1. La conferencia Trump-EPN: ¿la foto o el grafiti?
Quiero contraponer dos imágenes. La primera es una fotografía que registró el apretón de manos entre Donald Trump y Enrique Peña Nieto en la residencia oficial de Los Pinos. La segunda es un mural que fue noticia en junio (cuando la prensa internacional la dio a conocer) y que a la luz de los eventos del miércoles pasado parece profética. Una es la evidencia del fracaso diplomático del presidente de México –y un ardid publicitario de la campaña Trump–; la otra, despojada de solemnidades y más a tono con la opinión pública, se siente más elocuente que la primera.
Ya antes Melo Nonsense –grafitero, artista urbano y diseñador– había pintado las paredes de su natal Ciudad Juárez, tanto con representaciones estridentes y sofisticadas de su pseudónimo como con las caricaturas largas y estilizadas de una calavera mariachi y Don Quijote. Pero esta vez, para intervenir el río Bravo, Melo se alejó de su estilo anterior: “para la sátira política, el contenido es más importante que la ilustración”, comentó en entrevista con Letras Libres. En este mural, Trump se revela grotesco por la manera en la que fue representado: no es alto, delgado ni heroico como el Quijote, sino un hombre enjuto, de torso corto, piernas raquíticas y cabeza monstruosa que evoca el cuerpo de Bob Esponja. Los que nos criamos con la programación de MTV y Nickelodeon en la década de los noventa y los dos miles no podemos dejar de advertir la familiaridad que hay entre la caricatura de Melo y los dibujos animados de Ren & Stimpy. Donald Trump se nos presenta como la versión alucinada de la cultura del entretenimiento estadunidense. Recordemos que en un principio, el candidato logró colarse a la atención pública con el escándalo del racismo, la misoginia y la xenofobia: entre la risa y la indignación, nos divertíamos sintonizando al ridículo Trump. Aún después de que ganara la candidatura de su partido, el millonario sigue hablando de construir el muro de la frontera como si de embonar unas cuantas piezas de lego se tratara. De ahí que Melo Nonsense lo vista “como un niño mimado” pero perverso. “Nosotros [como grafiteros y artistas] tenemos una responsabilidad: la de aprovechar los medios que tenemos a la mano. Hay temas que merecen ser exhibidos: este, en particular, debería interesar a todos porque nos afecta a todos”, concluyó Melo.
Un par de días después, otro artista urbano de Ciudad Juárez completó el mural. En un segundo plano –una posición que en sí misma es significativa– Porkishead agregó la caricatura (también perversa) de Enrique Peña Nieto que, vestido de delantal, revela “estar al servicio de intereses que no coinciden con el bienestar social”, comentó. Con los ojos desorbitados y enloquecidos, vestido con un delantal y con una cinta de aislar en la boca, la mano derecha del presidente –el poder judicial, de acuerdo con Porkishead–ayuda a poner más ladrillos en la frontera. “Ya sea por obra, palabra u omisión, Peña Nieto actúa de manera sangrienta, haciendo de nuestro país un lugar de carencias, desigualdades, impunidad y violencia en sus niveles más grotescos”, señala Porkishead.
Debe decirse que él también se distanció del estilo de sus obras anteriores. En lugar de diseños intrincados y composiciones laberínticas –que resultan en interesantes imágenes cifradas– se avocó a una representación que la gente entendiera al primer golpe de vista. Como artista juarense, Porkishead sabe que su trabajo, “aunque sea ilegal, será visto en ambos países: cruzará la frontera”. En esta misma línea, no deja de ser interesante advertir que para la prensa internacional (Le Monde, Vice, RT y Getty Images) el detalle de Trump fue la noticia; para nosotros, en México, importa más la imagen completa, la colaboración entre Melo y Porkishead, el desencuentro entre Trump y Peña Nieto.
2. El discurso de odio en la Colonia Libertad
Los vituperios xenófobos de Trump son acallados por la pelotita roja de una mordaza sadomasoquista. A su alrededor, y sobre un cartel blanco, pueden leerse las instrucciones para llegar a Nueva York desde Tijuana y la dirección exacta de sus oficinas. Un par de escaleras metálicas pintadas sobre la barda terminan de comunicar el mensaje de este mural que no deja lugar a equívocos: ¡Rape Trump!, se titula.
