Cartas desde el dolor, de Emmanuel Mounier

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Emmanuel Mounier, Cartas desde el dolor, trad. Antonio Ruiz, México, Editorial Jus, 2005, 133 pp.

 
     Cartas desde el dolor, obra entrañable de Emmanuel Mounier (1905-1950), es, en realidad, una selección de sus cartas donde este filósofo de la política, fundador del movimiento y de la doctrina conocidos como “personalismo”, reflexiona sobre el dolor. Paradójicamente, el libro es de una relevante actualidad precisamente ahora en que, como escribe el compilador Davide Rondoni, “la tendencia a ocultar el dolor, o el intento de ‘anestesiarlo’ con su puesta en escena en los medios de comunicación, es índice de una humanidad encogida, sin libertad para afrontar un aspecto importante de la experiencia del vivir, una humanidad pobre y temerosa”. Mounier mismo escribió a sus veintiséis años que “la felicidad no basta para ser felices”.
     Cartas desde el dolor es un testimonio vivo del “personalismo” puesto en práctica, pues el autor incluye en su correspondencia no sólo las cosas que exigen su atención inmediata y que no eran pocas —en 1932 funda el movimiento y la revista Esprit—, sino lo que afecta, negativamente, a sus amigos y a las personas con las que tiene relación. Y es que “hay que sufrir para que estas verdades no sean doctrinas, sino que salgan de la carne”. Mounier consideraba que el cristiano no puede permanecer en la oración y la acción solitarias, sino que debe participar activamente en la sociedad, interactuar con los otros, compadecerlos, confrontarlos… Este descendiente de campesinos de Grenoble, primer universitario de su familia, que amaba el campo y la buena mesa sencilla, que vivió con pasión su relación con su esposa Paulette, asumió el cristianismo y en su felicidad se propuso, abierto a los otros, compartir sus dichas y sus desdichas. Pero un día el dolor por los horrores de los fascismos, y del nacionalsocialismo en desarrollo, su solidaridad con los perseguidos, le tocó en la carne de su carne cuando una encefalitis paralizó a su hija Francisca. El filósofo, como habría sucedido a cualquier campesino, eleva entonces los ojos al Cielo, hace en sí la desesperación iluminada del Cristo en el Huerto de los Olivos, asume la pequeñez suya, que es la de cualquier persona humana auténtica, en una carta que envía su esposa:

¿Lourdes?, ¿Lourdes? Estoy obsesionado con este nombre desde hace tres días. Tener el corazón lo suficientemente sencillo para ponerse en comunión con todos los que han creído en Lourdes. Si estuviera en la vida civil (estaba movilizado contra los nazis), creo que haría una locura y que la llevaría a Lourdes para no razonar sobre ello, sin exigir el milagro material, sino para ponerme en la fila y conocer en cualquier caso la alegría de ganar una niña siempre enferma, la alegría de haber creído en la gratuidad de la gracia de Dios (y no en su autoritarismo terapéutico), la alegría de saber que no se niega el milagro a quien lo recibe por adelantado bajo todas sus formas, incluso bajo sus formas invisibles, incluso bajo sus formas crucificantes, incluso quizás en un plazo[…] Sabes que Touchard tiene razón: Francisca está allí más presente que una niña encantadora y normal[…]

Cartas desde el dolor recoge las reflexiones de un autor que fue, ante todo, una persona. En lucha contra el totalitarismo, comprometido en salvar la vida de los perseguidos (como aquel judío alemán al que protegía, pero que no pudo resistir el dolor y, tomada la decisión de suicidarse, le advierte, antes, que Annette —otra de las hijas de Mounier— estaba llorando, y le pide que fuera a consolarla), concluyendo artículos de combate y libros de filosofía, Mounier deja el testimonio más acabado que yo recuerde del sentido iluminador del dolor en la vida humana, de cómo sin él la existencia se adelgaza y empobrece y, en consecuencia, de que “deberíamos medir la profundidad de los afectos por las alegrías mutuas que nos damos, ciertamente, pero también, y no exagero, por las heridas que nos producimos”.
     Un libro, en suma, que hará vivir, a quienes lo lean, cómo el sinsentido, el aburrimiento y la indiferencia provienen de huir sistemáticamente del dolor, de no haberse dado cuenta que es el sufrimiento lo que nos hace personas. –

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Francisco Prieto ha publicado catorce novelas, entre las que destacan "Caracoles" (Mortiz, 1975), "La inclinación" (Plaza & Janés, 1986), "Campo de Batalla" y "El calor del invierno" (Jus, 2008 y 2014 respectivamente). En teatro, su drama "Lutero o el criado de Dios", publicado por la UNAM, fue montado por José Ramón Enríquez y protagonizado por Jesús Ochoa en la Casa del Teatro.


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