Imagen: NASA

Cinco ideas para entender la próxima década

La inteligencia artificial será cada vez más ubicua y distintos actores protagonizarán una segunda carrera espacial. A la par, la migración y los separatismos provocarán tensiones geopolíticas. Todo ello le dará forma al decenio que comienza.
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En 1911, Thomas Alva Edison escribió para Cosmopolitan –que en ese momento era una revista de interés general– una serie de predicciones para los próximos cien años, entre ellas el arribo de los teléfonos inteligentes y el fin de la pobreza. Su texto ofrece un posible método al intentar hablar del futuro: por un lado, como una evolución de situaciones o tecnologías existentes y, por el otro, como una ruptura con el pasado o, si se prefiere, como una frontera para nuevos comienzos. Presento, en esta línea, cinco ideas para entender la próxima década.

Inteligencia artificial: cada vez más ubicua

La idea básica detrás de la inteligencia artificial es que el pensamiento humano puede ser mecanizado. Bajo este supuesto, encontramos antecedentes en las máquinas lógicas de Ramon Llull o en el trabajo de Alan Turing, pero no fue sino hasta 1956, durante la Conferencia de Dartmouth, que se sentaron las bases de la inteligencia artificial –en términos simples, el desarrollo de máquinas capaces de aprender y realizar funciones mejor que un humano.

A partir de esta premisa, los modelos de inteligencia artificial (IA) actuales están basados en lo que se conoce como Machine Learning, esto es, software capaz de automatizar el proceso de aprendizaje y mejorar a partir de la experiencia. Así, existen distintas “inteligencias artificiales” capaces de vencer a cualquiera en el Go, escribir libros y noticias o cepillar mejor tus dientes. Saben reconocer tu rostro, pero no podrían decir si la estás pasando bien en la foto. Pueden responder un mensaje, pero no poseen la habilidad de interpretar ni entender un texto, mucho menos de aprender un lenguaje

((Contrario a lo que vemos en las películas, tampoco tienen conciencia de sí mismas. ))

. En resumen, la mayoría de lo que se nombra como IA al día de hoy es software que toma decisiones (como aprobar un crédito o censurar una fotografía) a partir de ciertos patrones, pero sin ser capaz de explicar por qué lo hizo. Es importante notar que si el input es incompleto, erróneo o parcial, el output reflejará estos sesgos.

Mientras que es poco probable que la IA alcance un nivel similar al humano en los próximos diez años, lo que veremos es una presencia cada vez más ubicua de su concepto en distintos aspectos de nuestra vida: desde el diagnóstico y tratamiento de enfermedades, hasta el desarrollo de nuestros shows favoritos: ScriptBook, por ejemplo, analiza guiones con el fin de desechar o mejorar un proyecto antes de que sea producido.

El espacio: la próxima frontera

A fines del año pasado, la NASA presentó el róver que explorará Marte a comienzos de 2021

((Además de dicho róver, la NASA desplegará un dron, evento que podría convertirse en el primer vuelo fuera de la Tierra. ))

. El cuarto planeta de nuestro sistema solar es un desierto con una atmósfera compuesta, en su mayoría, por dióxido de carbono. Pese a estas condiciones, dicha agencia confirmó en 2004 la presencia de agua, hecho que despertó la curiosidad científica al tiempo que avivó el sueño de una colonia humana en el planeta rojo.

La idea resulta atractiva no solo por sus implicaciones científicas, sino también por las oportunidades que inaugura: en 2050 seremos diez mil millones de personas, lo que significa un incremento del 25% en medio de la presente crisis climática. Sin contar otros posibles escenarios –una guerra nuclear o la colisión de un meteorito con la Tierra–, la colonización de Marte se presenta como una oportunidad para nuestra supervivencia.

No estamos hablando de ciencia ficción: hay ya diversos planes para llegar ahí en los próximos años, incluyendo el regreso a la Luna en 2024 –recordemos que, en enero de 2019, China desplegó por primera vez un róver en su lado oscuro. Esta segunda carrera espacial, junto al trabajo de empresas como SpaceX o Virgin Orbit

((De forma curiosa, Ikea ha entrado también en la carrera a Marte a partir de un proyecto de investigación. ))

, podría acelerar nuestra conquista del espacio.

 

 

De esta manera, la próxima década estará marcada tanto por avances tecnológicos en materia espacial, como por la pugna entre distintas naciones en esta nueva era astropolítica: el espacio exterior como una frontera más para la seguridad y la lucha por recursos.

Migración: la incapacidad para resolver sus causas seguirá alimentando a la extrema derecha

En 2019, el número de migrantes a nivel mundial alcanzó los 272 millones, equivalente a la población de Brasil, Uruguay y Argentina juntas. Mientras que ciertos flujos son voluntarios, la realidad es que muchos de estos desplazamientos se deben a guerras, persecución, catástrofes naturales y condiciones de extrema pobreza –basta recordar los casos de Venezuela, Myanmar, Siria o Sudán del Sur (estos tres últimos representaron el 57% de los refugiados en 2017) para ejemplificar cada uno de estos escenarios.

En Europa, la década pasada registró un récord de migrantes sin papeles. Junto a la desaceleración económica, esto ha propiciado el crecimiento de la extrema derecha en todo el continente: Alternativa para Alemania se ha convertido en el mayor partido de oposición en ese país, mientras que en España, Vox es ya la tercera fuerza política.

