Se aproxima oficialmente el comienzo de las campañas por la presidencia de la república, aunque de hecho estamos inmersos en ellas desde hace algunos meses. Un observador agudo de nuestra política, que ha sido también un actor relevante de ella, es Jorge Castañeda. En esta entrevista, habla de la participación indebida del presidente en el proceso electoral, de la posible injerencia del crimen organizado, del papel de las fuerzas armadas, de los medios de comunicación, del peso relativo de los intelectuales, de la candidatura de Xóchitl Gálvez y del futuro del liberalismo. Siempre es bienvenida una voz sensata y enterada en medio de la tolvanera de opiniones. Siempre es bienvenida por ello la voz de Jorge Castañeda.
Todavía no comienzan propiamente las campañas pero la cancha ya está desnivelada. Las autoridades electorales se han mostrado muy laxas para aplicar la ley. ¿Hay alguna forma de corregir ese desnivel? ¿Se puede denunciar en instancias internacionales?
Las campañas han comenzado desde hace meses sin que esté previsto en la normatividad. Pero lo verdaderamente preocupante no solo es que las autoridades electorales no estén aplicando la ley sino que está en marcha un proceso asimétrico en el que las mismas autoridades pueden hacer muy poco. Estamos frente a una elección de Estado. Una elección donde, por un lado, participa una candidata del gobierno con todos los recursos financieros, humanos, mediáticos y del Estado a su disposición, y por otro lado una candidata de oposición que solo cuenta con los recursos previstos por la ley, con una aplicación bastante rigurosa. Esto crea una situación muy dispareja. En esta situación, recurrir a instancias internacionales, desde un punto de vista jurídico, probablemente no sea posible. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, incluso el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, son renuentes a meterse en asuntos electorales. Yo lo viví hace 15 años. No les gusta hacerlo. Lo que habría que hacer es denunciar esta situación ante otro tipo de instituciones internacionales: el Parlamento Europeo, el Congreso de Estados Unidos, Amnistía Internacional, Human Rights Watch, etcétera. Comenzar desde ahora con una campaña muy activa y bien financiada para que las elecciones del año que entra sean observadas por grupos internacionales, que no limiten su presencia a unos cuantos días antes de la votación sino que empiecen con la observación desde ahora.
Con el presidente interviniendo ilegalmente, derramando dinero, chantajeando con los programas sociales, ¿no corre el riesgo el oficialismo de que la oposición pida que se anule la elección?
Ese riesgo existe, pero en mi opinión sería un error pedir que se anule el proceso electoral o no participar en las elecciones. Ese error se cometió en Venezuela, con muy malos resultados. La silla no queda vacía, la ocupa el que está en el poder. Lo que se debe hacer es denunciar, dentro y fuera de México. Exigir a los medios de comunicación masiva que informen todo lo que está sucediendo. Que pongan a López Obrador en situación de responder en las mañaneras preguntas sobre estos temas, que el Tribunal Electoral y el INE sientan que existe una presión social y cultural. Convocar manifestaciones para que las autoridades tomen cartas en el asunto. Hay que movilizar a la gente contra la idea de la elección de Estado. Algo por el estilo se hizo en la campaña de Vicente Fox en el 2000 donde también se tuvo que enfrentar una elección de Estado. En ese entonces las denuncias constantes en los medios tuvieron poco a poco un efecto real. Los medios tuvieron que abrirse a la oposición. Lo que ahora se requiere es que los medios informen sobre lo que están haciendo el gobierno y López Obrador a favor de la candidata oficial.
En las elecciones intermedias de 2021 el crimen organizado participó activamente secuestrando dirigentes, candidatos y cuadros. Aunque al día siguiente de los comicios el presidente dijo que este “se había portado bien”, hubo más de 80 muertos en esa elección. ¿Qué papel crees que jugará el crimen organizado en el 2024?
