Foto: claudiasheinbaumpardo.mx

Sheinbaum y el contrapeso de la realidad

Ante un panorama de regresión autoritaria, la realidad será el verdadero límite al poder de la presidenta entrante. Cuatro grandes aspectos podrían frenar la actividad de su gobierno.
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Poco importa ya aclarar si es por venganza personal, locura y soberbia narcisistas o racionalidad de poder –quizá las tres juntas, qué más da. Por instrucciones del presidente López Obrador, un ejército de fanáticos que han renunciado a un ejercicio mínimo de racionalidad y dignidad han enterrado la frágil e imperfecta democracia mexicana a través de un conjunto de reformas –de entre las que destaca la judicial– que inaugurarán la constitucionalidad del nuevo régimen autoritario.

En este desplante de fuerza sin razón participa la presidenta electa, a sabiendas de que recibir y ejercer un poder inmenso, generará graves consecuencias: incertidumbre y miedo a la arbitrariedad y el despotismo en quienes no son seguidores de la llamada 4T.  Hay quienes dicen que la actitud de Claudia Sheinbaum se modificará en cuanto se ponga la banda presidencial ¿Puede haber algo de esperanza de que las cosas serán diferentes a partir del 1 de octubre?

Aunque Sheinbaum intente establecer sus matices y prioridades, la ruta de la regresión autoritaria estará tomada y no habrá vuelta atrás. Ante ese panorama, la realidad será el verdadero límite, el contrapeso último de su poder. En este momento, se pueden identificar por lo menos cuatro “realidades” que, si no son bien manejadas, se convertirán en verdaderos frenos de la actividad gubernamental, que podrían incluso generar diferentes tipos de ingobernabilidad.

1. Las finanzas públicas. Con un déficit de 6% del PIB, equivalente a 1.6 billones de pesos, y la promesa de reducirlo a la mitad el próximo año (lo que equivale a reducir el gasto público en 800 mil millones de pesos), el margen de maniobra presupuestal es prácticamente nulo. Si se le añaden los requerimientos financieros de Pemex, la situación es mucho peor. Si el presupuesto de ingresos y egresos –que la SHCP presentará el 15 de noviembre– sale con cuentas alegres (más gasto para los nuevos programas sociales) y con ingresos no creíbles, sustentados en sus “otros datos”, o con más endeudamiento, la poca confianza que aún pueda existir en la nueva administración se irá por el caño. Esto agravará la segunda realidad.

2. La crisis de confianza de los actores económicos nacionales y extranjeros provocada por las mayorías calificadas de Morena en el Congreso y la inminente aprobación de las reformas judicial y de la desaparición de la autonomía de los organismos reguladores. No hay ningún analista, inversionista ni empresario que no le tema a: a) las consecuencias del enorme poder en manos de legisladores y funcionarios que han demostrado fehacientemente no tener palabra, dignidad y estar dominados o por ideologías en desuso (para decirlo suavecito) o por un servilismo indignante al caudillo; b) que no habrá ni leyes ni instituciones que los defiendan frente a cualquier locura o arbitrariedad de cualquier autoridad. El poder de esta segunda realidad reside en decenas de miles de millones de dólares que pueden salir del país y/o nunca llegar para convertirse en nueva riqueza y empleos. La consecuencia extrema de una salida rápida y masiva de capitales: crisis cambiaria, financiera y económica. El resultado de que nunca lleguen: economía estancada y mediocre, incapaz de generar la riqueza que permita salir de la pobreza y superar los rezagos sociales, además de impedir que crezcan los ingresos públicos que sustentan los programas sociales.

