebre. Un voto bronca a favor de Milei puede parecerse mucho a intentar apagar un incendio echándole gasolina. Y puede que después sea demasiado tarde para lamentarnos por las cosas que perdamos en el fuego. ~

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(Buenos Aires, 1978) es periodista y escritor. En 2018 publicó la novela ‘El lugar de lo vivido’ (Malisia, La Plata) y ‘Contra la arrogancia de los que leen’ (Trama, Madrid), una antología de artículos sobre el libro y la lectura aparecidos originalmente en Letras Libres.


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