Al llegar a San Cristóbal de las Casas, la primera parada del papa Francisco en el estado de Chiapas, se ven letreros de todos tamaños, colgando de las puertas de los negocios y de las casas, que con mensajes rotulados llenos de brillantina expresan mensajes de bienvenida. En las calles del centro, atiborradas de restaurantes con nombres de platillos italianos y de turistas con cámaras como accesorios y guías de Lonely Planet bajo el brazo, ondean banderas del Vaticano, listones blancos y amarillos. En todos las fotos Francisco sonríe.
El ánimo y ambiente cambian contundentemente al salir del centro de la ciudad. Las fotos de Francisco son remplazadas por templos de denominaciones cristianas no católicas con leyendas como “Templo EMA-NUEL”, Iglesia De Cristo De Restauración Elohim” e “Iglesia Tzotzil Rey de Reyes”. También se lee en la calle Damasco de la colonia Nueva Esperanza un letrero sobre una casa verde que dice“Comunidad Musulmana Ahmadia de Chiapas, Al-lah es uno y Muhammed su siervo”. Aquí no hay ningún letrero de “Francisco te queremos”.
En el cinturón periférico de San Cristóbal de las Casas viven las familias de los miles de indígenas que desde los años setenta y hasta los noventa fueron forzados a salir de su tierras, en la región Altos, por haberse convertido a una religión distinta a la católica. En todos los casos las instituciones que debían encargarse de detener y atender la situación de violencia por razones religiosas esquivaron su responsabilidad argumentando el respeto a “usos y costumbres” indígenas. Y es que el conflicto religioso lo administraron jugosamente políticos estatales y federales junto con los caciques de Chamula durante años. Viene a la mente esa famosa fotografía de Peña Nieto portando orgulloso el chujo chaleco de lana de borrego color negro; vestimenta tradicional chamula, para adivinar la vigencia de esta relación clientelar.
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En Chiapas, el mapa religioso[1] se ha transformado de manera vertiginosa en las últimas cuatro décadas. Hoy, es el estado con la mayor diversidad religiosa del país, siendo que el 41.7% de la población profesa una religión distinta a la católica. En 1970 las católicos chiapanecos representaban el 91.2% y en el 2010 el 53%[2]; una transformación radical en el escenario religioso en el estado. Esta realidad de diversidad atenta contra la falsa percepción de que “todos los mexicanos son guadalupanos”, declaración del papa Francisco en una entrevista realizada el año pasado cuando una periodista preguntó su opinión tras los sucesos en Ayotzinapa. “Puede haber católicos y no católicos en México pero todos son guadalupanos.” Más allá de tratarse de una generalización (equivocada), el problema es que con ella se perpetua una lógica inexacta y peligrosamente homogénea de lo que significa ser mexicano en este país
El papa Francisco ha anunciado la visita a San Cristóbal de las Casas como un encuentro sin precedentes con las comunidades indígenas del sureste. Sin embargo es importante tomar en cuenta que en Chiapas un porcentaje importante de las comunidades indígenas (en particular las de la región de los Altos y Fronteriza) se han convertido a religiones distintas al catolicismo. Ante estos números quizá el encuentro deba convertirse en una autocrítica de la Iglesia para reconsiderar por qué estas comunidades han visto en las diferentes ofertas religiosas una posibilidad real para mejorar sus situaciones de marginación y exclusión.
De acuerdo a la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México (ENADIS) realizada en 2010, tres de cada diez personas que pertenecen a alguna minoría religiosa consideran que su principal problema es el rechazo, la falta de aceptación, la discriminación y la desigualdad; mientras que una proporción similar considera que su principal problema son las burlas, las críticas y la falta de respeto; solamente el 7% considera que no tiene problemas por su religión. Hacen falta más que aquellas pancartas que difunden valores como el de la tolerancia, cuando podríamos imaginar una sociedad en donde estemos abiertos a la posibilidad de “la comprensión del otro”.
“Le damos la bienvenida al papa Francisco y a su mensaje de paz que tanta falta hace en nuestro país” dice Ibrahim Checheb de 34 años, emir de la comunidad chamula musulmana de Chiapas “pero debe saber que aquí, nuestra realidad se cuece aparte.”
[1]Rivera, C., Lisbona, M., García, M. d., Sánchez, I., & Meza, I. (2005). Diversidad Religiosa y Conflicto en Chiapas (Primera ed.). México: UNAM, CIESAS, COCyTECH, Secretaría de Gobierno del Estado de Chiapas, Sectetaría de Gobernación.
Defensora de Derechos Humanos especialista en libertad de expresión y Género. Es productora audiovisual y actualmente productora de las @e_stereotipas.