El vencedor vencido, un viaje a las tinieblas de Hernán Cortés  

Enrique Serna debuta como libretista en la más reciente ópera de Federico Ibarra, que narra la funesta incursión de Cortés a Honduras.
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Extraviado, Hernán Cortés camina en círculos. La selva devora su mente: sus hombres se devoran entre ellos. No se detiene. El extremeño se ha empecinado. Al emprender su expedición a Las Hibueras por tierra, ha desoído advertencias. Ha desdeñado a los dioses. Ha desafiado al tiempo.

Enrique Serna tiene en mente a Joseph Conrad cuando imagina este pasaje tan poco frecuentado por la historia oficial: la funesta travesía que inaugura el ocaso del conquistador. Un viaje al corazón de Tezcatlipoca. En el trayecto asesinará a Cuauhtémoc, el último emperador mexica, y a su primo, el señor de Texcoco, Tetlepanquetzal; arrastrará a la muerte a miles de indios y otros cuantos españoles, y asediado por sus demonios, casi encontrará la suya.

Este pasaje novelesco inaugura también un capítulo en otra historia: la incursión de Serna en el territorio de la ópera.

“Un territorio completamente inexplorado. Al principio iba a tientas. Federico Ibarra –el compositor– me iba dando sus opiniones y a partir de ahí, adquirí un poco más de confianza”.

Ensayos de El vencedor vencido. Foto: Ópera de Bellas Artes.

Ibarra no imaginó una sola nota de El vencedor vencido, su décima y más reciente ópera, hasta que tuvo en sus manos el libreto de Serna. Veinte cuartillas que, escritas en verso y prosa, fueron suficientes para sugerirle una partitura de 120 minutos.

“Toda la música está pensada a través del texto y relacionada íntimamente con él”, explica el músico. “Hay un pasaje al principio en el que Cortés se queja de los tambores que no lo dejan dormir. Con esto ya Serna me estaba dando una imagen musical. Luego el resto de su compañía le dice: ¿Cuáles tambores, si aquí no hay nadie en kilómetros a la redonda? Estas líneas también me sirvieron no solo para idear una música, sino para entrar en el estado mental de Cortés, pues uno no sabe si se estaba imaginando todo”.

Ibarra extrae la música de la musicalidad del texto. De sus acentos y consonancias, del ritmo de los versos, del colorido sonoro de las palabras. El más prolífico compositor mexicano vivo ha escrito varias óperas basadas en textos literarios como Alicia (1995), El pequeño príncipe (1988) o El Juego de los insectos (2007-8). Sus partituras también conceden espacio a la voz hablada, en ocasiones protagónica, como en Alicia: en ella el estelar es interpretado por una actriz, para señalar la presencia de la niña como elemento extraño en aquel reino maravilloso. Es un recurso que también ocupa en esta obra.

La partitura, como en otros trabajos, hace guiños de época. “Aprovecho la música de España que estaba de moda en el siglo XV o XVI, la folía, que utilizo para situarnos en el tiempo, y que cayó muy a propósito porque la palabra tiene varios significados, uno ellos es la locura”.

Ambos artistas se sorprendieron del trabajo del otro: el primer borrador del libreto estuvo listo en tres meses. A Ibarra le tomó tres años completar la obra. No esperaba que el novelista, apasionado del Siglo de Oro, incluyera pasajes en verso. Y este se sorprendió a su vez al escuchar la música inspirada por sus palabras.

***

Cada que termina una ópera, Ibarra dice lo mismo: que quizá sea la última. Además de la dificultad para llevarla a escena con orquesta y dignidad, le resulta muy difícil dar con quien trabajar un libreto. Así se le han quedado varias ideas en el tintero, una de ellas, adaptar alguna pieza de Hugo Hiriart; otra, una obra en torno a la Anunciación de María, que quiso hacer de la mano de Ernesto de la Peña.

Las ganas ganan: cuenta que fue en 1992, cuando se celebraban los 500 años del descubrimiento de América, cuando pensó en componer una ópera al respecto. Pero el leitmotiv: “Sí que se dificulta encontrar un libretista”. La idea volvió a su mente al olor de la conmemoración de otros 500 años: la caída de Tenochtitlan. El aniversario pasó. El destiempo jugó a su favor. Encontró a Serna.

Fue el dramaturgo Carlos Olmos quien le sugirió hablar con el novelista. “Me dijo que también estaba interesado en el mismo tema. Eso me animó mucho”, comparte Ibarra. Olmos los presentó hace más de treinta años, dice Serna, quien por aquel tiempo colaboraba con el dramaturgo para Televisa. También iba con frecuencia a la ópera.

“Federico y yo nos hicimos amigos, nos hemos seguido tratando desde entonces. Comprendo esa dificultad que tiene para encontrar libretistas de ópera porque no es un oficio que esté muy bien establecido. La mayoría lo hace ocasionalmente”. 

Cuando Ibarra le compartió el interés por abordar la caída del imperio mexica, ya tenía el título de la obra, El vencedor vencido. Entonces Serna le sugirió para el argumento otra caída: la del conquistador.

“El episodio de la expedición a las Hibueras me atrae muchísimo. Es un epílogo trágico de la Conquista, en una atmósfera de pesadilla. Se prestaba para que Federico recreara esas atmósferas y creo que lo logró estupendamente”.  

Como en El seductor de la patria, su novela biográfica sobre Antonio López de Santa Anna, a Serna le interesaba el quiebre de un personaje de una voluntad y ambición desmedidas, su imposibilidad de parar. Su soberbia: 

“Ningún suplicio es peor que tu victoria
Melancólico halcón ebrio de altura”, escribe Serna.

Piensa en el coronel Kurtz. La jungla cenagosa como el espejo humeante de un corazón oscurecido que se tragará su osadía y lo arrojará a un destino triste. Pone unas líneas en labios de Tetlepanquetzal: “La tierra que regó de sangre se lo quiere tragar”.

Ensayos de El vencedor vencido. Foto: Ópera de Bellas Artes.

Hace 500 años, en 1524, Cortés emprendió el viaje rumbo a Honduras. Lejos de asentarse para gobernar el reino que conquistó, emprendió la descabellada empresa que tenía la finalidad de detener un alzamiento en el sur y dar un escarmiento ejemplar al rebelde, uno de sus hombres de más valía: Cristóbal de Olid.

Esta es la versión oficial. Para Serna, su motivación era otra. “Yo creo que tenía nostalgia, un síndrome de abstinencia de la adrenalina de la Conquista”, aventura.

“Y a pesar de que le habían dicho que hay una zona muy difícil, pantanosa, y selvática, se va como a un día de campo: llevaba vajillas de plata y un grupo musical, que al final acabó comiéndose entre sí en el momento de la peor hambruna”. Serna aprovecha este pasaje para desplegar su distintivo humor negro, cuando dos de los artistas empiezan a echarle ojo a la pantorrilla del más débil.

A este viaje infernal, Cortés llevó consigo a Malinche, para ese momento despechada: la acababa de casar con uno de sus subalternos, Juan Jaramillo. También llevó como rehenes a Cuauhtémoc y a otros señores a quienes, a medio trayecto, ante el rumor de una posible insurrección, mandó ahorcar. “Sin justicia”, escribe Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.

La travesía duró dos años. De los más o menos cuatro mil hombres que fueron con él sobrevivieron unos trescientos.

“Cortés estuvo a punto de volverse loco. Según algunos de sus acompañantes, cayó, o se aventó probablemente, de una pequeña pirámide. Quedó bastante lastimado, se rompió un brazo, y así tuvo que continuar el resto de la expedición. Era un momento propicio para que él se encontrara con sus demonios”, dice Serna.

“Buena parte de la ópera son sus delirios”, secunda Ibarra. Lo perseguirá también el fantasma de Catalina, su esposa, a quien había estrangulado en España. Lo visita mientras el Vencedor, aquel que fraguó el encuentro entre dos mundos y un sinfín de culturas, yace descalabrado en su hamaca. Resignados a seguir la ruta de aquellos demonios, sus cercanos prefieren ocultarle que han vuelto a andar en círculo.

“Pues no hay amo ni guía más arbitrario
que un hervor de pasiones altaneras
en el alma febril de un solitario”. ~

El estreno mundial de El vencedor vencido tendrá lugar en el Palacio de Bellas Artes, en una producción de la Compañía Nacional de Ópera del INBAL. Habrá solamente dos funciones, una el 18 y la otra el 21 de abril de 2024.

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es periodista cultural. Ha sido editora y conductora de televisión, y sus textos se han publicado en diarios y revistas tanto de México como del extranjero. Actualmente hace periodismo independiente y consultoría.


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