Mi relación con mi gata es menos la de mascota y dueño, y más la de secuestrador y rehén. Vlada, de cuatro años, pasa todas las noches durmiendo pacíficamente en mis brazos como un oso de peluche. Luego, poco después del amanecer, su comportamiento cambia abruptamente: muerde mis manos, piernas y cuello, y maúlla en mi cara con una fuerza que solo puede describirse como beligerante. “Deja de gritarme”, le digo. Ella no lo hace.
Después de que he servido diligentemente su lata matutina de alimento, Vlada queda satisfecha. Duerme hasta la tarde, cuando se acerca a mí en mi computadora, se sienta directamente frente a la pantalla y comienza a golpear plumas y notas adhesivas de mi escritorio hasta que me rindo y le presto atención. En la noche, otra vez en la cama, vuelve a transformarse en un juguete tierno, ronroneando de placer simplemente por estar en mi presencia.
Su cambio de personalidad es como el de Gollum malvado a Sméagol juguetón en El Señor de los Anillos. Incluso hay un parecido físico: siendo una Cornish Rex, Vlada tiene enormes ojos azules y extremidades esbeltas cubiertas de suave pelusa. (A diferencia de un Esfinge, no es calva, como enfatizo a todos aquellos cuyas caras delatan disgusto.)
Como la mayoría de los dueños de mascotas, siempre me he preguntado acerca de la seguramente interesante vida interior de Vlada y si realmente me menosprecia tanto como a menudo sugiere su comportamiento. Así que, cuando un amigo y también dueño de gatos me habló de MeowTalk, una aplicación que graba las vocalizaciones de tu gato y (después de un video de 30 segundos) las “traduce” al inglés, no dudé en probarla.
Mis expectativas eran bajas, por obvias razones. Pero después de pasar algunas semanas grabando los reclamos de Vlada, surgió una personalidad que parecía encajar con la que había estado conociendo, amando y, en cierto modo, temiendo. “¡No te tengo miedo!”, “dijo” Vlada a través de MeowTalk. “¡Estamos peleando!” Y, en otra ocasión: “¡Ahora sí, vamos a pelear!
MeowTalk dice funcionar mediante el uso de aprendizaje automático e inteligencia artificial para descifrar las vocalizaciones individuales de los gatos, desde simples (y para algunos, siempre vigentes) solicitudes de comida, hasta las “más complicadas”, como el deseo de aparearse o cazar. Con un uso lo suficientemente frecuente, asegura la aplicación, incluso se puede entrenar para aprender el vocabulario único de tu mascota o, en el caso de Vlada, sus declaraciones de guerra.
Ciertamente suena a una afirmación arriesgada, si solo consideramos el desafío evidente de la verificación: ¿cómo puedo yo, o cualquier otra persona, diferenciar con certeza las traducciones de las amenazas de Vlada como correctas o incorrectas? Pero mi sensación de que MeowTalk podría saber algo se confirmó cuando comparé mi “historial de conversaciones” con Vlada con las conversaciones de mi amigo con su gato, Pancake.
Pancake, un gato británico de pelaje corto color crema, es tímido, decidido y, según MeowTalk, lleno de amor. Capturas de pantalla de su “habla” muestran un flujo constante de “¡Te amo!”, “¡Estoy enamorado!” y “¡Encontré el amor!” (Con razón mi amigo paga MeowTalk Premium, a un costo de casi 3 libras al mes). Pero, ¿cuánta verdad hay en la afirmación de MeowTalk de “darle voz a tu gato” y –dada la hostilidad latente en las declaraciones de Vlada– es sensato intentarlo?
“Sabes que los gatos tienen sus propias personalidades; eso se refleja en las vocalizaciones”, me dice Javier Sanchez, cofundador de MeowTalk, durante una videollamada desde su casa en Seattle. Sanchez se inspiró para crear MeowTalk después de enterarse de Susanne Schötz, profesora de fonética que estudia la comunicación entre gatos y humanos en la Universidad de Lund en Suecia, y su libro The secret language of cats (Schötz no respondió a mi solicitud de entrevista por correo electrónico.)
