Gene Tunney fue campeón de los pesos pesados del boxeo entre 1926 y 1928, años en que derrotó dos veces al legendario Jack Dempsey. Se retiró del pugilismo siendo campeón del mundo, con una marca de apenas una derrota en 85 peleas. Su rostro feroz y distinguido lo llevó a Hollywood y al corazón de muchas mujeres.
Hubo un acontecimiento que lo hizo aparecer en la prensa, uno que nada tenía que ver con sus puños sino con su cabeza. El 23 de abril de 1928, fecha en que hoy celebramos el día del libro, Tunney se presentó en la Universidad de Yale para hablar de Shakespeare.
Mencionó que se había topado por vez primera con Shakespeare cuando sirvió como soldado en la Primera Guerra Mundial. Luego de batallar con A winter’s tale al punto de leerla diez veces, pasó a una obra que se volvió decisiva para él: Troilus and Cressida, una obra poco representada de Shakespeare que visita la guerra de Troya en ese momento en que también lo hace Homero.
A partir de ahí, hace comparaciones entre el boxeo y los héroes homéricos. “Áyax era como Jack Sharkey, un tipo grande y ambicioso que no tenía lo que hace falta”. Dijo que la mayor enseñanza que tomó viene del diálogo entre Ulises y Aquiles, que él interpretó como “aprovecha tu mejor momento”, pues la gente olvida fácilmente a quienes salen de los reflectores.
Supongo que el fragmento al que se refiere viene del acto 3 escena 3. Aquiles está muy satisfecho consigo mismo por sus logros del pasado. “Fortune and I are friends.” Sin embargo, sus colegas de armas lo comienzan a ignorar, pues pese a ser un gran guerrero, es un guerrero que ya no pelea. Se lamenta con Ulises porque pasan delante de él como un avaro frente a un pordiosero. “For they passed by me as misers do by beggars.”
Ulises le echa en cara que hay hombres que hacen, mientras que otros dejan que otros hagan. “O heavens, what some men do, while some men leave to do.” No se puede vivir de las glorias pasadas, pues el tiempo lleva un bolso lleno de monedas para pagarle al olvido, un enorme monstruo de ingratitud. Y entonces sentencia el destino de las hazañas del pasado:
Those scraps are good deeds past,
Which are devoured as fast as they are made,
Forgot as soon as done. Perseverance, dear my lord,
Keeps honour bright.
La constancia mantiene el brillo del honor.
Por grande que fuera Aquiles, quien avanza armado hacia el enemigo es Áyax.
The present eye praises the present object.
Then marvel not, thou great and complete man,
That all the Greeks begin to worship Ajax,
Since things in motion sooner catch the eye
Than what not steers.
Le recuerda que alguna vez fue héroe y que podría volver a serlo si no le da por él mismo enterrarse vivo.
The cry went once on thee,
And still might, and yet it may again,
If thou wouldst not entomb thyself alive.
La crónica del New York Times dice que nunca esa sala de la universidad se había visto tan llena ni se había terminado una conferencia con tanto aplauso.
Cuando a George Bernard Shaw le dieron el premio Nobel en 1925, Hollywood se interesó en filmar una película basada en su novela La profesión de Cashel Byron, que trata de las andanzas de un boxeador. Los productores pensaron en Tunney para el papel principal, pero el boxeador leyó la novela y no se sintió entusiasmado.
“Muchas palabras y poca trama, una prosa brillante, ¿pero dónde está la acción? Además, la historia es algo superficial, los personajes muy sentimentalizados, y el propio Cashel Byron es un aburrido orador de radionovela.”
Por su parte, Shaw respondió:
Quizás Tunney sepa más de boxeo que yo. Si cree que puede reescribir el libro y mejorarlo, que lo haga. Tunney tiene razón en tildar mi libro de inmaduro, pero no estoy seguro de que sepa cómo eran los boxeadores en el siglo diecinueve. Cashel Byron estaba contento con recibir una guinea por pelea, mientras que Tunney quiere cien mil dólares.
Luego de defender una vez más su título mundial, Tunney anunció su retiro de los cuadriláteros. La nota de prensa decía: “La carrera de Gene Tunney ha terminado. El campeón se inscribirá en la Sorbona de París para estudiar filosofía”. Para entonces ya había ganado lo que hoy equivale a 36 millones de dólares y era tiempo de “continuar su educación”.
Una vez en Europa, conoció a Shaw y se volvieron grandes amigos. Tras un viaje que hicieron juntos, le preguntaron a Shaw de qué habían hablado: “De todo”, respondió el escritor, y como el periodista le pidió ser más específico, agregó: “De todo, desde la lucha libre egipcia hasta la teosofía de madame Blavatsky”.
Cierta ocasión, Shaw invitó a Tunney a una comida en la que asistirían lúcidos escritores e intelectuales. El boxeador se puso nervioso. “¿De qué les voy a hablar?”, se preguntó. Los invitados rodearon a Tunney y quisieron solo hablar de boxeo.
Muchos escritores se han interesado en el boxeo con un amor que no ha sido correspondido. Los boxeadores pasan de largo ante los escritores como un avaro ante el pordiosero.
Desconozco qué fue de la aventura filosófica de Tunney en la Sorbona. En su vida universitaria queda aquel récord que estableció en Yale, cuando en plan de intelectual, metió quinientas personas a un auditorio; motivo de orgullo para el mismo que, como boxeador, llegó a tener ciento cincuenta mil espectadores. ~
(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.