Una Riviera en Gaza

¿Singapur, Riviera, Atlantis (el sueño de Rabin), “paz económica”? Seamos realistas: estamos atrapados con la Franja. 
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Han sido unas semana con muchas cosas. Cada acontecimiento (Gaza), declaración grandilocuente (Trump) o liberación masiva de prisioneros por parte de Israel, discreta pero trascendental, evocaba una asociación problemática del pasado. Incluso las comparaciones de rehenes israelíes liberados con supervivientes de campos nazis, aunque históricamente problemáticas, eran comprensibles para cualquiera que conozca las fotos del ejército estadounidense de supervivientes de Buchenwald y Bergen Belsen de 1945.

Liberación de prisioneros

Cada vez que vemos que Hamás libera a tres o cuatro rehenes israelíes después de hacerlos desfilar ante un absurdo pseudotribunal terrorista, con la participación de la Cruz Roja y un público masivo de Gaza, Israel responde liberando de sus cárceles a más de 100 (183 el sábado) terroristas palestinos condenados o recientemente capturados, con un mínimo de ceremonia y fanfarria. 

Hay varias razones para que Israel reste importancia a su liberación semanal de prisioneros palestinos. En primer lugar, es extremadamente impopular entre los israelíes, que son muy conscientes de que están liberando potencialmente al próximo Yahya Sinwar, al próximo terrorista suicida de Hamás o de la Yihad Islámica. 

Las estadísticas del Shin Bet muestran que alrededor del 12% de los terroristas palestinos condenados y posteriormente liberados por Israel son reincidentes en terrorismo. Recordemos que Sinwar, el dirigente de Hamás que orquestó el atentado del 7 de octubre contra Israel, fue liberado en 2011 como parte del trato por el soldado de las FDI capturado Gilad Shalit.

En segundo lugar, Hamás, comprensiblemente, proclama la liberación por parte de Israel de sus terroristas y combatientes palestinos encarcelados –algunos, francamente, con aspecto demacrado y maltratado– como una victoria. El precio que Hamás saca a Israel por un solo israelí –docenas de terroristas– es realmente alucinante en los anales de los intercambios de prisioneros. Compárese, por ejemplo, con los rusos y ucranianos, cuyos intercambios de prisioneros de guerra son más o menos uno a uno.

¿Es realmente un israelí el equivalente de docenas o incluso decenas de palestinos, algunos de ellos asesinos en masa? En cierto nivel filosófico, hay aquí algo insultante para ambas partes. Israel, por su parte, no necesita ayudar a los palestinos a celebrarlo. De hecho, las ceremonias que Hamás organiza en la Franja los sábados, con israelíes demacrados dando las gracias a sus verdugos, están diseñadas para resaltar la “victoria” de Hamás y su evidente control de la Franja y, en consecuencia, humillar a Israel.

La liberación de terroristas a cambio de israelíes demacrados es uno de los principales precios que Israel está pagando por los pecados del 7 de octubre de 2023 que se atribuyen ampliamente a los dirigentes bajo Netanyahu y al establishment de seguridad. El gobierno de Netanyahu tampoco se siente cómodo recordándoselo a los israelíes.

La Gaza de Trump y la expulsión de los gazatíes

Es “algo que será magnífico”, según el presidente de Estados Unidos. Pero antes de nada hay que decir que no va a ocurrir.

En primer lugar, quiero dirigir la atención de Trump a las ceremonias semanales de liberación de rehenes de Hamás, en la ciudad de Gaza, Jan Yunis, Dir al Balach, etc. Obsérvese que en la Franja hay ciudades con barrios edificados que funcionan. No todo fue destruido por la aviación israelí. 

En segundo lugar, de un modo u otro, la mayoría de los gazatíes no se moverán, aunque solo sea porque todos los líderes palestinos y otros líderes árabes insistirán en que se queden. La comprensión que tienen del mundo árabe e islamista los colonos inmobiliario-mesiánicos Trump-Kushner-Witkoff es pésima. Un enfoque más constructivo que exiliar a 1,8 millones de gazatíes y construir una Riviera pastelosa reconocería que un cierto porcentaje de hogares en Gaza, raramente mostrado por los medios de comunicación empeñados en exhibir escombros, sobrevivió a esta guerra y puede ampliarse con viviendas de emergencia. De hecho, aparentemente un 30% de las estructuras aún son utilizables.

En segundo lugar, al escuchar el globo sonda de la Gaza de Trump recordé a Shimon Peres y Yitzhak Rabin, dos líderes mucho más realistas en su día, cuyas visiones para Gaza eran tan extrañas como la de Trump. Peres imaginaba la Franja como Singapur en el Mediterráneo. Rabin soñaba en voz alta con que la Franja se deslizara hacia el mar y desapareciera. Y no olvidemos a Netanyahu, que en el pasado defendió abiertamente la idea de una “paz económica” para Gaza con sus dirigentes islamistas extremistas y ahora propone que los gazatíes sean reasentados en Arabia Saudí. 

Resulta que un problema insoluble inspira soluciones extremas, y en última instancia desastrosas. 

El plan de Paraguay 

Después de que Israel conquistara la Franja en 1967, se pusieron en marcha multitud de planes para aliviar su pobreza y su superpoblación. 

