Entrevista a Soledad Maura: “Jorge Semprún es una figura fascinante del exilio, pero el exilio es una desubicación permanente”

AÑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Soledad Maura es catedrática en Williams College, Massachusetts, y autora de Ida y vuelta. La vida de Jorge Semprún, cuya edición revisada publica Debate este mes.

Tiene conexión familiar con Semprún. ¿Por qué decidió escribir sobre él?

Hay una conexión familiar, pero no le conocí hasta muy tarde. La conexión familiar era en otra generación. Su madre, Susana Maura, y mi abuelo, Manuel Maura, eran primos hermanos, tenían una relación muy cercana. Eran vecinos y hacían mucha vida juntos. Para mi abuelo y toda la familia fue un golpe la muerte tan prematura de Susana. Se hablaba de ella, y se hablaba de sus hijos que habían acabado en el exilio. Sobre todo de Jorge, que había ganado un premio de filosofía en París. La leyenda de Jorge infiltró la vida de mi madre de pequeña y muchos años después la mía también, pero de una manera muy lejana. Evocadora, pero distante.

Mi primer libro fue una biografía de Constancia de la Mora, prima de Jorge Semprún. Mi primer artículo fue sobre la relación de Semprún con Madrid. Durante unos años algunas personas me insistían en que debía hacer una biografía sobre Semprún, pero intuía que no iba a ser lo mismo escribir sobre alguien que estaba vivo. Y le había conocido en París, pero no a través de mi familia sino de unos amigos en común. Había pasado una tarde en su casa y fue encantador conmigo, y me firmó varios libros para mi madre. Luego coincidimos en Madrid un par de veces, le escribí, y como anécdota, un primo Semprún que vive en San Francisco me pasó una cinta de la última vez que su familia había comido con Jorge en su casa en París. Jorge ya había fallecido, así que me hacía ilusión poder escucharle en un contexto tan personal. Era una cinta de las de antes, que no pude oír hasta que por milagro encontré a alguien que me prestó un cachivache de los años setenta. Era una grabación de toda una comida, pero al principio Jorge les habló a estos primos de mí y de mi madre, a la que conoció en Madrid poco después de que yo le viera en París. Habló de cómo nos había conocido, de que nos dedicábamos a la literatura y la enseñanza. Fue como un saludo de ultratumba, tan inesperado como cariñoso.

Cuando falleció me decidí a hacer la biografía. Supongo que de alguna forma quería investigar e indagar sin agobiar a la persona. Su mujer ya había fallecido también. Sabía, tras veinte años de estudiar y enseñar literatura en Estados Unidos, que su legado internacional no estaba asegurado en absoluto. En España, Francia y Alemania la situación era distinta, pero eso se debía mucho a su personalidad también, a su presencia. ¿Cómo sería su legado sin él? Quería hacer un retrato con este libro, un retrato biográfico de la A a la Z. Había (y hay) muchos más estudios literarios académicos, pero su vida, tan complicada, no se había ordenado cronológicamente y quería plasmar esa trayectoria, y a la vez añadir información nueva y cuestionar los tópicos que siempre rodean a las personas famosas.

Tuvo muchas vidas y facetas. ¿Cuál es la que más le interesa?

La vida que más me interesa es la de un niño, luego hombre, luego señor de pelo blanco, que se enfrentó a unas circunstancias difíciles, inesperadas, trágicas en algunos casos, y que a pesar de estas tenía un motor turbo imparable. ¿De dónde sacaba esa energía? Era como el Carlos Alcaraz de los exiliados, pero también de la Resistencia y de los supervivientes de Buchenwald, y del PCE, y de la literatura y el cine y la política. Y así siguió casi 88 años, siempre devolviéndole la pelota al destino con una fuerza asombrosa. Esa energía y esa capacidad de reinventarse, en alemán, en francés, en castellano, de ganar tantas veces en una vida cuyo destino no paraba de torcerse, me parece impresionante. Por otra parte, la falta de interés en el dinero. Querer salir adelante y disfrutar de lo bueno, claro, eso le interesaba como a todos, pero a diferencia del mundo en el que nos movemos hoy, su motivación en ningún caso fue lucrarse. En ese sentido, era más raro que un poltergeist y a mí esa cualidad me resulta tremendamente atractiva. La fama tampoco le movía. Cuando se pudo haber ido a Hollywood con Costa-Gavras para trabajar en Missing, no fue porque le interesaba mucho más quedarse en Francia y España para no perderse ni un momento de la vuelta de la democracia a su país y la marcha hacia el gobierno del entonces joven y fascinante Felipe González.

Hay mucho interés académico por él, y a la vez tiene un componente de desubicación, con una trayectoria muy singular, cambios de lengua y de países… ¿Complica eso la tarea de estudiarlo, de situarlo en una tradición literaria?

Como académica, puedo decir que a veces nuestro mundo es frustrante. El interés a veces es (para usar la expresión inglesa) como una tormenta en una tetera, pero fuera de esa tetera nadie se entera de nada, ni les interesa lo que hacemos. Por eso la biografía es un género que tiene muchas ventajas. Se puede investigar y hacer un trabajo serio, pero una vida completa en un libro es más atractiva para un lector no académico que un artículo en una revista científica.