3. La vinculación económica de México a Norteamérica a través del T-MEC. La viabilidad del desarrollo de México depende en gran medida de que la integración comercial, iniciada hace 30 años con el TLC, se profundice no solo con la relocalización de empresas para potenciar el crecimiento económico en los próximos años, sino que también avance en otras áreas como la seguridad energética de la región, la movilidad del capital humano y alianzas estratégicas en materias como seguridad y educación. Avanzar en esa dirección –hacia una segunda etapa de la integración económica vía el nearshoring y eventualmente hacia una integración más del tipo Unión Europea, que propicie un desarrollo mucho más integral– es lo que está en juego con la reforma judicial. Que los gobiernos de E.U. y Canadá nos adviertan que esta se contrapone al T-MEC es porque el acuerdo comercial requiere que los países miembros tengan instituciones democráticas y estado de derecho. Sin eso ya no seremos un socio confiable, como dijeron con todas sus letras aunque en tono diplomático. ¿Pasaremos la evaluación del T-MEC en 2026 con una SCJN integrada por nueve ministros y ministras serviles al partido en el poder y con un millón 400 mil procesos judiciales atorados porque los mil 600 jueces que los atienden serán despedidos en 2027?

Si la falta de confianza de empresarios e inversionistas cancelaría el crecimiento de todo el sexenio, poner en entredicho la permanencia de México del T-MEC y cualquier integración futura más amplia significaría no solo una crisis mayúscula, sino también reducir al mínimo cualquier posibilidad de desarrollo en décadas; una verdadera catástrofe que descarrilaría no solo el gobierno, sino también el país. Pero se trata de una realidad cuya manifestación no será inmediata, y por tanto, el nuevo gobierno la podrá negar y administrar algunos meses.

4. Las condiciones del país. Finalmente, está la realidad de un país colapsado en muchas áreas. Destacan tres: a) las muchas formas de la violencia –masacres, desaparecidos, feminicidios, estados enteros bajo el poder del crimen organizado, comunidades enteras desplazadas y la sordera del presidente López Obrador ante las víctimas, que también es una violencia muy cruel pues se trata de la indiferencia del Estado– ; b) el desastre del sistema de salud expresado en los millones de mexicanos que mendigan atención en las puertas de los hospitales debido a la desaparición del Seguro Popular, la lentitud de la reconstrucción del sistema de compras y abasto de medicinas y la tragedia que significa el abandono de las campañas de vacunación; y c) la tragedia del retroceso educativo: la caída de la matrícula escolar, la destrucción de la enseñanza debido a la ideologización de los planes y programas pedagógicos y el derrumbe de la calidad reflejada en los peores niveles de los estudiantes mexicanos en la prueba PISA.

Frente a estas realidades (y otras muchas como el sector energético), Claudia Sheinbaum enfrenta una gran exigencia, como todo gobierno que inicia: la de ganarse un mínimo de legitimidad derivada de la eficacia en el ejercicio del poder (la legitimidad electoral, la tiene y sobrada). No será fácil, pues para lograrlo requerirá, además de presupuesto que no hay, de políticas públicas que, para ser eficaces, tendrían que ser opuestas a las de López Obrador, lo que implicaría una confrontación que hasta el momento ha evitado. Así, la disyuntiva es complicada: hacer un gobierno diferente y enfrentar la ira de AMLO y sus hordas o construir el “segundo piso” de la 4T y manejar las crisis derivadas de un gobierno con muchas expectativas, cero resultados y el agravamiento de la situación del país. Tapar el basurero que le deja López Obrador con otro más grande.

En política, en economía, en seguridad, los países no tocan fondo. Siempre se puede caer más y más. Cuba, Venezuela, Nicaragua llevan cayendo décadas. AMLO ha podido ocultar el desastre con una narrativa fundada en la mentira sistemática llevada a niveles insospechados. ¿Tendrá Claudia la habilidad y el carisma para replicar esa narrativa de mentiras y lograr que se las crean; podrá mantener una popularidad elevada en medio de un país más destruido?  La otra fuente de respaldo a López Obrador es el dinero repartido vía los programas sociales, los cuales se mantendrán e incluso piensan ampliarse. La pregunta pertinente es si la popularidad que otorgan resistiría la severa crisis económica que vendría si las realidades aquí comentadas se materializan.  ~

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Es especialista en seguridad nacional y fue director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN). Es socio de GEA.


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