No hay venenos, hay dosis, y tampoco hay equivocaciones, sino simplemente cosas inoportunas, como esos artistas que dicen que se adelantaron a su tiempo. El éxito inesperado de un libro, según Richard Rorty, es el producto de la combinación azarosa de la obsesión privada de un escritor y las obsesiones públicas de una sociedad. Es lo que ocurrió con Soldados de Salamina o Feria, y con El infinito en un junco de Irene Vallejo, que ha obtenido esta semana el Premio de las Letras Aragonesas. Esa conjunción feliz tiene algo mágico y las industrias culturales tratan de repetir artificialmente el milagro. No es fácil: ya advirtió William Goldman que lo único que se sabe de Hollywood es que nadie sabe nada (aunque disimulen). En política, como en los estudios de cine y en las teles, también fingen saberlo, y una manera de pensar que algo no es inoportuno sino que llega a su debido tiempo es que lo diga el jefe. Quien quiera entender los mecanismos puede hacerlo leyendo el estupendo libro Por así decirlo de González Sainz.
El otro día el presidente del gobierno especulaba con la posibilidad de que los periodistas tuvieran que colegiarse. Evidentemente toda la mandanga de las noticias falsas es solo agitar una charca, porque nada nos gusta tanto a los periodistas como hablar de nosotros mismos. La idea no era ni constitucional, pero qué más. Una fundación de hombres maltratados ha provocado el escándalo: para algunos, la gente puede asociarse si sus ideas nos gustan. La nostalgia de Franco aparece en sitios publicitados (como en un ayuntamiento donde se propone la sandez de quitar placas los nombres de Asunción Balaguer y Paco Rabal) y en lugares inesperados. La ministra de Igualdad, doctora en Derecho Constitucional, dijo que no sabe si legalmente tienen derecho a registrar la fundación, pero que constitucionalmente no lo tienen: el nuestro es un país de creatividad desbordante. La extrema izquierda, en el gobierno desde 2019, dice a raíz de las protestas contra Israel que es urgente derogar la Ley Mordaza: en estos cinco años no ha habido tiempo.
Pero hay alegrías: ha vuelto el amor romántico, que ya no es el Caballo de Troya del heteropatriarcado. El presidente del gobierno está profundamente enamorado. ¿Qué sabrán quienes planteaban examinar si la relación sentimental entre Dolores Delgado y Baltasar Garzón podría generar un conflicto? ¿Qué hay de raro en que una fiscal de memoria democrática sea pareja de un emprendedor de la memoria democrática? ¿Por qué habría de extrañar a nadie que Joaquín Leguina ponga a su mujer como secretaria en la Cámara de Cuentas de la Comunidad de Madrid, que él preside como una joven promesa de la política? Frente a los cínicos, el amor vuelve a estar de moda, como esas prendas que guardaste en el armario y cuánta razón tenías al no querer tirarlas.
Publicado originalmente en El Periódico de Aragón.
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).