Clásicos de la columna literaria

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A caballo entre el periodismo y la literatura, la columna se ha visto a menudo como un género menor, una intromisión del no especialista en la imperiosa actualidad o, en el peor de los casos, un mero ejercicio narcisista. Sin embargo, numerosos ejemplos demuestran el alcance artístico de la columna. Como otros formatos breves, el artículo de prensa exige capacidad de síntesis, habilidades para atrapar al lector desde la primera línea y el desarrollo, en pocos párrafos, de un estilo propio. Los grandes columnistas han apelado al humor, la divagación, el aforismo, la crítica de las costumbres y la reseña literaria, entre otros recursos, para dar forma a cada una de sus entregas. En ocasiones han respondido a la temperatura de los días, pero en otras se han apartado de la urgencia para dar a conocer las pequeñas epifanías o las calamidades de la vida común. “Artistas del deadline” ha llamado un documental a Jimmy Breslin y Pete Hamill, una descripción que puede aplicarse al resto de los convocados en este número. De Jorge Ibargüengoitia a Dorothy Parker, de Clarice Lispector a Gonzalo Torrente Ballester, de Wisława Szymborska a Natalia Ginzburg y Fernando Savater, Letras Libres ha querido reconocer a quienes, a la par de sus carreras como novelistas, poetas, filósofos o periodistas, han hecho de la modesta columna un arte a la altura de su talento. Una variante del placer que, en una época caracterizada por el ruido y la furia de la opinión pública, debería gozar del favor de los nuevos lectores.


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