Puede que parezca un filósofo y hable como un filósofo, pero no deje que eso le engañe: realmente es un filósofo. Con esta frase modificada del genio de Groucho Marx, quisiera dar respuesta al artículo de Christopher Domínguez Michael titulado “La cancelación de Slavoj Žižek”, publicado en el número de febrero de Letras Libres.
Más que hacer una apología del pensador esloveno, mi propósito es elucidar en torno a lo que implica la figura de Slavoj en la actualidad y el contexto sociohistórico desde el cual proviene para que dicho ascenso y presencia internacional acontezcan. Aunque el artículo en cuestión diserta como una reseña del libro del sociólogo inglés Eliran Bar-El, How Slavoj became Žižek: The digital making of a public intellectual, texto retirado por parte de la University of Chicago Press debido a la inconsistencia del material y sus citaciones erróneas, se muestra marcadamente un recelo crítico –que no es novedad– de parte de Domínguez Michael hacia el filósofo esloveno, incluso al grado de apelarlo, en otro momento, un “payaso”.1 Como psicoanalista-editor, me parece fundamental no dejarse engañar por el contenido manifiesto pop y en su lugar analizar el trasfondo latente.
Domínguez Michael incurre en un error común en cuanto a la figura de Žižek: cuando se trata de reflexionar sobre su filosofía, la magnitud de la presencia del “gigante de Ljubljana” se apodera de los reflectores y opaca el trabajo intelectual que existe en un país como Eslovenia. Es cierto, la figura de Žižek es la más mediática por mucho, a un nivel en donde sus memes, videos en YouTube y películas se han propagado para viralizar sus debates filosóficos y psicoanalíticos, cayendo en la condición posmoderna de reducir todo un sistema de pensamiento complejo a meras frases “intelectuales” que parecen maravillar a las multitudes estudiantiles a manera de TikTok. Sin embargo, Domínguez Michael no logra escapar de esto en su crítica. El grave error que conduce a la crítica de Žižek y a sus críticos es precisamente centrarse en su figura más que en su pensamiento.
Concuerdo con Nicolás Cabral, en su respuesta a Domínguez Michael –que le dedicó su columna dominical al pensador esloveno en la Revista R en 2015–, sobre las molestias que los críticos se toman –o no se toman– en realmente leer a Žižek. En “La cancelación de Slavoj Žižek”, las referencias que menciona Domínguez Michael no parecen superar dos o tres libros del filósofo esloveno, incluso cuando se toma la molestia de releer Acontecimiento (que no es lo mejor de Žižek, por cierto) “para escribir estas líneas”. Sin embargo, esta selección de libros no debería considerarse la columna vertebral del pensamiento žižekiano. Ciertamente, como lo expreso cómicamente en mis seminarios clínicos, para alguien que publica dos o tres libros anualmente, a Žižek hay que leerlo cada tres o cuatro años puesto que por más que prometa no incluir un chiste o una anécdota festiva, él mismo no logra escapar de las trampas de la repetición. Por eso la destreza del lector se encuentra en descubrir las perlas dentro de cada repetición y no dejarse llevar por otro truco más del mago audaz que nos esconde la bolita. Hay múltiples libros que nos permiten adentrarnos al pensamiento del filósofo esloveno –El sublime objeto de la ideología, El espinoso sujeto, El espanto de lágrimas reales, Visión de paralaje o Menos que nada, por nombrar algunos de los más célebres– pero que Domínguez Michael decide no considerar a profundidad. Y claro, en camaradería con Cabral, me parece que esto es un síntoma de nuestra época (no algo particular de Domínguez Michael), sobre todo, de los críticos liberales contemporáneos.
A veces Žižek es certero, a veces falaz. Coincido con Domínguez Michael. Es más, sus afirmaciones siempre son polémicas y provocadoras: votar por Trump, el amor es basura, el huevo Kinder, el “fin” de la pandemia, el himno a la alegría… and so on, and so on. Con algunas concuerdo, con otras no tanto. Pero esto no es de mi interés demostrar aquí, puesto que así se ha erigido su presencia mediática. Lo que quisiera resaltar es que una manera para evitar caer en la trampa del fanatismo publicista de su figura, es entender de dónde proviene Slavoj Žižek más allá de un libro biográfico desacreditado, y comprender que su persona no aparece de manera aislada ni espontánea, sino que responde a toda una tradición de pensamiento esloveno de varias décadas.2
Muy pocos críticos se han dado a la tarea de estudiar a algunos de los colegas y/o contemporáneos con quienes Žižek discute e intercambia puntos de vista, sobre todo, aquellos que lo vieron crecer en Ljubljana. Incluso, aunque el artículo de Domínguez Michael menciona de pasada a Mladen Dolar y Alenka Zupančič (pues el libro de Bar-El los cita) –la popularmente nombrada troika eslovena–, muy pocos se toman la molestia de profundizar en los trabajos filosóficos y psicoanalíticos de estos últimos.3 Es como si se tomasen prestados sus nombres a manera de apéndices cada vez que surge el nombre de Žižek. Me parece que reducir el pensamiento de la “escuela eslovena”, o lo que muchos han dado por llamar la “escuela psicoanalítica de Ljubljana”, a la figura de Slavoj Žižek es ya comenzar con el pie izquierdo (no hay doble sentido intencionado).
Slavoj Žižek no es causa de este movimiento sino es meramente su efecto: su figura es el resultado de un acontecimiento que demanda otro tipo de pensamiento para nuestros tiempos. ~
- Véase Christopher Domínguez Michael, “¿Acontecimiento?”, en Revista R, 1 de febrero de 2015. ↩︎
- Véase la introducción que hago en Alejandro Cerda-Rueda (ed.), Sex and nothing: Bridges from psychoanalysis to philosophy, Routledge, Nueva York, 2016. ↩︎
- Véase, por ejemplo, de Mladen Dolar, Uno se divide en dos (Paradiso editores, México, 2017) y Una voz y nada más (Manantial, Buenos Aires, 2007); y de Alenka Zupančič, Sobre la comedia (Paradiso editores, México, 2012), ¿Qué es el sexo? (Paradiso editores, México, 2021), Ética de lo real (Prometeo, Buenos Aires, 2010), La sexualidad dentro de los límites de la mera razón (Palinodia, Santiago, 2013), Que se pudran. El paralaje de Antígona (Palinodia, Santiago, 2023) y Ser-para-el-sexo, (con Joan Copjec y Rithée Cevasco, Ediciones S&P, Barcelona, 2013).
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