Es difícil saberlo, no anuncian lo que van a hacer. Pero todo sugiere que, a nivel local, sobre todo en relación a las gubernaturas que están en juego, el crimen organizado va a tener algún tipo de injerencia. En los estados es donde pueden llegar a acuerdos con los gobernadores o los candidatos de Morena, como lo hicieron los candidatos que llegaron a esas gubernaturas en 2021. Es lógico pensar que querrán también estar presentes en la elección presidencial. Dada la postura de tolerancia del gobierno, de coexistencia sin concesiones a cambio, que ha sido la política real de López Obrador, se entiende que estén interesados en que esa política continúe. El único antídoto con que cuenta la sociedad es la denuncia, nacional e internacional. Entiendo que eso pasó en 2021 con el informe que la oposición presentó a la OEA. El problema es que muchas personas que proporcionaron información sobre lo que sucedió en los estados no quisieron ser nombradas. Obviamente el anonimato le restó fuerza a la denuncia. Comprendo muy bien sus razones, pero ojalá haya personas que estén dispuestas a salir del anonimato para darle más fuerza a sus denuncias.
En Perú, las fuerzas armadas se negaron a apoyar el intento de golpe de Estado de Pedro Castillo, ¿qué papel consideras que jugará el Ejército mexicano en las elecciones del 2024 si la oposición alega fraude?
Ante una denuncia de fraude por parte de la oposición me parece que el Ejército no haría absolutamente nada, como no lo hizo en el 88 y como no está acostumbrado a hacerlo. No tendría sentido que hiciera algo dado todo lo que ha recibido de parte del gobierno de López Obrador: financiamiento, prebendas, oportunidades de corrupción, etcétera. La pregunta más complicada tiene que ver con el siguiente escenario: si la oposición gana por un par de puntos y López Obrador no acepta la derrota, ¿qué harían las fuerzas armadas? Me preocupa mucho esa interrogante, para la cual no tengo una respuesta.
Los medios de comunicación, sobre todo la televisión abierta, serán también jugadores importantes en el proceso electoral de 2024. Durante los pasados cinco años las televisoras se han mostrado mayormente sumisas, ¿cuál crees que será su comportamiento en el proceso electoral?
En anteriores procesos electorales, en el de 2000, pero sobre todo en el de 2006, la televisión ha tenido que abrirse. Ha abierto espacios en los que los candidatos de los diferentes partidos han podido presentarse. Lo que se espera es que las actividades de los candidatos de la oposición sean cubiertas, que reciban un trato igual. Está también la fiscalización del INE, aunque se ha visto que las denuncias sobre las intervenciones de López Obrador en el proceso y los gastos de Sheinbaum no conducen a nada. Lo importante es que haya una presión ciudadana sobre los medios masivos. Estos, contrario a lo que suele pensarse, sí son sensibles a la presión de la calle. No lo reconocen pero las manifestaciones, las denuncias y las críticas sí son algo que les preocupa. Espero que las televisoras, pero también la radio, sean lo más abiertas posible, no solo en sus programas de opinión sino sobre todo en sus noticieros, que son lo que cuenta. Lo vemos en los medios impresos. En los espacios de opinión la mayoría de los medios impresos en México son muy abiertos y plurales, pero –con un par de excepciones– todas las primeras planas se las dedican al gobierno.
La encuesta/dedazo que ungió a Claudia Sheinbaum como candidata de Morena resultó incruenta pese al pataleo de Marcelo Ebrard. Dado que este no ha roto con el presidente ¿crees que juegue algún papel relevante en el Congreso o que lo destinen a alguna embajada?
Ebrard, con el paso del tiempo, se va volviendo cada vez menos relevante. Le está pasando lo que algunos hemos llamado “el camachazo”. Manuel Camacho Solís, que no se decidió a romper con Salinas en 1994, y luego en el 2000, cuando no quiso unirse a la campaña de Vicente Fox, terminó sacando menos de 1% de los votos. Lo mismo le está pasando a Ebrard. La indecisión es el sello de esa casa. ¿Embajador? El problema con las embajadas es que no dan fuero. La ventaja de la Cámara de Diputados o del Senado, que es lo que le habían prometido, es que sí otorgan fuero. Con la cola que trae desde hace muchos años y con la cola que le pueden inventar, quedar sin fuero es riesgoso. Para él tendría mucho sentido irse al Senado, olvidarse de sus tonterías de ser candidato: no va a ser un candidato relevante en ningún partido. Debería irse al Senado y luego postularse como candidato de México a la Secretaría General de la OEA. Nunca ha habido un secretario general mexicano. Ya nos toca. Ebrard es alguien bien visto por los americanos, ya que ellos saben cómo doblegarlo. También tiene un buen cartel con la izquierda latinoamericana. Esto sería algo muy interesante para él y le permitiría salir del atolladero en el que él mismo se metió.
