Lilia Carrillo, Autorretrato escolar (detalle), 1948, ólea sobre tela. Cortesía de Kurimanzutto.

Lilia Carrillo, a 50 años de su muerte

La prematura muerte de la pintora dejó un vacío en la plástica mexicana. Una exposición en Kurimanzutto demuestra lo perdurable de su obra.
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Tal como se sabe, Lilia Carrillo es la pintora de La Ruptura, el movimiento que dio inicio a arte moderno en México que establece un punto y aparte ante la Escuela Mexicana de Pintura. Era la única en una constelación de destacados artistas varones. No era por supuesto la “representante de género” y confiemos en que las simplificaciones de la época actual no acaben denominándola así. Lo importante es que la galería Kurimanzutto abrió una pausa a su programación de arte contemporáneo y conmemora con Los Lilia Carrillo de Lilia Carrillo 50 años del fallecimiento de la artista.

La decisión de Kurimanzutto es loable, pues si bien Carrillo es reconocida por los especialistas en arte mexicano, las nuevas generaciones no están tan enteradas y la propia artista requiere de nuevas lecturas. No es una retrospectiva, y no aspiró a serlo. El Museo del Palacio de Bellas Artes pospuso para 2025 lo que planeaba fuera la muestra conmemorativa. En tanto, la exposición de Kurimanzutto tiene inicialmente, aunque no exclusivamente, un alto valor testimonial: es la obra que la artista resguardaba en su taller al momento de su muerte y deseaba que se conservara como una unidad.

Lilia Carrillo nació el 2 de noviembre de 1930 y falleció el 6 de junio de 1974, a los 44 años de edad, a causa de un aneurisma espinal detectado en 1970, que truncó su para entonces reconocida trayectoria. Justo antes de que supiera de la condición de su salud que la internaría en el Instituto Nacional de Neurología, la Galería Juan Martín presentaba su última exposición individual. Una parálisis parcial la afectó y durante su rehabilitación ejecutó solo unas cuantas pinturas para el Museo de Arte Moderno (MAM), lo que sería el Museo Tamayo, la Galería Juan Martín y la Galería Ponce de Madrid. Dejó obras inconclusas, que forman parte de esta muestra.

Lilia Carrillo, Autorretrato escolar, 1948. Cortesía de Kurimanzutto.

Hija del Francisco Carrillo, general piloto aviador, vivió con su madre Socorro García desde los cinco años y durante su infancia y adolescencia: la hija única del padre ausente. En tanto amiga próxima de María Asúnsolo, la madre propició su contacto con Juan Soriano, Manuel Rodríguez Lozano, Carlos Pellicer y un vivo entorno cultural. La muchacha nunca dudó de su vocación. Eso resalta en el Autorretrato escolar de 1948, de estilo figurativo, ejecutado a sus 18 años de edad, con el que nos recibe la exposición. La pintora se muestra de medio cuerpo, con una camisola y una pañoleta que sujeta parte de su cabello, ambas llevadas con porte holgado, rebelde y casual, la faz en tres cuartos de perfil y la mirada penetrante dirigida al espectador, el brazo derecho flexionado a la altura del torso y el brazo izquierdo hacia arriba con tenacidad y en postura angular, la mano a la altura del hombro, con la que sostiene con levedad el pincel.

No fue una pintora ni marginada en la plástica de México ni dentro de La Ruptura, sino una artista que, tal como ilustra esta exposición, experimentó en sus inicios su faceta figurativa, aunque varios de los dibujos muestran que en ese periodo ya estaba en busca de su propia ruptura ante las convenciones estéticas y temáticas de la academia predominante en esa época. Inmersa más adelante en la abstracción, acaba también pronto distinguiéndose del abstraccionismo de sus contemporáneos. Instalada con plenitud en esa etapa, la presencia de la figura humana continuó como una constante reformulada dentro de su propia aventura dentro de lo abstracto, ambas en contante mutación. Interesada, atenta y preocupada por el entorno político y social, lo incorporó a su plástica, distante de activismos o militancias.   Debido a estos aspectos, Los Lilia Carrillo de Lilia Carrillo trasciende su propio valor testimonial y propicia un reencuentro vivo con su profunda modernidad.

Carrillo se inició en la pintura a los 17 años con Manuel Rodríguez Lozano y se incorporó a la escuela de artes plásticas de La Esmeralda, donde recibió clases de Agustín Lazo, Antonio Ruiz “El Corcito” y Carlos Orozco Romero. Luego fue becaria en la Casa de México en París, sede de su primera exposición individual. En esa ciudad se emparentó con las vanguardias en la Académie de la Grande Chaumière y participó en una colectiva de artistas extranjeros en el Petit Palais, la primera de muchas a lo largo de su vida.

A finales de esa década formó parte del selecto grupo de artistas que mereció una exposición individual en la naciente Galería Antonio Souza, que exhibió también a Francisco Toledo y Roger von Gunten, entre otros. En 1961 es apreciada con la inclusión de obra de su autoría por parte de la Galería Juan Martín junto a Leonora Carrington, Remedios Varo, Gunther Gerzo y Enrique Echeverría y en la VI Bienal de Sao Paulo, al lado de Manuel Felguérez, Vicente Rojo, Luis Nishizawa, Alberto Gironella, Wlademar Sjölander, Vlady y nuevamente Enrique Echeverría. En 1964, en la Casa del Lago, presentó una retrospectiva y fue incluida en la exposición colectiva inaugural del MAM.

