I
DARRO
A Carlos Jiménez Arribas
Lágrimas sucias que no sé gotean sobre las pitas y los arrayanes, como brotes de aljibe cuando nace el estío. El olor del jazmín ya no me nombra, pero envuelve un camino sin retorno, este paseo de los tristes que hoy corona de estrellas otra noche cuya niñez antigua iluminaba a veces el silencio, el agua humilde y poca que llora al pie de los estanques, la pura incandescencia del dolor, lo que fue siempre tu paisaje, sombra.
II
CARMEN DE LA VICTORIA
A S.
La alondra inaugura el día y al apagarse las sombras, ebrias de noche y sinrazón, se encienden bojes, gorriones, frondas, toda esa tímida vegetación que hace del huerto al pie de la ventana un mar mudable y repentino. La torre se alza impávida en el horizonte y la mudez de su campana proyecta sobre mi cuerpo otro perfil, el tuyo. No hay aurora mejor que oír cómo respira el día que comienza entre las comisuras de tu boca.
III
MIRADOR DE SAN NICOLÁS
A Emilio Pascual
He preguntado a hibiscos y azahares dónde buscar las improbables huellas de quien fui. La noche en llamas arde bajo la piel de un sol inhóspito y cautivo. ¿Cuándo? ¿Qué? ¿Fuiste tú, cara oculta de otra niñez no mía en quien me disolví? Nadie responde en derredor. Asomado a la baranda en sombras, observo el aire entre los pinos, casi rosal y casi siempreviva, con cuánto afán finge en sus ramas una luz negra para mí y escucho el ronroneo de los surtidores, la música del agua cuyo frescor anuncia el canto del amanecer. –