En su hermoso libro, Black Lamb and Grey Falcon, Rebecca West deploraba la destrucción de la prometedora cultura serbia a manos de los otomanos en el siglo XIV. Su voz no hacía más que repetir la de todos los serbios que han lamentado por más de quinientos años los siglos perdidos. Cuando Rebecca West publicó su libro en 1941, Serbia vivía un episodio más de su trágica historia: la cruenta invasión nazi. La liberación nativa estuvo acompañada de una feroz guerra civil en Serbia y una guerra fratricida aún más sangrienta, entre serbios y croatas. El líder triunfador, Josip Broz Tito, establecería un régimen que daría a toda Yugoslavia unos decenios de paz a costa de enterrar la libertad y encubrir no sólo las heridas del pasado y los agravios entre los grupos étnicos y religiosos que conformaban Yugoslavia, sino también los poderosos nacionalismos locales. A la muerte de Tito, Slobodan Milosevic, un comunista aparentemente mediocre, maestro en la intriga tras bambalinas, consolidaría su poder montado precisamente en el nacionalismo serbio que Tito había pretendido ignorar. Milosevic sobrevivió trece años en el poder. En ese corto lapso acabó con Yugoslavia y ensangrentó Croacia, Bosnia y Kosovo, mientras destruía la economía serbia. En julio de 2000, seguro de que saldría avante de una prueba más, sesometió a las urnas para extender su periodo presidencial unos años más. Para su sorpresa, la elección se convirtió en un veredicto político: más de 50% de los votantes apoyó a la ODS, una coalición de 18 partidos de oposición y a su candidato, un suave y melancólico abogado constitucional llamado Vojislav Kostunica. Pero la derrota de Milosevic no hubiera sido posible si la sociedad civil no se hubiese organizado para defender el triunfo electoral de Kostunica a través de paros y movilizaciones masivas.
La caída de Slobodan Milosevic es tan sólo el fin del principio. Kostunica deberá ahora institucionalizar esta nueva "revolución de octubre", construir un gobierno y mantener, a la vez, elorden constitucional. Cada una de estas tareas es de una complejidad aplastante. Vojislav Kostunica ganó las elecciones para la presidencia federal de la nueva Yugoslavia cuyos miembros son la propia Serbia y Montenegro, que renovaron, asimismo, el Parlamento federal. Sin embargo, no todos los yugoslavos votaron. El presidente montenegrino Milo Djukanovic, que busca la independencia de su país, boicoteó las elecciones. Mantener unida a Yugoslavia implicará una delicada negociación entre Kostunica y Djukanovic para resolver las desacuerdos entre los dos países. Más importante aún será la elección para presidente serbio y para el Parlamento nacional convocada para diciembre de este año. Las oficinas del ejecutivo y las Cámaras nacionales cuentan aúnentre sus miembros a muchos aliados abiertos de Milosevic. Aunque algunos funcionarios, como el ministro del Interior Vlajko Stojiljkovic, que controlaba a la poderosa policía serbia, han renunciado, la mayoría de los cuadros nombrados por Milosevic deberán ser desplazados del poder y el presidente deberá maniobrar para conseguir la elección de políticos genuinamente demócratas a la presidencia serbia y al parlamento. Pero si esto fuera poco, el nuevo presidente tendrá que mediar entre los rijosos partidos que conforman la coalición triunfadora y que desean colocar a sus miembros en los puestos más influyentes. Sin ninguna experiencia de gobierno, Kostunica deberá hacer decenas de nombramientos sin poner en peligro la modernización política del país y sin convertir a sus aliados en opositores.
Paralelamente al desmantelamiento de la estructura de poder creada por Milosevic, Kostunica deberá resolver la crisis económica abismal que vive Serbia. Una gran porción de la economía está compuesta aún por un sistema estatal ineficiente y el desempleo y la inflación son males endémicos en Serbia. La Unión Europea ha levantado ya parte de las sanciones que pesaban sobre el país y ha prometido una ayuda a corto plazo por dos mil millones de dólares. Sin embargo, la ayuda externa no resolverá los graves problemas del país. Para retomar el curso de la historia que truncó la conquista otomana, Serbia deberá emprender una modernización sustentada en sus propios recursos.
Estudió Historia del Arte en la UIA y Relaciones Internacionales y Ciencia Política en El Colegio de México y la Universidad de Oxford, Inglaterra.