En ese momento, Sanchez trabajaba como consultor en Amazon. Se preguntó si era posible crear un dispositivo similar a Alexa para gatos, ya que parecía haber un vacío en el mercado. (“No les importan los gatos”, dijo Sanchez sobre Amazon en una entrevista de 2020). Su visión inicial era un collar que traduciría el habla de los gatos en tiempo real y “en la voz de Samuel L. Jackson”, según Sanchez. Pasó más de un año explorando la idea, pero no pudo encontrar una batería que fuera lo suficientemente liviana y duradera. “La tecnología no está lista”.
MeowTalk fue un punto medio. Junto con un equipo de ingenieros (muchos, al igual que Sanchez, son empleados actuales o antiguos de la empresa tecnológica Akvelon, con sede en Washington), Sanchez entrenó a la inteligencia artificial para detectar y asociar maullidos específicos con uno de los propósitos descritos, utilizando a sus propios cinco gatos como sujetos de prueba.
En una llamada en Zoom, Sanchez sostiene a Mongo, un esponjoso gato gris y blanco, para que conozca a Vlada. Se miran mutuamente con desgana, como niños obligados a presentarse por sus padres. Según el historial de MeowTalk de Mongo, probablemente esté pensando en comida, dice Sanchez con pesar. “Algunos gatos simplemente no tienen mucho de qué hablar”.
De hecho, en todas las grabaciones procesadas por MeowTalk, “por lo general es comida”, dice Sanchez. Técnicamente, la aplicación puede distinguir entre 11 “intenciones generales”, aunque “definitivamente hay más” que se pueden agregar, dice. “Los gatos son vocalizadores muy capaces”.
La investigación de Schötz sobre la comunicación entre humanos y gatos ha contribuido en gran medida a definir y categorizar los diversos modos, no solo ronroneos y maullidos, sino también maullidos suaves, gemidos, chillidos, gruñidos, rugidos, trinos e incluso canturreos suaves (“chirridos suaves y débiles”). Los gatos también pueden expresarse melódicamente hacia los humanos, a través de sonidos que Schötz ha llamado de manera caprichosa “Miau-sica”.
Con solo escuchar grabaciones, las personas a menudo podían decir correctamente si el gato que escuchaban estaba en casa, siendo alimentado, o esperando para ver al veterinario. El año pasado, investigadores franceses descubrieron que los gatos reaccionaban al “habla dirigida a los gatos” (como el lenguaje para bebés), pero distinguían entre el habla de sus dueños y la de extraños. No hay duda de que los gatos buscan comunicarse con nosotros y, en ocasiones, incluso pueden ser comprendidos; la complicación en la historia de MeowTalk radica en su pretendida “traducción” al habla humana.
Sanchez es claro: ni él ni ningún miembro del equipo de MeowTalk son etólogos felinos (aunque uno de los cofundadores fue incorporado debido a su artículo de investigación sobre la “clasificación automatizada de vocalizaciones de gatos”). No es “técnicamente correcto” decir que los gatos tienen un lenguaje o vocabulario, dice, “pero tienen un conjunto de sonidos que son consistentes y que todos los gatos utilizan universalmente”.
La inteligencia artificial de MeowTalk fue entrenada con este “conjunto dorado de sonidos”, luego se perfeccionó aún más con datos de usuarios. Según Sanchez, la aplicación ha tenido casi 10 millones de descargas y 12,500 suscriptores de pago, y cada una contribuye a una vasta biblioteca de maullidos obtenidos de la colaboración de la comunidad. “Podemos muestrear eso y usar nuestro oído humano para determinar si nuestro modelo lo hizo bien o mal”, dice Sanchez.
Estima la precisión promedio de MeowTalk en alrededor de 70 por ciento. Para el ronroneo, agrega, “es de 99.9 por ciento”. Pero no necesitas una aplicación para decirte que cuando tu gato está ronroneando, es muy probable que esté contento en un 99.9 por ciento.
Esto destaca una limitación evidente de MeowTalk: en todas las traducciones que no sean las más obvias, los usuarios más o menos tienen que aceptar la aplicación tal como es, incluso si su gato les está diciendo lo contrario.