Yo estaba entonces en el Mossad, donde me encontré con un programa muy avanzado. A finales de la década de 1960 se ofreció a los gazatíes 10.000 dólares a cada uno para emigrar, con la ayuda logística de Israel, a Paraguay, que al parecer necesitaba una afluencia de mano de obra inmigrante. Todo fue tranquilo y sin problemas, hasta que un emigrante gazatí descontento atacó la embajada de Israel en Asunción, matando a un israelí. Eso acabó con todo.

No siempre fue así. En 1949 la Franja fue ocupada por Egipto tras la Guerra de Independencia de Israel. Su población estaba formada principalmente por refugiados palestinos del sur de Israel (cuyos bisnietos fueron los bárbaros invasores de Hamás del sur de Israel el 7 de octubre; ese es el significado de “conflicto histórico”). El Primer Ministro David Ben Gurion ofreció repatriar a Israel a 100.000 refugiados palestinos de Gaza (según otra versión, incluso a 200.000, es decir, a la mayoría de los refugiados; en otra versión, Israel acoge a todos, incluidos los nativos de Gaza). 

La condición de Ben Gurion era que Israel ocupara y anexionara la Franja y que el mundo árabe hiciera las paces con Israel. Egipto y los demás países árabes se negaron.

En 1949, Israel contaba con unos 700.000 judíos. Los supervivientes del Holocausto llegaban a raudales. Absorber incluso a 100.000 refugiados palestinos habría sido una carga enorme. Ben Gurion quería el territorio de la Franja como amortiguador militar contra una invasión egipcia dirigida contra Tel Aviv, que las nacientes Fuerzas de Defensa Israelíes rechazaron en 1948 pagando un coste muy elevado.

En las décadas siguientes, Israel y Egipto hicieron primero más la guerra y luego la paz. La Franja perdió su importancia militar. Hasta el 7 de octubre. 

En resumen

A pesar de las declaraciones de Netanyahu a los crédulos y complacientes entrevistadores de la televisión estadounidense, a los que les dijo que Israel está a punto de derrotar a Hamás, en realidad Israel se está retirando y el intercambio de rehenes por prisioneros continúa a buen ritmo. Cientos de terroristas palestinos están siendo liberados y devueltos a Gaza. 

Israel no tiene un plan viable para derrotar a Hamás, que puede afirmar legítimamente que ha sobrevivido a esta guerra a pesar de las impresionantes pérdidas tanto de dirigentes como de soldados rasos. A falta de una alternativa viable, que Israel se niega a ofrecer, Hamás es el líder de los gazatíes. 

Con el debido respeto a Trump, él tampoco tiene un plan viable. Netanyahu no puede aceptar la fase II del plan de retirada de Gaza. Sus repetidos aplazamientos durante el último año de un acuerdo sobre los rehenes en favor de más muerte y destrucción en Gaza y de su propia supervivencia política han costado la vida a innumerables gazatíes, a cientos de soldados de las FDI y a docenas de rehenes. Está claro que la liberación de los rehenes de Dir al-Balah en febrero provocó náuseas a mucha gente. 

Comprobación de fantasía: Si el plan de transferencia de Trump realmente se llevara a cabo, probablemente veríamos otro capítulo del efecto dominó en el mundo árabe que recientemente derrocó al régimen de Assad en Siria. Recordemos que el sistema estatal árabe no es democrático y es frágil. Cientos de miles de palestinos más en Jordania podrían derrocar un régimen que tiene una alianza militar con Israel y promueve la estabilidad regional. Cientos de miles de partidarios de Hamás en Egipto podrían fortalecer a los Hermanos Musulmanes de ese país, que amenazan a un régimen amigo de Israel. El rey Abdullah II y el presidente El-Sisi presumiblemente explicarán esto a Trump en persona en los próximos días cuando visiten Washington.

¿Singapur, Riviera, Atlantis (el sueño de Rabin), “paz económica”? Seamos realistas: Estamos atrapados con la Franja. 

Pero aquí hay un escenario positivo no intencionado –cuya probabilidad es imposible de predecir–. Netanyahu acepta la idea de transferencia de Trump en Gaza. Su ministro de Defensa ya ha puesto las ruedas en movimiento. Entonces llegan los saudíes y ofrecen la normalización si Netanyahu abandona la transferencia. 

¿Incrédulo? Eso es lo que hicieron los Emiratos en 2019-20, al menos a nivel declarativo: normalización a cambio de que Netanyahu desista de anexionarse Cisjordania. No importa que la idea de la transferencia no sea factible y que la anexión de Cisjordania (tres millones más de israelíes palestinos no es una idea seria) no estuviera realmente sobre la mesa. Allá por 2020, Trump realmente obtuvo algo de crédito.

¿Y aquí en la Tierra? Netanyahu y su gobierno retrasan la negociación de otra fase de la liberación de rehenes. Se niegan a nombrar una comisión nacional para  investigar los acontecimientos del 7 de octubre que ellos ayudaron a desencadenar. Prefieren soñar con destruir a Hamás y «reubicar» a dos millones de gazatíes. Y están vendiendo estas fantasías a los crédulos israelíes.

Publicado originalmente en New Jewish Narrative.

Traducción del inglés de Ricardo Dudda.


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