En los cinco años de gobierno que lleva el presidente no ha dejado de agredir a la prensa y a los intelectuales. A tu juicio ¿qué papel han jugado en estos años los intelectuales? ¿Su voz sigue pesando o la deslegitimación que ha operado contra ellos el presidente ha sido efectiva?
El presidente ha sido eficaz en el sentido de que sí ha habido un proceso de deslegitimación de las voces intelectuales críticas a los ojos del sector obradorcista. Una importante cantidad de intelectuales, que en los últimos 30 años habían creado un público más allá de su círculo tradicional, ya no tienen la radiación y la difusión de antes. Las figuras intelectuales más importantes del país siguen teniendo sus seguidores, sus adeptos, sus simpatizantes, pero solo en su ámbito. Han conservado sus propios espacios, pero en términos generales considero que López Obrador ha sido eficaz en la labor de haber estrechado los espacios en los medios escritos, en la televisión y en la radio. Se puede ver en algo tan simple como las remuneraciones para los columnistas. Pueden seguir publicando, pero les pagan mucho menos que antes, lo que los obliga a buscar otro tipo de ingresos, y eso les quita el tiempo y la concentración que antes dedicaban a escribir sus columnas.
El presidente está operando para que Morena cuente con los votos suficientes para cambiar la ley a fin de que los ministros de la Suprema Corte sean electos por voto popular. Un partido dominando los tres poderes acabaría con la República. ¿Crees factible ese escenario?
Hoy las encuestas –con todo lo cuestionable que son, porque en la medida en que los medios no tienen dinero para contratar encuestas, las encuestadoras tienen que buscar recursos donde hay, y el que paga la orquesta pone la música– en su mayoría no son muy confiables. Pero lo que ellas nos dicen es que no parece haber manera de que Morena sola, aun con el PT y el Partido Verde, logre la mayoría calificada en ambas cámaras para realizar modificaciones constitucionales que les permitan que los jueces, y en particular los ministros de la Suprema Corte, puedan ser electos por sufragio universal. Es poco probable que llegue a ocurrir. Quizá más adelante puedan conseguir o comprar los votos necesarios, sobre todo con el PRI y Movimiento Ciudadano. Sin embargo hay que reconocer que a lo largo de este sexenio el llamado bloque de contención en el Senado, incluso en la Cámara de Diputados, ha resistido. No todo el tiempo y no en todos los temas, pero ha resistido. Es un tema que es igual o más grave que algunas de las reformas que la oposición ha logrado frenar o impedir que se lleven a cabo, por lo que confío que ni en este sexenio ni en el siguiente eso va a resultar.
Has escrito que, aunque se vaya a su rancho, el presidente intentará seguir controlando el gobierno en caso de que gane Morena. Tendrá control sobre el gabinete, sobre los legisladores y una enorme masa de seguidores. Cuenta también con la amenaza de la revocación de mandato. ¿Qué margen tendrá Sheinbaum para gobernar si es que llega a ganar?
Si gana Sheinbaum o Xóchitl, ambas tendrán un margen muy estrecho para gobernar. Xóchitl porque tendría a la mitad del país no solo en contra sino probablemente rechazando la idea misma de su elección. Y Sheinbaum porque, por primera vez en la historia moderna de México, habrá un presidente que deja la presidencia con su popularidad y su fuerza social intactas. Esto no lo ha visto con claridad la comentocracia. Dicen: una vez con la banda puesta, Sheinbaum se va a deshacer de López Obrador como López Portillo se deshizo de Echeverría. Estaremos frente a un caso muy distinto. A menos de que, en el tiempo que falta para la elección, suceda algo dramático en el país, cosa que siempre puede suceder, López Obrador va a dejar la presidencia con una enorme fuerza social, que ha mantenido intacta. Por cierto, se trata de una enorme fuerza social que trajo consigo a la presidencia, a diferencia de todos los presidentes anteriores, incluyendo a Fox, Calderón y Peña Nieto, que llegaron con los votos y punto. López Obrador llegó con los votos, por cierto: más que todos ellos, pero además con una base social enorme, y se va a ir con esa misma base social, un poco más grande o un poco más pequeña, da igual. La idea de que esta va a ser una sucesión presidencial como las anteriores es una idea falsa porque parte de una premisa falsa. Lo que le ha dado a cada presidente la posibilidad de deshacerse de su predecesor fue, además de la investidura y la institucionalidad, la tremenda impopularidad con que dejaron la presidencia. Los casos más obvios son los de Echeverría, López Portillo y Salinas, pero en casi cada caso fue igual: Miguel Alemán deja la presidencia siendo muy impopular, con una situación económica muy negativa. No todas las sucesiones han sido tersas.
