En mayo pasado, durante la intervención de Rusia en Crimea, Liz Wahl, corresponsal de la cadena Russia Today (RT) en Estados Unidos, se salió completamente del guión durante una transmisión para explicarle a la audiencia los “desafíos éticos y morales” de trabajar para una empresa de noticias que respaldaba una intervención militar en Ucrania para apoderarse de Crimea. “No puedo ser parte de una cadena financiada por el gobierno ruso que blanquea las acciones de Putin… creo en difundir la verdad, por lo cual, luego de este noticiario, presentaré mi renuncia”, dijo.
Dos meses después, el 18 de julio, la corresponsal de RT en Londres, Sara Firth, renunció y encaró públicamente a algunos de sus compañeros ante quienes sostuvo que la cadena difundía mentiras. “La gota que colmó el vaso” fue la cobertura informativa de la caída en Ucrania de una aeronave de Malaysia Airlines con 298 personas a bordo. Cuando aún trataba de esclarecerse lo sucedido, RT lanzó una nota basada en especulaciones y testimonios de fuentes anónimas que afirmaban que la tragedia había sido ocasionada por un misil ucraniano cuyo objetivo era el avión del presidente Vladimir Putin, que supuestamente volaba por el mismo punto.
Según Firth no solo había una gran historia, sino que las familias estaban esperando ser informadas sobre una devastadora pérdida de vidas. Sin embargo, al entrar a la redacción de Russia Today, ya se estaba difundiendo el relato “de un testigo que Dios sabe quién es”, culpando al gobierno de Ucrania. "Era el ejemplo más escandalosamente obvio de desinformación y llegué a la conclusión de que no podía seguir así más”.
En fechas posteriores, RT ha elaborado nuevas teorías conspiracionistas que ahora apuntan a que el ataque contra el vuelo de Malaysia Airlines fue orquestado por Estados Unidos, aludiendo a la opinión de “expertos” (en plural), que en realidad se limitan a las conjeturas de un hombre cuyas credenciales son las de “destacado politólogo”.
Estos intentos tan chocantemente obvios de desinformación se cuelan, sin embargo, a las páginas de la prensa mexicana, donde parece ya no existir una mínima curaduría de los contenidos que se publican en los espacios de información internacional. Excélsior, El Universal, Milenio, 24 Horas y TV Azteca, entre otros medios, pasaron sin filtro la versión del supuesto atentado contra Putin, pobremente atribuida a “una fuente de la Aviación de Rusia citada por medios locales”.
En La invención en el periodismo informativo, José Manuel Burgueño escribe: “Más grave aún que diluir el origen de la información es inventarlo, aprovechando la posibilidad de usar fuentes no identificadas”. Esta posibilidad legítima del ejercicio periodístico ha facilitado “inventar fuentes para historias que nunca han existido, manipularlas para que sus declaraciones encajen con el relato que se quiere, inventar datos, dar por ciertos rumores, fabricar reportajes completos”.
Si la elección de un periódico o un espacio informativo resulta ya un elemental ejercicio de confianza —pues el lector o la audiencia generalmente no tienen forma de saber si las atribuciones que se hacen son verdaderas o no— los medios mexicanos están defraudando esa confianza del lector. Hay cierta ironía en la visión aldeana del mundo que exhiben los equipos de internacionales en los medios mexicanos que se excusan de confirmar versiones de lo que no ocurre en nuestro contexto más próximo, como si solo lo local fuera de la incumbencia del periodismo serio y profesional y el resto fuese trivial.
Cuando la información no puede ser verificada con un grado suficiente de certeza, no debería ser publicada. Más grave que el reportero y el redactor no muestren el más mínimo escepticismo acerca de hechos supuestos, de las fuentes y su credibilidad es que los editores ya no se pregunten nada sobre lo que se pone en sus escritorios. Si contar la verdad es una meta del oficio, la verificación de datos y testimonios tendría que ser un estándar.
No hace mucho, Jesús Silva-Herzog Márquez descubrió una propuesta de etiquetas adheribles para alertar a los lectores sobre periodismo descuidado y de contenido cuestionable, igual que se hace con las advertencias acerca de sexo, violencia o lenguaje fuerte. Cuando todo el mundo ve todo y sabe todo, cuando se necesita la pausa, el orden y las claves para entender un hecho noticioso en tiempo real, la prensa mexicana solo publica, lo que sea, como venga, casi sin leer ni entender.
Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).