Ya en esta bitácora había expresado mi absoluto escepticismo (por decir lo menos) sobre la delirante idea de que la famosa Constitución de la Ciudad de México sería la piedra fundacional de la Tenochtitlán del siglo XXI, sobrevendida por Miguel Ángel Mancera y voceros aliados como un acontecimiento “histórico”. A mi la constitución me parece una solución en busca de un problema, una maniobra política para crear y repartir más cargos y prebendas entre una élite partidista que está peleando por privilegios y fueros. Pero tal vez me equivoque. Así que una buena estrategia de comunicación de los partidos nos debería ilustrar sobre la importancia real de la constitución y convocarnos para formar parte de su creación a través de las elecciones a la Asamblea Constituyente.
Pero no. Esto no ocurrió. Veamos algunos de los mensajes que pretenden hacernos salir de nuestras camas a votar el domingo próximo. Para evaluarlos, les propongo que usemos una medida muy básica de la estructura del discurso político: la secuencia motivadora que establece que un discurso debe tener por lo menos un diagnóstico o planteamiento de un problema, una solución o satisfacción lógica, atractiva y viable a ese problema, y un llamado a la acción motivador para hacer algo.
PRI
Los mensajes de los candidatos del PRI hablan de todo y nada a la vez. Dicen que “es necesario escuchar a quienes viven en la ciudad” (un lugar común) y se avientan frases vacías como “si pensamos unidos en lo que realmente necesitamos para mejorar, vamos a lograrlo” que lo mismo aplican para hacer entre varias personas un pastel de guanábana que para armar un transbordador espacial. No hay diagnóstico o problema, no hay planteamiento de la solución ni un llamado a la acción que sea atractivo. Visualmente este podría ser un anuncio de pinturas, papel tapiz, impresoras láser a color o escaleras de mano. Nunca queda claro el qué, el por qué ni el para qué.
PAN
Los spots del PAN cojean del mismo pie: no tienen hilo discursivo. En este caso, se presenta Santiago Creel, tratando de establecer una conexión rápida con la audiencia al decir “llevo más de 20 años defendiendo la democracia en nuestra ciudad”, frase que puede significar algo para quienes seguimos o trabajamos cerca de la política, pero que al ciudadano de a pie no le dice mucho. El diagnóstico es un poco mejor que el de los mensajes del PRI: “Aquí cualquiera hace lo que le da la gana y se sale con la suya” nos dice Creel. “Que los malos gobernantes se vayan a su casa. Adiós fueros y privilegios. Que nadie se atreva a contaminar nuestro aire. A adueñarse de nuestras calles. O de plano, robarnos nuestra tranquilidad.” Se entiende entonces que el problema de la ciudad es un bufet de caos, mal gobierno y abuso de ciertos grupos y clases sociales retratados en las imágenes (guaruras, vendedores ambulantes y peseros). Pero el spot se queda ahí. No hay un puente entre ese diagnóstico del caos y lo que traerá orden, que presuntamente sería una constitución escrita por panistas. “Contigo lo haremos mejor” cierra el mensaje. ¿Qué haremos? ¿Quiénes? ¿Para qué? Son las dudas que el mensaje deja en el aire.
PRD
En este spot vemos a la candidata Marcela Lagarde, quien sentada en lo que parece su biblioteca privada, se presenta como una “antropóloga feminista”. En su diagnóstico sobre la ciudad, la candidata dice que el problema es que “hay tolerancia del Estado y de la sociedad a la violencia contra las mujeres y las niñas”. Ante esto, propone una solución más o menos lógica: “que la constitución garantice los derechos humanos de las mujeres”. Obvio, pero bueno, tiene sentido. Lamentablemente, el spot se pierde después en un listado de derechos acompañados de imágenes de habitantes de la ciudad. Y concluye con una reflexión que dice “el feminismo en esta ciudad es un poder chilango”. Creo que el error del spot es que no hay hilo conductor entre el diagnóstico (violencia contra la mujer), la solución (constitución de la ciudad) y llamado a la acción (vota por el PRD para que no haya violencia contra la mujer y se defiendan sus derechos). Se pierde en este último paso y eso le resta atractivo en términos de marketing político. Creo que el tono académico y el lenguaje elevado de la candidata también pudieron trabajarse para conectar con audiencias más amplias.
MORENA
Sentado en lo que parece la sala de su casa, el talentoso actor Damián Alcázar se presenta como candidato de Morena a la Asamblea Constituyente. El problema que plantea es aritmético-electoral-político-grilloso: “Los políticos de siempre se reservaron, se agandallaron, el 40% de los constituyentes para imponer sus intereses”. Si uno no tiene idea de lo que eso significa, lo que sigue no explica mejor las cosas. “Pero con el 60% elegidos por los ciudadanos protegeremos los derechos de la gente”. Suponiendo, sin conceder, que la gente entiende el problema aquí descrito –y que le importa un pepino– el siguiente paso es un non sequitur brutal. “Morena demandará: internet gratuito, salud, educación, cultura y agua para todos, revocación de mandato y el fin de negocios sucios”. Aquí vemos el clásico error de la izquierda: suponer que todos entienden de lo que está hablando y que con solo decir “fin de negocios sucios” la gente captará automáticamente que no habla de los puestos de gorditas en el paradero del metro Indios Verdes –negocio bastante sucio– sino de las componendas y corruptelas de la “mafia en el poder”. “Sal a votar ¡No te dejes!” nos dice un desaliñado y apático candidato, con el mismo entusiasmo que si nos estuviera diciendo que salgamos a comprar unas conchas y leche para la merienda. Decepciona la falta de creatividad y la confusión entre austeridad y flojera en la hechura del spot. Y, de nuevo, la falta de hilo conductor entre las tres fases del mensaje. El problema es que hay gandallas. La solución es un 60% de gente que demandará internet gratuito. El llamado a la acción es “no dejarse”.
Claramente, la comunicación política demanda en nuestros días una buena dosis de imaginación para conectar con un electorado cada vez menos interesado y más escéptico respecto a lo público. Más si se trata de una medida que, como la constitución de la Ciudad de México, es un invento de las élites políticas disfrazado de demanda ciudadana cumplida. Pero el respeto a la audiencia y el hecho de que los spots y campañas para esta asamblea constituyente se financian con dinero público, debiera obligar a los partidos a hacer un esfuerzo más profesional de comunicación con el auditorio. Al no hacerlo, podemos augurar que de los muchos récord Guiness que nos gusta inventar y romper en la Ciudad de México, este domingo tendremos el de las elecciones más aburridas e irrelevantes de la historia.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.