Carmelo Mesa-Lago es doctor en derecho por la Universidad Complutense de Madrid y doctor en relaciones laborales por la Universidad de Cornell. Es profesor emérito en economía de la Universidad de Pittsburgh y coordinador del libro Voces de cambio en el sector no estatal cubano (Iberoamericana Vervuert, 2016), un estudio que a partir de ochenta entrevistas intensivas entre cuentapropistas, usufructuarios y socios de cooperativas retrata la creciente importancia y el potencial económico de este sector.
Usted ha demostrado que desde 1959 la política económica revolucionaria de Cuba se ha caracterizado por ciclos ideológicos y pragmáticos: ciclos ideológicos que llevaban a una crisis, seguidos de ciclos pragmáticos de reforma para reducir el descontento y, de nuevo, marcha atrás. ¿De cuántos ciclos podemos hablar? ¿Podría describirlos brevemente?
No es fácil identificar los ciclos, pero señalaría alrededor de siete: entre 1959 y 1966 hubo un primer ciclo contrario al mercado, marcado por la ortodoxia soviética y el debate de las alternativas socialistas. El segundo, entre los años 1966 y 1970, se caracterizó por la radicalización del modelo guevarista y el ideal de “el hombre nuevo”. Entre 1971 y 1985, el tercer ciclo, dio un tímido giro hacia el mercado intentando copiar el modelo soviético de cálculo económico. Entre 1986 y 1990, por temor a la perestroika, en puerta ocurrió el cuarto ciclo, una marcha atrás con el Proceso de Rectificación. Hay un quinto ciclo entre 1991 y 1996 con el fin de la URSS y el cese de ayudas económicas que los llevó al “periodo especial en tiempos de paz”, y se hicieron modestas reformas orientadas, de nuevo, al mercado. El sexto fue entre 1997 y 2006 cuando se detuvieron las reformas promercado y se intensificó el modelo centralizado. Finalmente, hay un séptimo ciclo que comienza en 2006 con las reformas impulsadas por Raúl Castro.
Fidel Castro siempre fue más afín a los ciclos ideológicos, porque él, al contrario de Raúl, no era un hombre pragmático en economía y siempre deseaba avanzar en la construcción del socialismo y del comunismo. Además esos ciclos concordaban con su ideología de movilización de masas como el trabajo voluntario masivo y las brigadas de construcción de viviendas.
¿A qué atribuye estas oscilaciones que a la postre resultaron fatales para la economía cubana?
Los incentivos morales que proponía Fidel en los ciclos idealistas nunca funcionaron y la creación del hombre nuevo que soñaba Guevara tampoco se plasmó. Por ello era necesario apostar por incentivos materiales, como en el caso de las diferencias salariales. En un ciclo ideológico primaba el igualitarismo en la remuneración. Una vez que los ciclos pragmáticos entraban en vigor, funcionaban alrededor de cinco años, lograban que la economía mejorara un poco y Fidel se sentía de nuevo fuerte para lanzar otro ciclo ideológico.
En estos ciclos también han incidido factores externos: los apoyos económicos de la URSS y de Venezuela y las políticas hostiles de Estados Unidos. Pero las decisiones internas siempre las tomó Fidel, por lo menos hasta 2006, pues en su persona convergían los puestos más importantes de Cuba: presidente del Consejo de Estado, primer secretario del partido, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y en algunos casos también asumió las responsabilidades del Ministerio de Economía y Planificación.
Los ciclos pragmáticos siempre han tenido resultados positivos, todo lo contrario que los ideológicos. En el ciclo actual se ha avanzado más que nunca, bajo la Revolución, en la dirección del mercado aunque las reformas han sido muy lentas y cargadas de regulaciones y trabas. Las reformas implican delegar poder económico, descentralizar decisiones y dar cierta independencia a los agentes económicos, pero al delegar poder económico de cierta forma también se delega poder político. En Cuba, la lógica política siempre ha predominado sobre la lógica económica, para mantener el régimen frente a cualquier amenaza interna o externa.
Aparte de estas oscilaciones económicas, en Cuba siempre ha habido una economía de planificación central y esa economía ha fracasado en todos los países socialistas del mundo. En los años noventa, con el colapso del socialismo “real” en la Unión Soviética y Europa Oriental, las “economías de mandato” se transformaron, con diferencias de grado, en economías de mercado. China y Vietnam optaron por un socialismo de mercado.
¿Las reformas propuestas por Raúl Castro van en ese sentido?
