Acerca de “Lo que queda del Muro”

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Sr. director:

Soy un lector más bien irregular de su revista. Y ello, no por una falta de interés en la cultura, sino porque día a día constato que el uso del tiempo en el mundo moderno nos permite cada vez menos momentos de sosiego y reflexión, mismos que, en esencia, constituyen el más alto deleite del quehacer humano. Por lo mismo, cuando logro sustraerme a ese ritmo ajetreado de la vida, y consagro unos instantes a la lectura, no puedo sino desear que los contenidos me revelen algo novedoso, aun cuando se enfoquen a cuestiones históricas. No otra sensación me dejó la lectura del más reciente número de Letras Libres, dedicado al vigésimo aniversario luctuoso –permítame este chascarrillo– del Muro y sus utopías. A veces nos cuesta imaginarnos cómo se vivió ese momento indudablemente histórico en los países mismos en los que se efectuaba el cambio; por eso, me pareció muy atinado el que ofrecieran un recorrido general por la Europa de entonces.

Atrevo solamente un reparo a este número: no terminé de entender la relevancia del artículo del señor Bertrand de la Grange, que aborda el mismo periodo histórico, es cierto, pero en un lugar más bien alejado de los acontecimientos cruciales (la caída del Muro). La elección del territorio me resultó, si no azarosa, sí quizás un poco arbitraria. Indudablemente que la caída del comunismo tuvo implicaciones en Centroamérica e incluso en las regiones más ignotas del globo, como no es difícil constatar, pero, a mi parecer –muy personal–, El Salvador no es tan representativo del momento, o quizás no tanto como los otros países retratados, cuestión que no quería dejar de señalar. Por último, y para no quitarle más tiempo, le diré que no termino de entender por qué la caída de un Muro en Berlín debería precipitar forzosamente, y justo en el mismo instante, el fin de la violencia guerrillera en un país centroamericano. ¿Es que el tercer mundo no puede llevar su propia hora? ¿Es que exigirle sincronía a los hechos históricos no es simple y llanamente adscribirse al pensamiento mágico más primario? Son preguntas, antes de que el ajetreo vuelva a enmudecerme.

Reciba un saludo cordial. ~

– Edwin Lombardo

 

Sr. director:

Tengo el gusto de poseer en mi biblioteca los siete cuadernos que contienen las transcripciones del encuentro organizado por Vuelta “La experiencia de la libertad”, edición coordinada por Fernando García Ramírez. Los consulto y releo con cierta frecuencia, sobre todo en momentos como el actual, en que conmemoramos el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín. Mi experiencia particular alrededor de la Guerra Fría y del colapso del comunismo estuvo marcada por mis lecturas de Octavio Paz y mi cercanía de cada mes con Vuelta; gracias a ellos cobré conciencia de la realidad que se vivía y padecía atrás de la llamada “cortina de acero”, más allá de la estridencia de la propaganda de uno y otro bando. Desde entonces abracé el liberalismo occidental, democrático y libertario. Me alegra mucho el recuerdo que Christopher Domínguez Michael (el mejor crítico de México) hizo del encuentro en el número anterior de Letras Libres.~

– Federico Zertuche

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