El granito es la piedra
de la iglesia y la lonja,
a excepción de los mármoles
donde fulge el pescado:
la robusta mujer
que gobierna el lugar
pelea con un congrio vivo
que extrae del acuario:
lo vemos serpear,
escurridizo, entre sus manos,
se agita y culebrea
hasta saciar nuestra curiosidad,
luego ella lo arroja
de nuevo al tanque y saca
(hurgando más abajo
en la escala del ser)
una lamprea, toda boca
circular y ojo inevitable:
desafiante, el monstruo
se libera y apresa
de una sola embestida
un pez tendido sobre el mostrador
con su ventosa primordial,
precisa como
Santiago Matamoros,
vieja como el granito. – Versión de Jordi Doce