Foto: Juan Carlos Romero Puga

¿Merece el Polyforum Siqueiros ser rescatado?

Desde hace años, la obra en que Siqueiros conjugó la pintura, la escultura y la arquitectura aguarda un plan para su rescate. Mientras, su deterioro avanza.
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David Alfaro Siqueiros creía que el arte puede llegar a convertirse en un arma tan poderosa y eficaz como las más poderosas y eficaces armas físicas; “un arma que entra por los ojos, por los oídos y a través de lo más profundo y sutil del sentimiento humano”. Quienes mejor conocen su trabajo aseguran que reinventó formas, materiales herramientas, técnicas y métodos para lograr su cometido de comunicador artístico.

Preso en una celda de Lecumberri, Siqueiros solo podía pintar pequeños cuadros, pero soñaba –según decía en una de sus entrevistas con el periodista Julio Scherer publicadas en La piel y la entraña– en “pintar en grande frente a un muro, avizorar horizontes lejanos, crear multitudes, hacer mía la profundidad de los más diferentes planos de la unidad espacial, trabajar con instrumental moderno, con los mejores materiales de la química contemporánea, con proyectores eléctricos, rodeados de numeroso equipo humano que haga subir y bajar andamios con procedimientos mecánicos, empezar con la primera luz del día y terminar cuando el sol se oculta”.

Fue hasta que dejó la prisión que, con ayuda del empresario Manuel Suárez, el artista se lanzó a la empresa de hacer un mural de 8 mil 700 metros cuadrados, el más grande del mundo. Pero el proyecto, además, sería una suerte de diamante en medio de la ciudad que integraría la arquitectura con la pintura y la escultura, una obra que sería conocida como el Polyforum Siqueiros.

Como describe Violeta Orozco Barrera, en este espacio el muralista elevó la pintura a un arte esencialmente plástico en su sentido más específico; dejó de ser algo bidimensional, algo que únicamente puede visualizarse, para convertirse en algo que se experimenta, porque ya no es un área meramente plana, sino que tiene volumen.

Sin embargo, a más de medio siglo de su concepción, el Polyforum presenta un grave deterioro. Los paneles de asbesto-cemento de los murales exteriores y las piroxilinas automotrices usadas por el artista se encuentran visiblemente dañados por el paso del tiempo, su exposición a los elementos y a la contaminación, mientras que la capa pictórica del techo prácticamente ha desaparecido, pese a que se han colocado lonas plásticas como una solución temporal para evitar filtraciones. No obstante, debido a su constancia, la lluvia ha terminado por meterse, carcomer las entrañas del recinto e incluso dañar la bóveda interior de 2mil 400 metros cuadrados conocida como “La Marcha de la Humanidad”, lo que pone en riesgo la integridad del mural más grande del mundo.

Declarado Monumento Artístico, el Polyforum es, sin embargo, un bien de interés público que se encuentra en un inmueble privado. Y si bien la ley establece que corresponden al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), las obras de conservación y restauración de un bien inmueble declarado monumento histórico o artístico, esto no ha ocurrido. La conservación y restauración de la obra de Siqueiros requiere de una inversión millonaria, para la cual los propietarios del Polyforum creían haber hallado una solución de fondo y de largo plazo para financiar la conservación del recinto.

En 2014 se echó a andar un proyecto, inspirado en un modelo similar al del MoMa, en Nueva York, en el que el desarrollo inmobiliario o comercial anexo financia la operación cultural: consistía en la construcción de una torre a un lado del recinto que ocuparía el 15% del total del predio, así como una plaza abierta. El fideicomiso de inversión Fibra Uno estaba listo para subirse con recursos frescos. Una vez que la idea recibiera luz verde de las autoridades, se liberarían 30 millones de pesos para iniciar la restauración del Polyforum y, una vez concluido, el inmueble generaría 12 millones de pesos anuales que garantizarían el mantenimiento y promoción del recinto por cien años.

La concepción del proyecto arquitectónico quedó en manos de Esteban Suárez, nieto del mecenas de Siqueiros y propietario original del lugar, quien presentó un diseño en el que los primeros niveles de la torre estaban destinados a terrazas y gradas elevadas desde las que podría verse el techo y los murales menos visibles. Algunas voces acusaron a la familia de condicionar el rescate del Polyforum a la autorización del proyecto inmobiliario, incluidas las de funcionarios del gobierno de la Ciudad de México que negaban que la obra se estuviese cayendo “a pedazos”, aun cuando la parte inferior de varios murales exteriores hechos de aglomerado de madera se han desgajado por los escurrimientos de agua.

Más aún, el gobierno local dijo que estaban disponibles 20 millones de pesos para atender el problema de los miles de litros de agua que penetraban por la cubierta superior, pero en los hechos nunca se avanzó en la mitigación de los daños ni en la restauración, ya que ninguno de los murales puede ser tocado sin autorización del INBAL, lo que creó una paradoja burocrática que no aportó solución alguna ni siquiera en el corto plazo, de manera que el único avance fue la compra de una nueva membrana plástica para proteger el inmueble de la lluvia.

Se requería una inversión de los propietarios, pero debido a los tiempos políticos no se otorgaron las autorizaciones para la solución que proponían con sus socios inmobiliarios. Por años, los gobiernos federal y local se han lanzado la pelota y no están dispuestos a aportar más que recursos para trabajos emergentes que tampoco tienen fecha de inicio. Más grave aún es que las instituciones encargadas del patrimonio cultural no hayan sido capaces de aportar soluciones y alternativas para el rescate integral del Polyforum.

Esteban Suárez dice que hace dos años se logró obtener nuevamente la documentación necesaria, incluyendo la crucial autorización del INBAL. Esta autorización establece que el proyecto inmobiliario puede realizarse en un espacio adyacente, siempre y cuando se respete la estructura del Polyforum, los murales, el teatro y las galerías, sin intervenir en ellos.

Paradójicamente, hoy se encuentran en la búsqueda de nuevos socios: Fibra Uno, el socio original, perdió el interés, pues el proyecto contemplaba una torre de oficinas, cuyo mercado se desplomó durante la pandemia y aún no se recupera.

Ante ello, el equipo del Polyforum está en conversaciones con varios grupos y apuesta a una obra más pequeña y de usos mixtos que se ajusta mejor a las condiciones actuales del mercado. El nuevo plan conceptual sería de aproximadamente la mitad del tamaño del original (pasando de 80 mil metros a 40 mil metros cuadrados), y la construcción incluiría hotel, vivienda, una pequeña parte de oficinas y comercio.

La idea que la pandemia y los tiempos políticos se llevaron traía consigo dos museos, un teatro renovado en su totalidad y una plaza pública cultural de 6 mil metros cuadrados, abierta las 24 horas y espectáculos de luz y sonido para atraer al turismo.

La obra de Siqueiros sigue enfrentado la falta de dinero y el constante peligro del agua como sus dos principales enemigos. El recinto siempre fue un centro económico que albergó inquilinos como bancos, restaurantes, bares y una galería de arte, que en 2017, cuando parecía que iniciaría el rescate, tuvieron que irse. Hoy los recursos se obtienen principalmente de la renta del foro para eventos privados y, en menor medida, del estacionamiento.

El arquitecto señala que este flujo de recursos no es suficiente, y el Polyforum opera en “números rojos”, lo que ha obligado a reducir el personal al mínimo y eliminar el presupuesto de promoción cultural. El desarrollo inmobiliario parece un “mal necesario”, pero la única solución viable para la supervivencia del Polyforum.

Y el tiempo sigue corriendo. ~


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