Señor director:
A mí, como a muchos, me une una larga relación de lector de Carlos Fuentes. Amo su obra y la detesto por partes iguales, pero tal indicación es esencial: no veo en ella un mar de errores, sino tremendos problemas y empeños fallidos de los cuales, como la perla rescatada, han surgido historias memorables (y no sólo páginas, como el reseñista dice). No puedo estar de acuerdo con la reseña de Rafael Lemus porque sus excesos aplastan hasta las concesiones que hace a la calidad de la obra de Fuentes. ¿Qué es lo que queda de esa montaña de insultos y de frases ingeniosas con que Lemus comenta Todas las familias felices? Sólo le queda a uno la seguridad de haber escuchado a un lector despechado por un novelista que no se ajusta a cierta ideología, a determinada sociología. ¿Buscamos una lectura del Perú en las novelas de Vargas Llosa, una lectura de Colombia en García Márquez? El propio Vargas Llosa ha dicho que un novelista no debe comentar la realidad de un país: una novela lograda suele, más bien, negar esa realidad, reinventarla de acuerdo a los personalísimos deseos de su autor.
(Carta resumida)