para mi hijo Juan Miguel Mientras te veo dormir
recostado en tu cuerpo
de veinte años,
los grillos y el silencio
inventan el jardín.
Los escucho cantar
en las noches futuras,
entre la hierba irreductible,
más allá de mi ausencia.
En esos días por venir,
recordarás
acaso
las horas dedicadas
al juego y la vagancia
en un lugar preciso
de la ciudad incalculable:
el espacioso parque de la Nápoles.
¿En qué modo verbal
suceden
para mí
esos recuerdos
tuyos,
fragmentos de un pasado acontecible,
entrevistos
por mí
en tu memoria
desde este ahora vacilante?
Me encuentro ahí contigo,
en ese raro espacio
conjetural y cierto:
pateamos un balón,
lanzamos a la tierra unas canicas,
tirados en el césped
nombramos los fantasmas
que el viento recolecta entre las nubes.
Y en un exacto enlace
de mientras simultáneos
mientras te veo dormir,
mientras jugamos
en el parque,
mientras un coro de chirridos
hace visible lo invisible,
mientras pienso en mi padre
y en nuestras semanales
visitas al mercado,
mientras miro al abuelo
póstumamente aparecer
en los relatos de su hijo,
saludo emocionado
al que entonces seré:
el interino de mí mismo,
el habitante
de una presencia restaurada.
Mientras,
el silencio y los grillos
restablecen
las tenues coordenadas de la noche. –