Debido a esto, la mayoría de las economías desarrolladas han iniciado estrategias de contención en los alrededores de sus fronteras. Turquía, por ejemplo, ha recibido a 3 millones de sirios para evitar que lleguen hasta la Unión Europea. Algo similar ha sucedido en la frontera México-Guatemala: en junio de 2019 entró en efecto un acuerdo entre Estados Unidos y el gobierno mexicano para reducir la migración hacia el vecino del norte.

Las tensiones geopolíticas en el Medio Oriente, el estado de tensión en los países de acogida y el oportunismo político de ciertos actores derivará en un alza de la xenofobia y la islamofobia, incluso en países en los que esto era impensable. Recordemos, por ejemplo, los campos de adoctrinamiento en China, los saqueos en Sudáfrica el año pasado o las recientes políticas fascistas en India. En este rubro las perspectivas no son nada alentadoras.

Privacidad: tecnologías en reconocimiento facial habilitarán la hipervigilancia

Ocho de las ciudades más vigiladas están en China –se espera que para 2022 haya una cámara CCTV por cada dos habitantes–, seguidas de Estados Unidos y Reino Unido. Estos dispositivos de vigilancia, junto a software de reconocimiento facial, han convertido en una realidad la pesadilla orwelliana: la hiper vigilancia bajo la excusa de la seguridad nacional.

De acuerdo al Carnegie Endowment for International Peace, más del 40% de países a nivel mundial cuenta con tecnologías similares.

Es claro el potencial que tienen estas tecnologías como herramientas de represión, desde el escrutinio de la vida pública hasta el monitoreo de disidentes –China, por ejemplo, ha obligado a las minorías musulmanes a diversos controles biométricos bajo la excusa de combatir al terrorismo. Si a esto se suma el monitoreo de nuestra vida online –pública o privada– es probable que, en diez años, nuestras nociones de privacidad sean radicalmente distintas. Como dice Li Hongmei en un artículo para la revista TIME, “a los chinos no nos importa la privacidad. Queremos seguridad”.

((Vale la pena revisar la obra False Positives de Esther Hovers, que indaga en este tema. ))

Nuevas narrativas: el mundo que se transforma

Si le hubiéramos preguntado a alguien del siglo XVIII sobre la vida en el siglo XXI, es probable que pudiera imaginar acertadamente ciertos aspectos de ella –por ejemplo, los automóviles como proyecciones lógicas del carruaje o los rascacielos como extensiones de las construcciones de la época. Sería más difícil para dicha persona, sin embargo, vislumbrar transformaciones sociales tales como el fin de la esclavitud (1863), la declaración de los Derechos Humanos (1948) o el progreso en el acceso a la educación, la salud y la igualdad 

Ningún otro momento en la historia ha experimentado tantas transformaciones sociales como el siglo XX, por lo que es probable que veamos más en los próximos años, entre ellas:

Incremento en el vegetarianismo. La crisis climática ha generado mayor conciencia en los efectos nocivos del consumo de carne. Al día de hoy, 5% de los adultos en Estados Unidos se consideran vegetarianos, y se espera que este número vaya en aumento, sobre todo ahora que existen cada vez más alternativas como la carne sin carne.

Separatismos. Gran parte de la estructura geopolítica actual es consecuencia del colonialismo. Pensemos, por ejemplo, en Pakistán e India: dos países creados arbitrariamente por el imperio británico. Ante las incertidumbres globales, las identidades locales continuarán cobrando mayor importancia, por lo que podemos seguir esperando noticias de Cataluña y Kashmir en el futuro.

Cambios en nuestras percepciones en torno al género. El binarismo hombre-mujer se encuentra en proceso de demolición: en 2014, por ejemplo, Facebook agregó 71 opciones de identificación de género en su registro. Dichos debates seguirán presentes en la esfera pública al mismo tiempo que habrá más representación en los medios para distintas identidades, lo que ocasionará que nuestras opiniones al respecto sigan evolucionando.

Polarización social. En épocas de cambio, el pasado y el futuro conviven en pugna. Dicho esto, la polarización social continuará siendo una parte medular de nuestra experiencia online y de la política futura, aunque esto tal vez traiga una consecuencia positiva: un número mayor de personas limitará su presencia en redes –en 2018 vimos, por primera vez, un decremento en el tiempo invertido en Facebook.

Quiero cerrar con una nota de esperanza: el mundo sigue viendo una época dorada de progreso científico y la pobreza mundial sigue a la baja junto a la mortalidad infantil y el hambre. De continuar por esa vía, los presentes escenarios debieran servirnos entonces como medidas cautelares, advertencias ante la indiferencia o la inacción en una década que comienza llena de retos.

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(Tampico, 1982) es narrador. En 2015 publicó París D.F., su primera novela, por la que ganó el Premio Dos Passos. En 2017 ganó el IX Certamen Internacional Sor Juana Inés de la Cruz en la categoría de cuento con el libro Los recuerdos son pistas, el resto es una ficción. Actualmente vive en Barcelona, desde donde mantiene El Anaquel, un blog y podcast sobre literatura y cultura.


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