1. Casa tomada
Esta primavera se produjo un incidente de interés en las páginas del diario español El País. Uno de sus articulistas más relevantes, el filósofo Fernando Savater, envió un artículo que no fue publicado. Savater lleva treinta años enviando artículos a la misma dirección y jamás le habían rechazado ninguno. El artículo se llamaba “Casa tomada”,1 como el célebre cuento de Julio Cortázar, y aparte de constatar el fracaso de la estrategia negociadora del presidente del gobierno español respecto a eta contradecía un editorial y un artículo anteriores del propio periódico. Como viene siendo costumbre Savater envió una copia del artículo al diario digital Basta Ya, una empresa política fundada, entre otros, por el propio Savater, y con cualquier ánimo menos el de lucro, que se nutre de la filantropía intelectual de sus socios y amigos y que de inmediato lo colgó en su primera página. Así pasaron unos diez extraños días: el artículo de Savater seguía colgado y a disposición de cualquiera en la web de Basta Ya, pero su destinatario inicial, el periódico El País, no lo publicaba. Me interesé por el asunto y escribí una nota2 en mi blog contándolo.
Al cabo de tres días el artículo salió finalmente publicado, aunque en las páginas del diario local El Correo Vasco, otro de los lugares donde Savater colabora. La evidencia de que El País había censurado al primer intelectual español me llevó a escribir otra vez3 sobre ello. Naturalmente cualquier diario tiene el derecho de decidir qué originales publica. Incluso si se trata de originales solicitados, como era en este caso, en virtud del largo contrato intelectual que une a Savater con el que ha sido siempre su periódico. La cuestión importante para mí, sin embargo, era la de constatar un desencuentro algo más que simbólico: por vez primera un artículo de Savater no encontraba sitio en el periódico.
A partir de estas primeras informaciones la discusión se fue extendiendo por internet en los términos fácilmente deducibles; se multiplicó con la confirmación de la censura y llegó hasta el propio diario El País. El canal fueron los comentarios del blog4 recientemente abierto por el periodista Lluís Bassets, director adjunto del diario. El día en que el diario vasco publicaba el artículo de Savater varios internautas empezaron a interpelar a Bassets por el caso. La interpelación tenía sentido: aunque dedica su blog a la política internacional, Bassets es el responsable en primera instancia de las páginas de opinión del diario. Su reacción inmediata ante la proliferación de comentarios fue dar instrucciones para que se eliminaran todos los que se refiriesen al “Caso de la Casa Tomada”. El sistema de moderación del blog, sin embargo, permitía que la mayoría de comentarios de ese estilo apareciesen fugazmente y que sólo al cabo de pocos minutos se eliminaran.
La nueva censura enfadó a los internautas. Algunos empezaron a dejarme copias de sus mensajes5 en el correo de mi blog, y yo publiqué algunos de ellos. La inmensa mayoría de los que llegaban eran perfectamente correctos y se limitaban a pedir explicaciones al responsable del periódico. Después de algunas horas de toma y daca, de envío y borrado, y cuando ya bastantes blogs empezaban a dar refugio a los comentarios censurados, Bassets cambió de opinión y ordenó que la discriminación acabara. Algunos internautas aprovecharon la circunstancia para volver a enviar los mensajes anteriormente censurados.6 El dueño del blog escribió al día siguiente una breve nota embozada sobre el asunto.7
2. El desdeñoso perfil
El “Caso de la Casa Tomada” es muy instructivo sobre algunas de las cuestiones que afectan la relación entre el periodismo e internet. Cabe decir, para empezar, que El País no ha publicado hasta ahora (un mes después de que el filósofo Savater enviara su artículo) un solo detalle de esta historia, ni en sus secciones convencionales ni tampoco en la columna de “El Defensor del Lector”. Tampoco el propio Savater hizo mención en el siguiente artículo que publicó en el periódico. Es decir, el diario ha aplicado los habituales criterios del “caso interno”. El problema es que, gracias a internet, el caso ha sido público desde el primer momento, es decir desde la aparición del artículo en la web de Basta Ya. Es fácil imaginarse lo que habría sucedido hace diez años: la censura a Savater habría quedado en uno de esos sucedidos confidenciales que se unta de mano en mano la pomada habitual de periodistas y políticos. El escaso número de miembros de esa corte, pero sobre todo su carácter endogámico, ya habituado a los sobresaltos del doble circuito informativo, justificarían, probablemente, que el periódico se hiciera el sueco, aunque sólo fuera por meras razones de cálculo. Ahora bien: ¿pueden los periódicos seguir ahora con su pose de desdeñoso perfil, aplicando la máxima de que lo que no sale en El País (o en cualquier otro diario de los llamados “de soberbia”) no existe?
