La extensión de las aguas, la expansión de la luz matinal,
las señas desplegadas en una mano abierta ante los ojos adivinos,
el vuelo de las aves y el orden de las estrellas en el cielo de otoño,
el fuego de innumerables formas, la ondulación de las letras
en la madrugada lectora y enfebrecida, el hálito mismo de la fiebre
hincado en la frente y asomado a la boca jadeante,
el verso repetido en voz alta hasta que pierde todo sentido
o adquiere un sentido nuevo, deslumbrante y revelador,
al doblar una esquina la memoria del amigo muerto que nos avasalla
con diálogos inexplicables y desgarradores, el nuberío sobre el valle
y sus habitantes atormentados, la desolada y noble silueta del mendigo
como una absurda promesa de resurrección, los papeles
tirados en la calle anónima como restos de una vida ilegible,
los corredores en penumbra visitados una vez más
en la noche alternativamente hospitalaria y amenazadora,
el estallido ciego de la química en un cuerpo atenazado por el cáncer,
las voces multiplicadas a la salida del tren subterráneo, los espejos
y su extraño eco y el eco mismo de los murmullos debajo de la sed
y el ardimiento, el cosmos de tu vida repleta de filos y de abismos
y de evidencias florales y de músicas altivas y el paso que hacia mí
has dado, otorgándole a las presencias y al pensamiento
y a la bocanada del vacío una dirección y un tenue temblor de serenidad
que, a tu lado, cada día, me cubre con mil y una imágenes verdaderas… –
(Ciudad de México, 1949-2022) fue poeta, editor, ensayista y traductor.