Jorge Semprún es una figura fascinante del exilio, pero el exilio es una desubicación permanente. Como él mismo decía: “No tengo nada que contaros sobre el exilio, si lo has vivido no puedo añadir nada, y si no lo has vivido, no lo vas a entender.” Estoy parafraseando, pero se entiende el aislamiento de la condición. Ahora, en el centenario de su nacimiento, se está celebrando su memoria. En Francia han sacado un sello con su foto, se han puesto placas y alguna callecita y un colegio con su nombre. Pero ¿qué pasará el año que viene? En España se le ha tratado peor que en Francia. En París Jorge Semprún era una figura cotidiana, veías sus libros en los escaparates de las librerías, ponías la tele por la tarde y salía hablando con Bernard Pivot en Apostrophes Bouillon de culture. En Alemania se le ha respetado muchísimo, pero no sé qué papel tiene actualmente. Es mucho más fácil tener un legado coherente y longevo cuando eres de un país y ese país te adora y te da cobijo en la vida y en la muerte. Mira qué bien se hace en Inglaterra. Semprún nunca va a ser conocido en el mundo como Virginia Woolf, George Orwell o Ted Hughes, hay muchos ejemplos. Hay exiliados como Salman Rushdie que han logrado situarse mucho mejor, pero en parte, en este caso, porque se ha ubicado en un mundo anglo que le ha dado una acogida de estrella, y ha vivido una vida de escritor pero también de celebridad. El mundo anglo sigue controlando mucho el estrellato y los legados, algo que me parece muy injusto.

¿Qué diferencias más llamativas encuentra entre sus obras y la de otros autores de la llamada literatura concentracionaria?

La literatura concentracionaria es amplia, abarca muchos países y no me da para abordar el tema aquí. Sí quisiera aprovechar para decir que es un género infravalorado y poco conocido fuera de los que se especializan en el tema. Por otra parte, los testimonios de los campos que se publicaron en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado eran todavía algo muy nuevo y que no se sabía cómo clasificar. Me parece importante distinguir entre la literatura concentracionaria (escrita por presos políticos) y la del Holocausto. Semprún decía (en El largo viaje, creo) que él había escogido su destino. Evidentemente nadie elige ser deportado a un campo nazi, pero al unirse a la Resistencia él sabía lo que se jugaba, y su destino era algo que veía como una elección propia, “Me arriesgo”, y esto le daba algún consuelo. Este planteamiento no era una posibilidad para los judíos deportados, y por este motivo, como señalo en mi biografía, hubo tensión entre escritores como Elie Wiesel o Imre Kertész y Semprún. Los tres estuvieron en el mismo campo, Buchenwald, pero no en las mismas circunstancias. Semprún no es Wiesel, ni Kertész, ni Primo Levi. No digo que sea más o menos importante, Semprún tiene mucho interés por ser exactamente quien es, pero no hay que mezclar. Esta distinción fue muy importante al escribir mi libro.

¿Cuáles serían sus influencias como escritor? ¿Tiene herederos?

En cuanto a la literatura, Malraux es una influencia clave, L’espoir, Hemingway, quizás las novelas de aventuras de Zane Grey que leía de pequeño. También es muy importante el cine. Por otra parte, es un estudiante de filosofía y esa preparación le permite dar vueltas y espirales tremendamente originales e interesantes en sus novelas. Algo que llama la atención en su prosa es un ritmo que viene de una repetición muy lograda, repite constantemente frases y palabras, y esta repetición da una velocidad y sonoridad a su voz.

Tendría más herederos si se leyera más, pero un autor que él mismo admiraba y que quizás veía como una especie de heredero literario es Jonathan Littell, autor de Las benévolas (2006).

¿Qué obras suyas prefiere y por qué?

El largo viaje, porque aterriza con esta novela una voz singular, y porque tratando de un tema tan espantoso como la deportación a Buchenwald, mantiene un sentido del humor, una distancia algo fría, y una voz joven. Es una novela ideal para lectores de veinte años, la edad que tenía cuando le deportaron. También me gustan mucho Autobiografía de Federico Sánchez y Federico Sánchez se despide de ustedes. No sé lo que debían de pensar en Francia de estos libros, pero desde el contexto español son muy gosos y de mucho (mal) genio sobre los contextos políticos (el PCE y PSOE, respectivamente). Me encanta Adiós, luz de veranos, un libro conmovedor que rememora la infancia y las distancias recorridas en su vida tan inesperada. De La escritura y la vida, su libro más exitoso, me quedo con partes. No me convence todo.

No nos olvidemos del cine. No hay otra película como La guerra ha terminado, un guion autobiográfico sobre un clandestino del PCE que vive en París (en Île Saint-Louis, nada menos) con su mujer (la espectacular Ingrid Thulin, por supuesto). El papel de “Diego” (alias Jorge Semprún) lo hace su amigo del alma Yves Montand, dirigido por Alain Resnais. Es una película muy especial. Otra que a veces queda olvidada es Las dos memorias, la única película que Semprún dirige (1972-1973), un documental singular que merece ser más conocido porque es una de las películas más iluminadoras sobre la Guerra Civil española.

Me quedo con esta imagen de Semprún: en los años setenta se podría haber metido en el mundo del cine francés o internacional de una forma más comercial. Pero como guionista dio prioridad a proyectos políticos como L’aveu, Z (ambas dirigidas por Costa-Gavras y con Montand como protagonista ), y cuando puede dirigir algo suyo, es un repaso a la Guerra Civil. Esa coherencia y el compromiso político eran lo que le apasionaba más que cualquier tipo de éxito de ventas. Semprún, Costa-Gavras y Montand (de origen italiano) eran tres desubicados en París y les llamaban “los mediterráneos”. ~

+ posts

Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).


    ×

    Selecciona el país o región donde quieres recibir tu revista: