Un cierto optimismo

Peajes de la crítica latinoamericana

Wilfrido H. Corral

Punto de Vista Editores

Madrid, 2023, 384 pp

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Pende ya sobre la producción humanística contemporánea un largo hilo de obras críticas con las recientes derivas que han tomado los estudios literarios. Tal vez hoy pueda hablarse incluso de una tradición de libros que hacen visible el malestar ante el rumbo que ha tomado la crítica, académica y academicista las más de las veces, preocupada más por posicionar una agenda política y teórica que por valorar un texto, una corriente artística, un momento en ella o una correspondencia entre las formas sensibles, digamos la literatura y el cine. Múltiples afectados concurren a la manifestación del descontento: autores arrepentidos por la abstrusa jerga que (no) se puede leer en artículos académicos, por ejemplo. Relegados o jubilados exprofesores universitarios, que han visto caducar los caminos y métodos con que evaluar la literatura, esos que ellos mismos contribuyeron a cimentar. Biempensantes aterrados de la muerte del canon estético que regía las bellas artes, y a la literatura como madre de todas ellas. Radicales alarmados por el abanico de nuevas rebeldías, cuyos autores de referencia ni se imaginaban que podían ser causa de disgusto.

Hay que arriesgar un comienzo de esta tradición, al modo de Edward Said, que aventuraba en Beginnings. Intentions and method (1975) que los inicios son momentos obligados y fundamentales para comprender la separación de las tradiciones de pensamiento. Me arriesgo y propongo el brillante ensayo de Alan Sokal y Jean Bricmont, Imposturas intelectuales (1997), como el hito donde nace el cauce de una crítica literaria que, además de ocuparse de libros, mira con recelo, tristeza, pesimismo o sorna lo que se ha gestado, usualmente desde la academia estadounidense: un berenjenal de modismos, afectaciones y nuevos conceptos que han barrido lo que siglos de pensamiento humanista, ya sea liberal, ya sea conservador, ya sea socialista, habían querido organizar. Pensamiento machista, eurocéntrico, colonialista, victimario, dicen ellos. Pensamiento sensible, emancipador, erudito, legible, razonable, responden los otros.

Así, la crítica literaria es hoy, inevitablemente y más que nunca, la crítica de la crítica. Es decir: escribir crítica y escoger referentes para esa tarea es mucho más que dedicarse a escribir lo que a uno le parece un libro. En el cénit de esta preocupación se encuentra Wilfrido H. Corral (Guayaquil, Ecuador, 1950), quien en su más reciente libro de ensayos, Peajes de la crítica latinoamericana, insiste en la defensa de la figura del crítico y toma el pulso a los autores y ensayistas más relevantes del continente. Corral los disecciona e intenta clasificarlos. Parece también pedir, de paso, un poco de sensatez para seguir practicando uno de los movimientos de pensamiento más nobles: el de la escritura sobre la lectura misma.

¿Hay una poética de la crítica literaria? Corral dice que sí, que esta poética ha construido sus paradigmas desde los orígenes mismos del pensamiento, larvada entre lo mejor de la reflexión occidental, agazapada entre el necesario pesimismo de que no todo lo que produce el ser humano es brillante, y la alegría indescriptible de encontrar un texto, un cantar, una reseña cuya perfección reescribe la tradición, dialoga con ella, la desmiente y la obliga a abrir nuevas sendas. Peajes de la crítica latinoamericana no es un libro de un conservador que añora el tiempo de las buenas cosechas críticas, cuando todavía podían leerse análisis brillantes de profesores universitarios en los periódicos o revistas culturales de los Estados Unidos. Lo reescribo de esta manera: el nuevo libro de Corral es, hasta ahora, el último intento sensato por saber qué pasó con la crítica literaria en Latinoamérica, cuáles fueron los motivos por los que esta se volvió la miel del panal de los hechiceros de la nada, de los vendedores de humo de las aulas de la universidad global.

Una idea que resulta un tanto difusa vertebra el libro: los críticos literarios han de pagar un peaje para continuar ejerciendo su oficio. El peaje ha de ser, en ocasiones, la indulgencia ante el último alarido de las teorías de moda. Otras veces, la resignada aceptación de que, en los últimos años, lo que Monsiváis llamaba “las alusiones perdidas” –el requisito de conocimiento de un mínimo de referentes indispensables de la cultura occidental– es una realidad que casi se puede palpar y, en consecuencia, lo que hoy se publica es una reiteración –una revisión, en el mejor de los casos– de lo que autores canónicos ya habían expresado en sus obras seminales. Es en esta tupida y enredada coyuntura que la crítica ha de abrirse paso. Es este el bosque donde los nuevos escritores depositan sus obras. Mientras todo esto sucedía y sucede, la academia global, formada a modo de la universidad estadounidense, se ha encargado de acaparar los espacios de gestación de formas de producir crítica, y al mismo tiempo, de trasladar sus más urgentes necesidades, sensibilidades, preferencias políticas y miedos al terreno de las humanidades.

Así pues, aparecen en este compendio de ensayos, que el autor ha revisado y desarrollado luego de sus primeras versiones, varias aproximaciones a la cuestión de la hegemonía estadounidense en la crítica de la literatura latinoamericana. Corral toma libros de autores formados en los Estados Unidos y los lee pensando en el panorama académico y cultural de estos días, donde la teoría en boga se valora más que la erudición, y donde la complejidad –a veces, ilegibilidad– de los textos cuenta más que sus referentes o la pertinencia de los argumentos. Además, escribe perfiles intelectuales del mexicano Christopher Domínguez Michael, del venezolano Josu Landa, del estadounidense Anthony Oliver Scott y del argentino César Aira. En una sección dedicada a los novelistas como críticos, asoman José Balza, Enrique Serna, Leonardo Valencia, Patricio Pron y Enrique Vila-Matas. Nombrarlos es de alguna manera no hacerles justicia a las decenas de escritores y críticos a los que el autor acude, enciclopédico, detallista y comparatista como él solo, con Mario Vargas Llosa retratado como el intelectual, el crítico y el novelista modélico, el arquetipo, pues, a partir del que el autor calibra sus juicios y lee a los más jóvenes. Después de una introducción y un prólogo algo nebulosos por su escritura, Corral incluye en Peajes una versión en español de la introducción de Theory’s empire –coescrito con Daphne Patai–, esa imperecedera compilación de aproximaciones sobre y de la más reciente crítica literaria, que prueba que hoy en día el valor real de la teoría para acercarse a un texto literario no es sino una sucesión de modas que resultan en el envío expedito de las ínfulas especulativas al tacho del olvido. Solo por este ensayo el libro ya valdría la pena, pero Corral, quizá como ningún otro crítico latinoamericanista, contribuye cuantiosamente a entender la historia de la crítica literaria en el continente y a tener un estado de la cuestión multivariable, complejo, aunque inevitablemente fascinante.

El resultado de este examen no alcanza para lanzar petardos. Tampoco para desfallecer de tristeza. Las últimas décadas de crítica literaria en América Latina no pueden prescindir de las guerras culturales, los enamoramientos con las sucesivas olas de teoría literaria que se ponen de moda, la censura de la izquierda liberal, los modales neopuritanos y la cantidad ingente de recursos que tiene la academia estadounidense. Tampoco con el arrinconamiento de la crítica hacia lo que parece ser el último lugar donde se la practica, la universidad. La circunstancia feliz que aparece en este horizonte aparentemente desolador y que matiza el pesimismo es la propia obra de Corral, referencia a la que hemos de regresar, una y otra vez. ~

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es crítico literario en Letras Libres e investigador posdoctoral.


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