Decapitar a Stalin

'Libre', de Lea Ypi, es un periplo autobiográfico que se sumerge en la vida cotidiana de la Albania comunista.
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Antes de leer Libre. El desafío de crecer en el fin de la historia, de la profesora de la London School of Economics Lea Ypi, publicado este año en español, solo sabía dos cosas de Albania. La primera es que el albanés Ismaíl Kadaré lleva años en la lista de los nobelables y quién sabe por qué a la famosa Academia sueca no le ha dado la gana de reconocer que se trata de uno de los escritores fundamentales de la literatura europea contemporánea, que es un autor que está a la altura literaria de titanes como Wisława Szymborska, Günther Grass o Milan Kundera, este último fallecido hace poco sin el merecido reconocimiento. Lo segundo que sabía sobre Albania es que en la Antigüedad formaba parte del reino de Epiro, de donde salió Olimpia, esposa del belicoso Filipo II y madre de ese mito de la historia llamado Alejandro Magno. Uno de los últimos apelativos para esta reina fue Estratonice, que significa algo así como “la victoria del ejército”, lo que habla de qué clase de mujer se trataba. Se cuenta que cuando el general Casandro, enemigo mortal de la reina, mandó a sus soldados a ejecutarla regresaron sin haber cumplido la orden: despertaba tal pavor entre ellos la feroz mirada de la epirota que no se atrevieron a acercarse a ella. Así que Casandro tuvo que ir y asesinarla él mismo.

Por esta razón el libro de Lea Ypi me hizo pensar en Olimpia: en una reciente entrevista para el programa Deep thought, del canal Arte, la autora habló de las mujeres de su familia y por extensión, me pareció a mí, de las albanesas, y cuando le preguntaron qué las diferenciaba de los hombres, respondió que ni su madre ni su abuela se consideraban inferiores a ellos en nada. “Aunque la sociedad las colocase en posiciones de inferioridad, ellas volvían esa dinámica contra sí misma y encontraban modos de apropiarse del poder a pesar de que ambas vivían en un mundo de hombres. Esto fue muy importante para mí cuando me mudé y me fui a otro país, especialmente porque, como migrante, cuando te vas a otro país, la cuestión de la integración se vuelve vital. Piensas que te encasillarán. ¿Cómo salir de ese encasillamiento? Hacerlo exige mucha confianza en una misma, una confianza que a mí me otorgaron esos modelos de mujer con los que crecí, que tenían enorme confianza en sí mismas”.

Y he aquí uno de los ejes de Libre, que no es verdaderamente un ensayo sino que se enmarca en ese delicioso género que son las memorias y, en este caso, las memorias de la infancia (lo que la emparenta con esa joya del grecosueco Theodor Kallifatides, Otra vida por vivir). Querría calificarlas como una bildungsroman, o novela de formación, pero la verdad es que, para ese texto, a esa palabra habría que suprimirle el roman: no es una novela, pero sí es un relato extraordinariamente bien contado, y si yo quisiera que el lector corriera a leer este libro, le diría que no pocas veces, mientras lo leía (y lo leí de un adictivo tirón), no pude evitar esa clase de carcajada que sacude todo lo familiar al pensamiento «que tiene nuestra edad y nuestra geografía», como diría Foucault, pues en las páginas de este libro se halla lo que te interpela y te describe, aunque sus palabras hayan nacido a miles de kilómetros de tu origen.

Ypi, nacida en Tirana en 1979, relata su infancia y su adolescencia, que coinciden con los años finales del comunismo en su país y la desaparición de la Unión Soviética. Cualquiera que haya leído La insoportable levedad del ser, La broma o cualquier libro que analice con mirada crítica la vida en los países de la Unión Soviética, percibirá el aire de familia que guarda el texto de Ypi con ellos: sin embargo, ella se va por una senda novedosa o, al menos, que he leído poco. Su análisis no solo es una condena al comunismo albanés, sino una indagación, más que una explicación. Ella misma relata, en el epílogo, que el libro lo ha escrito por razones que van más allá del análisis intelectual, y es apropiado citarla in extenso, porque ella sola se explica de maravilla: “A mi madre le cuesta entender por qué enseño marxismo e investigo sobre Marx, por qué escribo artículos sobre la dictadura del proletariado. A veces lee mis artículos y le parecen desconcertantes. Ha aprendido a sortear las preguntas incómodas de nuestros parientes. ¿Creo de verdad que esas ideas son convincentes? ¿O factibles? ¿Cómo es posible? La mayoría de las veces, mi madre se guarda sus críticas para sí misma. Solo en una ocasión me comentó que un primo dijo que mi abuelo no había pasado quince años encerrado en la cárcel para que yo me marchara de Albania y me dedicase a defender el socialismo. Las dos soltamos unas risas incómodas y después hicimos una pausa y cambiamos de tema. Aquello me hizo sentir como si yo fuera cómplice de un asesinato, como si estudiar las ideas de un sistema que destruyó tantas vidas en mi familia ya bastara para convertirme en la persona responsable de apretar el gatillo. Yo sabía que eso era lo que mi madre pensaba en el fondo. Siempre quise explicárselo, pero no sabía por dónde empezar. Pensaba que aclararlo me iba a llevar un libro entero. Este es ese libro”.

Pero el libro de Lea Ypi va mucho más allá de la búsqueda de formulaciones teóricas y razonamientos para su madre: es un periplo textual que se sumerge en la vida cotidiana de entonces, en las causas y las consecuencias y cómo el auge y la caída del comunismo afectó a cada vecino de la calle donde ella creció, a cada niño de la escuela donde estudió, a cada albanés que se había “ajustado” a vivir en una sociedad comunista que, de la noche a la mañana, se transformó en una capitalista, con novedosas ventajas y lamentables carencias, símbolo de lo cual fue el hecho de que las encarnadas latas de Coca-Cola pasaron de ser objetos de gran valor a materiales de desecho, toda una metáfora inversa del pop art. Y como probable resultado, el ciudadano albanés pareció empujado a repetir el poema de la chilena Carmen Berenguer: “Cópulas Cúpulas / Cúpulas Cópulas / y yo siempre debajo”. Además, este lector, como venezolano, no pudo dejar de establecer temibles analogías entre la Albania tardocomunista y la Venezuela que no tardó en consumirse bajo el yugo de una aciaga revolución, que siempre rima con corrupción. El mito del eterno retorno a lo mediocre nos acosa como genoma (del) mal diseñado.

El libro comienza con un episodio hilarante y significativo: la niña que, asustada, se abraza a la pierna de bronce de Stalin para protegerse de una violenta manifestación, pero cuando quiere verle los sonrientes ojos al “tío Iósif”, descubre que la estatua ha sido decapitada. Una de las conclusiones más duras (por lúcidas) del libro se halla al final del capítulo diez: “Nunca sabré quién habría sido yo si me hubiese planteado otras preguntas, si mis preguntas hubiesen recibido una respuesta diferente o si no hubiesen recibido respuesta alguna. Las cosas eran de una manera y después fueron de otra. Yo era una persona y después me convertí en otra”. Es lo que suele pasar cuando te sumerges en el significado y las consecuencias de la libertad. Avisado queda, lector.

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Juan Carlos Chirinos es un escritor venezolano. Su libro más reciente es la novela 'Renacen las sombras'.


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