La derecha mexicana conforma un espacio resbaladizo en el que escasean las ideas y abundan el oportunismo y la ambición. La derecha puede medrar sin necesidad de muchas luces que iluminen su quehacer, pues suele desplegar un pragmatismo imitativo que opera como un reflejo condicionado ante lo que sucede en el entorno económico mundial y, muy especialmente, ante lo que ocurre en Estados Unidos. La izquierda, en contraste, tiene las cosas más difíciles. Las tendencias socioeconómicas no la favorecen y se ve obligada a generar propuestas para contrarrestar los procesos que de manera casi automática impulsan a la sociedad capitalista. La izquierda tiene que legitimar sus ideas con solidez, pues las tendencias que la rodean no prueban de manera espontánea o tendencial la validez y la viabilidad de sus programas.
No quiero decir que la derecha en las sociedades modernas avanzadas haya dejado de inventar formas novedosas e inteligentes de interpretar la realidad. Pero aun en los países ricos los empresarios se ven atraídos por la desidia y la comodidad de ese dolce far niente intelectual que es típico de gran parte de la derecha mexicana.
La izquierda siempre se ha enfrentado al reto de hacer propuestas que van contra la corriente. Aun las burocracias de los viejos países socialistas tuvieron que navegar en sociedades cuyas instituciones no se reproducían más que por decisiones políticas. Aquellas sociedades no se reproducían "económicamente", con cierto automatismo, pues su base estaba formada por la política. Incluso en la China de nuestros días el peso de las esferas políticas es enormemente mayor que el de las nuevas tendencias mercantiles y capitalistas, aunque este peso está comenzando a disminuir. Eventualmente la sociedad china experimentará la influencia ciega e inconsciente de las fuerzas económicas capitalistas.
Esta situación es la que se encuentra detrás de lo que Thomas Piketty llama las "leyes fundamentales del capitalismo" en su famoso libro Le capital au XXIe siècle. La fórmula con que este economista francés resume lo que denomina la primera ley del capitalismo se refiere a la relación entre el capital y el ingreso (ß). Así, la parte del ingreso del capital en el ingreso nacional (a) es igual a la tasa media de rendimiento del capital (r) multiplicada por el índice que refleja la relación ya mencionada entre el capital y el ingreso (ß). Es decir: a = r × ß. La segunda ley fundamental, según Piketty, se expresa con la fórmula ß = s/g, donde es la relación capital/ingreso, s es la tasa de ahorro y g es la tasa de crecimiento. Ella indica que si la tasa de ahorro crece, pero decrece el crecimiento, entonces se eleva la relación capital/ingreso. Cito en forma sumaria estas fórmulas, que han sido muy debatidas recientemente, no sólo como una invitación a la lectura del libro de Piketty, sino para condensar la idea de que en la sociedad moderna hay tendencias a largo plazo, determinadas por leyes, que conducen a una cada vez mayor desigualdad.
Hay una propuesta que se desprende lógicamente de este tipo de análisis: la modificación de estas tendencias solamente puede ocurrir por mecanismos políticos que impongan correcciones. Si no hay intromisiones de la voluntad política (o esta voluntad se limita a encauzar las tendencias) la sociedad capitalista seguirá generando desigualdades crecientes. La derecha puede no estar de acuerdo con las explicaciones de Piketty, pero igualmente se apoya en tendencias "naturales", "espontáneas" e "inconscientes" para acomodarse a la situación, sin quebrarse demasiado la cabeza. Deja que sus "técnicos" se dediquen a encontrar las ganancias, como lo hacen por ejemplo los célebres flash boys encargados de manipular mediante computadoras potentes y conexiones ultraveloces el mercado de valores, gracias a las llamadas operaciones de alta frecuencia (high-frequency trading). Estas operaciones clandestinas, posiblemente ilegales y seguramente inmorales, generan ganancias millonarias en microsegundos mediante la compra-venta masiva de acciones dirigida por algoritmos sofisticados (al respecto, no deje de leer el fascinante libro de Michael Lewis, Flash boys: Cracking the money code, 2014).
Este es solamente un espectacular caso tramposo más, pero que llama la atención sobre la cada vez más evidente necesidad de regular y reformar el sistema económico capitalista. Allí es donde la izquierda puede debatir con ciertas ventajas ante una derecha que prefiere dejarse llevar por la inercia.
(Publicado previamente en el periódico Reforma)
Es doctor en sociología por La Sorbona y se formó en México como etnólogo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.