Luego del impulso inicial de Xóchitl, da la impresión de que se aplanó su campaña. No se advierte con claridad cuál es su oferta. No está comunicando mensajes claros. No parece que se esté rodeando de los mejores. ¿Qué tanto crees que pese en ella la mala imagen de los partidos que la postulan?
Xóchitl tiene una situación objetivamente muy difícil porque ella –a diferencia de Barack Obama, François Mitterrand, Angela Merkel o Lula–, es la candidata de una coalición de partidos disímbolos, dispares, sin contar con ninguna ascendencia sobre estos. No Obama, pero los otros que menciono fueron candidatos de coaliciones amplias, con la diferencia de haber pertenecido a uno de los partidos integrantes de la coalición que los postuló. Xóchitl no tiene partido, esa es su fortaleza, a eso debe su popularidad, esa es su gran virtud, pero es también su mayor reto. Es comprensible y lógico que no le haya encontrado todavía la cuadratura al círculo, porque a lo mejor no hay forma de encontrarla. También considero que necesita más tiempo para resolver ese problema. No creo incluso que esté solo en sus manos resolver ese desafío. En cuanto a su equipo, no sé cómo está conformado. No sé quién lo integra porque no estoy cerca de esa campaña ni de ella. La conozco hace muchos años. Fui, entre otros, uno de los que intentó convencerla de que fuera la candidata a la presidencia; no tengo la menor idea de cuánto pesó mi sugerencia. Pero desde el momento en que ella decidió lanzar su candidatura no hemos vuelto a tener ningún contacto. Alcancé a verla unos minutos en el Senado, pero nada después de eso. No tengo contacto con ella ni por escrito, ni por teléfono, por lo tanto no sé a quiénes son los que escucha, salvo Santiago Creel y Enrique de Madrid. No sé si el problema corresponde a un problema estructural de los partidos. No quiero juzgar algo de lo que no tengo información.
El populismo, de izquierda y derecha, sigue cobrando fuerza. ¿Qué futuro vaticinas para la democracia liberal? ¿Será capaz de reinventarse?
Hay una tendencia mundial, por lo menos en los países democráticos de Europa, América del Norte y del Sur, y en algunos países asiáticos, hacia lo que se ha dado en llamar democracia iliberal o populismo, de izquierda o de derecha. Una deriva autoritaria, de regresión democrática. Esa tendencia existe, y quizá no existía hace unos veinte años. Por otro lado existen también los contrapesos, el rechazo a estas tendencias. No es posible encontrar un patrón muy claro en la evolución de los gobiernos que muestre que vamos en una sola dirección. Por cada porcentaje de votos que pueda obtener el Frente Nacional en Francia tenemos una elección polaca donde pierde de manera muy significativa la ultraderecha. Por cada elección que lleva a Meloni al poder en Italia tenemos un Lula que derrota a Bolsonaro. Y así sucesivamente. Tengo la impresión de que las cosas son menos claras, menos tajantes de lo que parecen. Hasta ahora en la mayor parte de los países, no en todos, ha habido un rechazo, una respuesta eficaz, decidida, de la sociedad en contra de estas opciones autoritarias. Lo acabamos de ver ahora en Ecuador, donde la gente rechazó la vuelta atrás que representaba el correísmo. En Argentina seguramente veremos algún tipo de rechazo si el resultado favorece a Milei. No soy tan pesimista como mucha gente lo es actualmente, pero en efecto, parece haber una tendencia en ese sentido. ~