Indecline, el enfant terrible del arte urbano estadounidense, se ha ganado fama por el tono peculiarmente crudo de sus intervenciones. Hace un mes se pusieron en contacto con un escultor de monstruos (que suele trabajar en la decoración de casas de terror) para que modelara cinco estatuas de Trump. Con la piel cubierta de varices, sin testículos y luciendo un pene microscópico, la representación desnuda de Donald adornó las ciudades de Seattle, Cleveland, Los Ángeles, San Francisco y Nueva York.
El año pasado, el mismo grupo pintó la frase “This Land Was Our Land” en los 22,000 metros cuadrados de una pista área del desierto de Mojave que solía servir como un sitio de entrenamiento para que los pilotos del ejército estadounidense practicaran su puntería y probaran el armamento. A pesar de que son conocidos por este tipo de controversias, la exhortación a violar a Trump podría estrellarse con un llamado a la coherencia por varios sectores de ambos países.
Al respecto, el director creativo de Indecline dejó en claro el tono bromista del mural: “Sinceramente, ninguno de nosotros espera que alguien se salte la barda y siga las instrucciones para dar con Trump y violarlo. Quisimos lanzar una llamada de atención sobre la retórica de Trump y, en estos casos, la controversia funciona mucho mejor que las sutilezas”. De cualquier manera, y más que cualquier otra pieza de arte urbano hasta la fecha, ¡Rape Trump! nos obliga a pensar el contexto y los matices de la libertad de expresión.
¿Es lo mismo amenazar e insultar a Trump desde el anonimato y por medio de la sátira política que ser el portavoz de un discurso de odio que no bromea cuando habla de las políticas públicas que propone para expulsar a los migrantes? De acuerdo con Estefanía Vela (especialista no solo en derechos sexuales y reproductivos, sino en libertad de expresión), el derecho estadounidense protege cualquier manifestación que tenga algo de valor (por mínimo que este sea) para el debate. Esto significa que Trump está protegido de cualquier sanción estatal; a final de cuentas, “el candidato está discutiendo la política migratoria de su país, de ahí que el Estado no pueda sancionarlo, aunque insulte, exagere o mienta”.
“Sin embargo”, continúa Vela, “y más allá de la cuestión jurídica, Donald Trump es mucho más poderoso que Indecline: debido a que el primero goza de mayor difusión, se puede argumentar que el efecto que tienen es distinto. En este caso, Indecline puede entenderse como el héroe típico del liberalismo: un David que desafía al Goliat del status quo; los insultos de Trump, en cambio, recaen sobre un grupo de personas que viven una vulnerabilidad diaria espeluznante, de modo que la retórica del candidato puede ser un elemento más que justifica, solapa e incluso alienta –en este caso– la discriminación de los migrantes en Estados Unidos. De esto –insiste– no se desprende que el gobierno deba sancionarlo, ni que vaya a hacerlo, cosa impensable en la tradición estadounidense. La solución a Trump, desde esa tradición, no es el castigo, sino el diálogo. Y es desde este ‘diálogo’ que también debemos señalar que las críticas de Indecline reproducen el discurso contra los gordos y parten de un esquema de valores machistas: ¿por qué convocar a una agresión sexual –violar a Trump– y por qué apoyarse en la idea de que un hombre “bien dotado” es el ideal de masculinidad y liderazgo político? ¿Esa es la mejor crítica que se tiene de Trump?”
Mientras tanto, el discurso de odio –xenófobo o machista– se ha convertido en un atractivo turístico: de acuerdo con Rafael Serrato, un habitante del barrio que irónicamente se llama Colonia Libertad, un puñado de autobuses llenos de visitantes se detienen en esta parte de la frontera para ver el mural. Y esta no es una mala metáfora para el estado actual del debate público.
(Ciudad de México, 1986) estudió la licenciatura en ciencia política en el ITAM. Es editora.