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Uno de los hipotéticos relatos que pudieron haberse incluido en la Historia universal de la infamia es aquel que muestra a un trío de escritores argentinos en plena celebración de la brutalidad. Tres grandes escritores se reúnen una tarde de octubre en Buenos Aires para escribir, a tres manos, un mensaje que es un aplauso a un hecho atroz. El relato podría haberse titulado “El espantoso revalidador Jorge Luis Borges”, o algo así. Ese relato no ha sido escrito. De lo que sí quedó constancia en los archivos mexicanos fue de la nota en la que Gustavo Díaz Ordaz agradece “sus expresiones de aliento” a Jorge Luis Borges, Manuel Mujica Láinez y Adolfo Bioy Casares. 1968. Nueve años más tarde, en Santiago de Chile, Borges recibió de manos de Augusto Pinochet una medalla. Salvador Elizondo sentenció: “El que vilipendia a Borges por sus opiniones políticas se debe a que, como no entiende su literatura, es incapaz de entender sus opiniones políticas. Éstas son de altísima categoría, son de una ironía dirigida para idiotas que lo interpretan literalmente.” ¿Fue el mensaje que envió el valiente trío argentino una ironía tan sutil que Díaz Ordaz cayó en la trampa de la interpretación literal? ¿Fue Elena Garro, amiga cercana de Adolfo Bioy Casares, fuente de la información distorsionada que llegó a Buenos Aires?
     Ahora bien, un mensaje de aliento a un presidente que promueve una violenta represión, ¿es incompatible con la literaura de, por ejemplo, Jorge Luis Borges? Octavio Paz, con lucidez, escribió en Convergencias: “Sus opiniones políticas [de Borges] fueron juicios morales e, incluso, caprichos estéticos. Aunque los emitió con valentía y probidad, lo hizo sin comprender verdaderamente lo que pasaba a su alrededor.” Sin embargo, una cosa son las expresiones políticas expresadas con ironía en entrevistas y otra un mensaje de aliento a un gobierno represor. La pregunta sigue en el aire: ¿Son incompatibles sus opiniones con su literatura? Su conservadurismo político fue un fiel reflejo de su clasicismo literario, como en el caso de Eliot. Ese conservadurismo lo condujo en algunos de sus cuentos a la mitificación de la violencia, sin matices. El mismo Paz anotó: “Borges no acertó siempre a distinguir el verdadero heroísmo de la mera valentía.” En cuanto a Bioy Casares, ¿cómo explicar, que no justificar, esa adhesión? Sin duda compartió con Borges un férreo conservadurismo político (por vía de su padre), ¿al grado de alentar a quien asesina estudiantes reunidos en una plaza? No, por eso la sorpresa. El mensaje a Díaz Ordaz, ¿fue una ironía altísima o una bajísima idiotez? Según Carlos Fuentes, fue esto último: “Se puede ser un genio literario y un idiota político.” Opinión de un gran cinismo, sobre todo viniendo de quien aceptó de Echeverría (a todas luces corresponsable de aquella matanza de octubre) la Embajada de México en París. Declaraciones idiotas, como las palabras sobre aquellos sucesos de Salvador Novo y Martín Luis Guzman.
     De cualquier modo, no pasan de ser un capítulo más de nuestra lamentable, y muy latinoamericana, historia universal de la infamia. ~

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