Agosto, a pesar de todos mis esfuerzos, no se detuvo, como no se detuvo tampoco la rueda de la nueva maquinaria política que gobierna México. Nada contuvo la arrolladora fuerza de Morena y no me detengo en las causas y recursos que la hicieron viable. El punto es que los engranes no se atascaron con nada: la elección le dio más músculo.
La Constitución, diseñada para que otros abusaran de sus vacíos, permitió nuevamente el abuso con distinto color.
Los mensajes de los agentes económicos y las reacciones del mercado no tuvieron impacto en el avance.
La opinión-injerencia-preocupación del gobierno de los Estados Unidos no surtió efecto.
El paro histórico en el poder judicial fue ignorado.
Claudia Sheinbaum no mostró ideas contrarias a las del lopezobradorismo y, para colmo, irremediablemente, llegó septiembre.
Este mes el presidente Andrés Manuel López Obrador hará realidad lo que anhelaba desde 2018: eliminar todos los obstáculos y cuestionamientos a su proyecto. Los electores le dieron la mayoría legislativa y el INE y los tribunales (denlo por hecho) la supermayoría constitucional que arranca esta semana.
En el mes patrio, el presidente Andrés Manuel López Obrador cambiará la lógica de la división de poderes y ganará la partida al que se erigió como muro para detener proyectos energéticos, económicos e institucionales que cumplían con la voluntad presidencial pero no con la ley.
En la temporada en la que recordamos trágicas destrucciones en la historia capitalina, la supermayoría fracturará los cimientos del Poder Judicial con la transformación más radical que ha tenido hasta la fecha, y cambiará las definiciones de independencia interna, independencia externa, imparcialidad y profesionalismo.
Septiembre será testigo de la caída de la carrera judicial y de su sustitución por la elección popular. Este mes escuchará los crujidos de la sustitución de la elección partidista de ministros por la elección oficial de estos.
Hay otros obstáculos que desaparecerán, pero el judicial es un terremoto y más vale comprender el nuevo mundo mexicano y, de manera urgente, los desafíos inmediatos del nuevo régimen. El gobierno de Claudia Sheinbaum será responsable de la remoción de escombros, de la logística para la elección, del estancamiento del trabajo presente de los jueces federales y del riesgo que supone el paro judicial.
Este es el terremoto de septiembre y no, no es un simulacro. ~
es politóloga y analista.
