El 2 de diciembre de 2015, Syed Farook, estadounidense de 28 años, y su esposa, Tashfeen Malik, paquistaní, atacaron un centro de asistencia para discapacitados en San Bernardino, mataron a catorce personas e hirieron a veinte y luego fueron abatidos por la policía. Los investigadores relacionan el atentado con el "extremismo islamista". Farook, empleado del condado, trabajaba en el edificio donde perpetraron la matanza. Es el tiroteo más grave ocurrido en EUA desde la masacre de la escuela Sandy Hook de Newton en 2012, en la que murieron 27 personas, incluidos veinte niños.
Hace unos días, el 16 de febrero, la juez federal Shery Pim exigió a Apple desarrolle un software para desbloquear el iPhone5 de Farook. Apple se niega y tanto el FBI como la compañía de la manzana han dado la máxima publicidad a su enfrentamiento que ya es una pelea global de marcas: el Estado y sus agencias secretas contra el emporio del iPhone. Uno defiende sus prerrogativas de inmiscuirse en cada conciencia por seguridad; el otro enarbola la privacidad de sus clientes. Apple ha solicitado que se anule la orden judicial para desbloquear el iPhone. Desde 2014, ya en la era postSnowden, Apple encripta el contenido de sus teléfonos de forma que solo se puede acceder a los datos si se conoce la clave de cuatro números. Si se prueban diez combinaciones sin éxito se destruyen los datos: este mecanismo es opcional, pero en el caso del móvil de Farook no se sabe si él activó esa opción o no. El FBI quiere que Apple desarrolle un software que permita invalidar ese seguro para poder acceder al teléfono probando todas las combinaciones y verificar si en su interior hay información de posibles cómplices.
El FBI afirma que la última sincronización del iPhone de la discordia con –iCloud, la nube de Apple a la que sí puede acceder la compañía– ocurrió seis semanas antes del atentado, y sospecha que Farook desactivó la opción de sincronizar con la nube, por lo que el iPhone puede conservar datos relevantes para la investigación. El móvil pertenece al condado de San Bernardino, y la contraseña fue cambiada horas después de que Farook fuera abatido, por lo que hay dudas sobre la correcta custodia de pruebas. Según BuzzFeed el FBI admite que cambió la contraseña.
Apple se opone a crear ese software alegando que se crearía un precedente jurídico y que esa herramienta podría servir para desbloquear cerrajar otros móviles. Tim Cook, director ejecutivo de Apple, ha escrito una carta argumentando su negativa y días después la compañía ha publicado en su web un cuestionario con aclaraciones para los clientes. Facebook, Google y Twitter apoyan a Apple. Richard Stallman (que abomina de Apple por ser un sistema cerrado) invita desde su página a telefonear a Obama para que la agencia estatal retire la petición. El candidato republicano a la Casa Blanca Donald Trump pide boicotear a la compañía de la manzana hasta que ceda. Bill Gates insta a colaborar con el FBI: "Se trata de un caso particular en el que el gobierno está pidiendo acceso a un terminal. No es algo general", ha dicho.
Según esta versión de Bill Gates podemos imaginar a unos ingenieros de Apple trabajando para desbloquear el móvil en sus instalaciones ante unos agentes del FBI y alguna autoridad judicial. Una vez creado el sistema alternativo que evita la autodestrucción de los datos, los agentes federales revientan la contraseña probando miles de combinaciones y acceden al contenido del iPhone. En ese momento los ingenieros de Apple destruyen el software desarrollado ad hoc y ya no hay posibilidad de que sea utilizado por otras agencias del gobierno o que sea robado por malvados. Pero la realidad no es tan sencilla: la herramienta que exige el FBI, para tener validez forense en un juicio, ha de ser validada y pasar por muchas manos. En la práctica, supondría que el software para reventar este iPhone podría acabar en poder de organismos variados, de terceros países y de cualquier desaprensivo, tal como sugiere Tim Cook en su carta. A este respecto es interesante leer la opinión de un experto en software forense.
Por eso Apple no acepta esta exigencia, porque supondría, en efecto, facilitar una puerta trasera universal que invalidara su sistema de encriptado y la privacidad de sus clientes. Apple quiere jugar la partida por elevación y propone un debate en el Congreso mientras que insiste en que está fortaleciendo su sistema de encriptado para garantizar el derecho a sus datos de los clientes. Apple es marketing en estado puro y utiliza este caso para anunciar sus próximos desarrollos, que van en la dirección de encriptar aún más los móviles, de forma que en casos futuros ni ella misma pueda descerrajarlos.
El caso del iPhone de San Bernardino es una pelea de gallos-marcas que aprovechan los refectores para forcejear globalmente. La polémica es un poco superflua si tenemos en cuenta que Facebook es el mayor succionador de datos privados del mundo, y se los cedemos voluntariamente; que Whatsapp (de Facebook) ya quiere acceder en cada momento a la ubicación del usuario; que las máquinas de Google ya saben hasta el último de tus sueños; que Microsoft, con su sistema, aparentemente gratuito, Windows 10, es parte de tu sistema nervioso…
El motivo para aceptar un encriptado fuerte es que en la era postSnowden no nos fiamos de los gobiernos ni de sus innumerables agencias secretas. Lo lógico sería facilitar ese encriptado, incluso para la propia compañía que vende el dispositivo (o “regala” el servicio) y que el usuario decidiera si lo activa o no. En ese caso podría ser sospechoso por efecto y así seríamos kafkianamente libres.
(Barbastro, 1958) es escritor y columnista. Lleva la página gistain.net. En 2024 ha publicado 'Familias raras' (Instituto de Estudios Altoaragoneses).