“No puedes simplemente observar un solo componente de la comunicación”, dice Mikel Maria Delgado, una consultora certificada en comportamiento felino con sede en Sacramento, California. Además de vocalizar, los gatos se comunican mediante el lenguaje corporal y señales de olor, que en gran parte están fuera de la comprensión humana inmediata. Un estudio reciente encontró que los gatos tienen 276 expresiones faciales distintas para interactuar entre ellos; en comparación, los humanos tienen solo 44. “Su experiencia del mundo es cualitativamente diferente a la nuestra”, dice Delgado.
MeowTalk resta importancia a esto para centrarse en las personas. La investigación ha demostrado que los gatos maúllan principalmente cuando están en presencia de humanos, lo que sugiere que no podemos evitar sesgar las entradas de la aplicación, mientras que algunos gatos rara vez vocalizan en absoluto. De hecho, al aparentar ofrecer una traducción directa de nuestros gatos, MeowTalk puede impedirnos escucharlos realmente. “Parte de esto es el deseo de hacer que nuestros gatos sean más parecidos, a nosotros en lugar de permitirles ser gatos”, dice Delgado.
No le impresionó un video tutorial que vio en el sitio web de MeowTalk: “El gato claramente parece irritado, y la aplicación le dice que lo acaricie”, dice incrédula. Compara la aplicación con los “botones parlantes”, populares en las redes sociales, que perros y gatos son entrenados para presionar y así, aparentemente, comunicarse con sus dueños. Es difícil afirmar con confianza que el animal no ha sido influenciado hacia un resultado particular, y mucho menos engañarnos a nosotros mismos pensando que estamos hablando el mismo idioma. “Si interpretas mal esa información, tal vez estás perdiendo la oportunidad de entender a tu gato o ayudarlo”, dice Delgado. Ya puede ser complicado, agrega, identificar cuándo un gato está estresado, enfermo o con dolor, sin que un algoritmo demasiado seguro de sí mismo complique la situación.
Por otro lado, cuando un gato quiere atención, tiende a hacerlo muy evidente, como lo hace Vlada cuando hace todo lo posible por interrumpir mis llamadas de Zoom. En lugar de consultar una aplicación, explica Delgado, deberíamos desarrollar nuestros propios instintos sobre las necesidades de nuestras mascotas y asegurarnos de satisfacerlas. Por ejemplo, a diferencia de sus gatos anteriores, el trío actual de Delgado no es muy afectuoso, y así, dice, “he tenido que encontrar formas diferentes de interactuar con ellos”.
Una de las preguntas que Delgado escucha con más frecuencia es “¿Cómo sé si mi gato me quiere?” Realmente parece preocupar a las personas, dice. “Queremos ser amados; queremos sentir que somos especiales”.
Este podría ser el impacto más significativo de MeowTalk: como forma de halagar el frágil ego de los dueños de gatos, aliviar sus ataduras ansiosas con declaraciones inequívocas de amor. Por supuesto, todos queremos que nuestros gatos digan “te quiero”, pero no debemos confundir MeowTalk, con todos sus tranquilizadores ronroneos y sus arroyos de dulces palabras, con algo que no es. “Esta aplicación está tratando de moldear a los gatos en lo que queremos que sean, en lugar de lo que realmente sienten”, dice Delgado. “Tu gato no es responsable de tu bienestar emocional, pero tú eres responsable del suyo”.
Vlada está dispuesta a morderme para conseguir lo que quiere. Se niega a dejarme trabajar o descansar. Nunca, nunca me dice que me quiere. Pero yo la quiero, y ella llena mi vida de maneras maravillosas e impredecibles –mis incursiones en MeowTalk y la traducción de los gatos son una de ellas. En la relación a veces impenetrable entre gatos y humanos, el amor realmente se parece a abrir esa lata de alimento de manera oportuna, hacer tiempo entre los compromisos laborales para darle caricias en la cabeza y limpiar la caja de arena, sin importar si tu gato expresa su gratitud eterna a cambio. En la rara ocasión en que Vlada me dice “Estoy feliz”, no me engaño pensando que tiene más que ver conmigo que con el paquete de bocadillos de queso en mi mano. Aún así, es agradable escucharla decirlo. ~
Este artículo es publicado gracias a la colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.
es una escritora y periodista independiente radicada en el Reino Unido. Colabora principalmente en The Guardian.