No lo parece, con franqueza. Obviamente no tengo datos empíricos que lo justifiquen, pero parece razonable suponer que una sólida cantidad de fieles lectores de El País conoce el “Caso de la Casa Tomada”, aunque no sea por lo menudo. Es muy probable, asimismo, que esa inquietud se haya manifestado en varias cartas al director o al “Defensor del Lector” de las que no han tenido conocimiento el resto de lectores. Tampoco es inverosímil especular sobre la inquietud que debe de producirles el hecho de que su periódico haya reaccionado con un silencio conventual, más hijo de la pacatería que de la sobria meditación. La reacción no parece respetuosa con unos lectores que de alguna manera pueden entonar el lamento del burlado y decirse que han sido los últimos en enterarse. Pero este artículo no quiere insistir en las cuestiones morales, no sólo porque sean obvias.
Mi interés, como he avanzado, es examinar esta historia a la luz de los cambios que el uso de la red ha traído al periodismo. Y de la dificultad en entenderlos. Internet, por poner en solfa el primer cambio, ha acabado con la militarización del lector. Es decir con ese hombre (más que mujer) que se formaba cada mañana ante el kiosco, elegía su periódico y lo recorría disciplinadamente como quien desfila. Algo que en menor grado se ha dado también entre las cadenas de radio, pero ya no entre la televisión. Un lector militarizado habría dado por bueno no sólo el silencio del periódico sino la propia censura del artículo de Savater. Ese lector aún existe, pero cada vez menos. La facilidad que da hoy la red para contrastar las informaciones, y el tono y mesura de las informaciones, vence las estructuras de carácter más rígidas. El periódico como weltanschauung (cosmovisión) ha desaparecido. El lector no puede entender que en nombre de ella (eligiendo, claro está, la hipótesis de censura más noble) desaparezca de sus páginas el artículo de un colaborador habitual y querido. Enseguida volveré (y triunfalmente) a esa melancolía.
La historia tiene otro aspecto clave. Hoy los periódicos se llenan la boca con la interactividad. Ofrecen todo tipo de servicios para estrechar la relación con su público. Juguetean con el ciudadano periodista, se ofrecen para alojarle sus blogs, permiten los comentarios de sus noticias e incluso organizan sus portadas y la jerarquización de las informaciones en razón de la opinión de los lectores. Nunca, aparentemente, un periódico fue más de ellos. Por desgracia, el “Caso de la Casa Tomada” revela hasta qué punto hay que tomarse con una relativa ironía y circunspección este periódico de puertas (y despachos) abiertos que se nos propone.
Sin embargo, no quiero acabar este repaso sin una celebración. Aunque sea (inevitablemente) la celebración de un anacronismo. El “Caso de la Casa Tomada” revela, paradójicamente, un conmovedor respeto a las opiniones. Porque sólo alguien convencido de que un artículo cambia el mundo, sólo alguien formado (aunque perversamente, qué más da) en la retórica y en el ideal del “Yo acuso” o del “No es esto, no es esto” puede tomarse la molestia de censurar un artículo y pensar que los beneficios de hacerlo son mayores que los de publicarlo. Es una muestra de dudoso discernimiento sobre el valor de las opiniones en el mundo moderno que desde luego, y como los que van a morir, yo saludo y honro.
Es difícil, y sobre todo prematuro, listar las transformaciones que internet ha aportado al periodismo. Se piensa normalmente en las transformaciones que experimenta el lector, es decir, si seguirá leyendo en papel, si será capaz de leer en el futuro textos que sobrepasen los diez mil caracteres (que, naturalmente, son los que tendrá este artículo) o si en internet se leen las imágenes y los sonidos, del mismo modo que en la televisión se ven o en la radio se oyen. Menos se piensa en las que está experimentando el propio oficio de periodista y menos aún en las que dentro de ese capítulo son poco espectaculares. Por ejemplo, la importancia que internet ha tenido en la mejora de la precisión del periodismo y en su inteligibilidad. Pero hay algo, estructural, que el “Caso de la Casa Tomada” ilumina, aunque sea con su sombra. Gracias a internet el periodismo ha perdido el monopolio práctico del debate y el conflicto que durante doscientos años ha ejercido en las sociedades modernas.8 Ni los libros ni las universidades ni la plaza pública pudieron disputarle al periódico ese monopolio. Pero la situación ha cambiado: foros, webs, blogs son hoy espacios del conflicto social ni organizados ni controlados por el periodismo. Es posible que durante cierto tiempo todavía algunos medios puedan seguir haciendo como que no ven. Pero corren el riesgo de que la costumbre les deje ciegos. ~
1. El cuento aquí: http://www.lainsignia.org/2001/enero/cul031.htm. El artículo aquí: http://www.arcadi.espasa.com/mt-static/2007/05/httpwwwelcorreodigitalcomvizca.html
2. http://www.arcadi.espasa.com/mt-static/2007/05/hoycumplediezdiasen.html
3. http://www.arcadi.espasa.com/mt-static/2007/05/httpwwwelcorreodigitalcomvizca.html
4. http://blogs.elpais.com/lluisbassets/
5. http://www.arcadi.espasa.com/mt-static/2007/05/httpwwwelcorreodigitalcomvizca.html
6. http://blogs.elpais.com/lluisbassets/2007/05/golporlaescu.html#comments
7. http://blogs.elpais.com/lluisbassets/2007/05/lagaleradela.html#
8. Para una historia inteligente de ese monopolio, Géraldine Muhlmann, Du journalisme en démocratie, Payot 2004.