Lilia Carrillo obtuvo en 1965, con su obra Seradis, el segundo lugar del Salón Esso, el memorable certamen para artistas jóvenes organizado por el Instituto Nacional de Bellas Aartes y Literatura (INBAL) que ganó Fernando García Ponce. La polémica es recordada porque no se reconoció a ninguna obra de orientación figurativa e inspirada en el nacionalismo revolucionario, la Escuela Mexicana, que seguía resistiéndose a su deceso por muerte natural o tan solo hacerse a un lado y abrir espacio a nuevas y vibrantes corrientes artísticas que eran una realidad inobjetable.

Lilia Carrillo, Zona de silencio, 1963. Cortesía de Kurimanzutto.

La artista lo mismo incursionó en el diseño de escenografía y vestuario de distintos proyectos escénicos. Solo refirámonos a la escenografía para La ópera del orden, de Alejandro Jodorowsky, junto con Vicente Rojo, Manuel Felguérez y Alberto Gironella. Al lado de distintos escritores y pintores, fue una de las extras de Tajimara, película de Juan José Gurrola filmada en el MAM. Viajó a Lima, La Habana y Bogotá, donde exhibió su obra y estableció vínculos con destacados artistas. Hasta aquí un recuento, necesariamente incompleto, de su fértil carrera.

Los Lilia Carrillo de Lilia Carrillo incluye 59 obras que ilustran distintas facetas de su vida plástica. Inicia la muestra en el primer muro blanco de los tres costados con los dibujos figurativos de sus inicios, de trazos refinados y temáticas tan solo en apariencia realistas, o envueltas en atmósferas perturbadoras, apartándose poco a poco del realismo convencional, junto a muestras de sus bocetos para vestuarios, sofisticados, fantásticos, perturbadores. Paulatinamente transita a la abstracción y al collage, y da inicio a un ejercicio de libertad en el que acude a telas, textiles, recortes de periódicos y revistas y tarjetas postales, donde la figura humana sigue asomándose convulsa entre las contantes alteraciones de su paleta, fluctuante entre las penumbras y las resplandescencias.

Hay una destacada selección de tintas abstractas, inquietantes y delicadas, vigorosas y herméticas a la vez. Aquí y allá, sea con una consciente reserva autoimpuesta o con la decisión de un deseo que reclama volverse explícito, implanta fragmentos de desnudos y falos en el lienzo, integrándolos con la misma solvencia técnica y estremecimiento creativo que los otros componentes de su plástica a sus por propia naturaleza cambiantes composiciones abstractas. En los muros centrales de color fragua 262-03, colocados en ángulo recto, la abstracción aparece de manera preponderante. En general, hay en el montaje una secuencia temporal, aunque no una línea cien por ciento cronológica, y el resultado final confirma que no lo necesita. El tacto que hay en esos ocasionales cortes son delicados y casi imperceptibles.

Aspecto de la exposición Los Lilia Carrillo de Lilia Carrillo. Cortesía de Kurimanzutto.

Lilia Carrillo. La constelación secreta, de Jaime Moreno Villarreal (Conaculta, Era, 1993) es la investigación más importante sobre la vida y obra de la artista, y su reimpresión es una prioridad institucional, al lado de la deseada publicación que acompañe la muestra conmemorativa que eventualmente se presentaría en 2025. Mientras, Kurimanzutto deja testimonio de lo que exhibe con un catálogo bilingüe titulado como la muestra, un sólido y riguroso ensayo de Daniel Garza Usabiaga que apuesta por trascender la noción inicial que circunscribe a Lilia Carrillo como la artista de la “abstracción lírica” y busca el diálogo de su obra con otros artistas, más una línea del tiempo y la lista de obra completa.

La artista casó en primeras nupcias con el filósofo Ricardo Guerra en 1952 y en segundas nupcias con Manuel Felguérez en 1960. Lo conoció durante su estancia en París y fue su pareja hasta su muerte. Es así que sabemos de su deseo de que lo que resguardaba en su estudio no se dispersara, voluntad que cumplió Felguérez, quien a la vez se la trasmitió a Mercedes de Oteyza, su pareja de 1976 hasta su deceso en 2020. Tal como están las cosas, resulta descabellado suponer que el INBAL cumpla con su mandato natural. En el MAM hay obra de Lilia Carrillo. ¿Una dirección más decidida al frente del recinto, más comprometida con el arte moderno bajo su custodia, despertaría el interés de sus patronos?  

La muerte de Lilia Carrillo a tan temprana edad, con una trayectoria tan sólida y un horizonte tan extenso por delante, fue una tragedia para la plástica mexicana. No obstante, a veces las muertes prematuras vuelven más perdurables a sus creadores y sus obras. Es el deseo de muchos que Lilia Carrillo reciba la retrospectiva que amerita y que Los Lilia Carrillo de Lilia Carrillo lleguen a puerto. ~

Los Lilia Carrillo de Lilia Carrillo puede verse hasta el 17 de agosto en Kurimanzutto.

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Es autor del libro digital 80 años: las batallas culturales del Fondo (México, Nieve de Chamoy, 2014), de Política cultural, ¿qué hacer? (México, Raya en el Agua, 2001, y de La palabra dicha. Entrevistas con escritores mexicanos (Conaculta, 2000), entre otros. Ha sido agregado cultural en las embajadas de México en la República Checa y Perú y en el Consulado General de México en Toronto.


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