Sí, con el proceso de reformas que inició Raúl ese plan central ha sido combinado con medidas que incluyen al mercado. Las reformas no solo han ido por la propuesta de expandir el sector económico no estatal y la propiedad privada que tienen los pequeños trabajadores autónomos, sino que se han creado figuras mixtas como el usufructo de tierras estatales ociosas y las cooperativas de producción no agrícola y de servicios. Pero en los congresos del Partido Comunista de 2011 y de abril del año pasado se ha reiterado que el plan central predomina sobre el mercado y que la propiedad estatal predomina sobre la propiedad privada o no estatal. Esto plantea un conflicto muy serio. En Cuba no se habla de transformar el modelo económico sino de “actualizarlo”, pero esa actualización no se ha aterrizado. ¿Qué grado de participación va a tener el mercado? ¿Cómo van a participar la propiedad privada, la mixta y las cooperativas? ¿Cuáles van a ser las interrelaciones entre ellas? No se sabe. Hay reformas esenciales de las que se viene hablando desde hace más de cinco años, como la unificación de las dos monedas de Cuba, que es esencial para cualquiera que sea el modelo económico que se escoja. Pero no ha cuajado.
Cuba sufre hoy la peor crisis económica desde 1991-1994 y tras la muerte de Fidel Castro algunos optimistas creen que las reformas económicas se acelerarán. Usted ha sido mucho más cauto, ¿por qué?
Soy un estudioso de la economía cubana y mi acercamiento a ella siempre ha sido con estadísticas y documentos, con datos sólidos. La política económica que adoptará Cuba es impredecible, básicamente porque es un problema político y uno no tiene esa información interna. Hay información sobre las decisiones que se toman pero el proceso y la discusión entre las distintas posiciones que llevan a tomar esa decisión no se publica. Con ese punto de cautela, que es clave, me parece que Fidel fue siempre muy opuesto a las reformas económicas del mercado mientras que Raúl ha sido muy sistemático en aplicar las reformas desde que tomó el poder. Él ha sostenido reiteradamente que hay unidad en la dirigencia del partido y el gobierno, pero hay evidencia de que eso no es cierto, a pesar de que no se publica la discrepancia. Si mi tesis es correcta, Raúl enfrenta a un grupo de ortodoxos, como José Ramón Machado Ventura, que es el segundo secretario del Comité Central del Partido Comunista Cubano (PCC), y quien se ancló a la figura de Fidel para poder mantener su influencia en las decisiones. Raúl ha dicho que va a dejar el puesto de presidente del Consejo de Estado en febrero de 2018 (en trece meses) y, aunque todavía no ha habido una reforma constitucional, todo mundo espera que se retire. Yo dudo de que se retire del todo porque ello crearía un tremendo vacío de poder. Es muy probable que Raúl continúe un par de años como primer secretario del PCC y posiblemente como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.
¿Quién es la persona que puede suceder a Raúl?
Se supone que será Miguel Díaz-Canel, que es el primer vicepresidente del Consejo de Estado. Él ha jugado un papel muy cuidadoso en términos de comunicación y toma de posiciones, aunque ha hablado de la necesidad de mayor libertad de prensa y mayor acceso a internet. Y eso lo hizo al inicio de su cargo, pero después no ha hecho declaraciones importantes.
Digamos que Díaz-Canel es finalmente elegido en febrero de 2018 para ser el presidente del Consejo de Estado. ¿De dónde va a sacar su poder?
Díaz-Canel sería el primer civil que no participó en la guerra revolucionaria, lo cual sería una transición positiva. Pero él no tiene poder sobre las Fuerzas Armadas, no tiene poder como los revolucionarios de la Sierra que estuvieron en el proceso de insurrección. No tiene necesariamente poder del partido, ese poder lo tiene Machado. También hay una serie de puestos que por razones biológicas ahora están en manos de gente que ronda los cincuenta años, como es el caso de Marino Murillo, que está a cargo de la implementación de la reforma económica, Bruno Rodríguez Parrilla en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Gladys María Bejerano Portela en la Contraloría General. Ha habido una transferencia de poder a la nueva generación, y esa transferencia tendrá por fuerza que materializarse en febrero de 2018, pero predecir lo que va a ocurrir es extremadamente difícil, puede ser que Raúl decida apoyar a Díaz-Canel por encima de Machado Ventura, puede ser que la muerte de Fidel reste poder al grupo ortodoxo que se había apoyado en él todos estos años y que se aceleren las reformas. Yo no me atrevo a decir por qué lado se irá, lo que sí es que Cuba no puede darse el lujo de esperar.
A eso hay que sumar el nuevo factor externo: Trump.
Trump es un hombre de negocios, es decir, su interés en la vida es hacer dinero y para lograrlo no le ha preocupado mucho ni la ideología ni la moral. En su cabeza –pienso– sueña con una Trump Tower en La Habana y otra en Varadero. ¿Qué es lo que va a hacer Trump? No se sabe. Ha cambiado muchas veces de opinión: en los años noventa trató sin éxito de hacer negocios en Cuba. En enero del año pasado dijo que iba a continuar con las negociaciones, que conseguiría un mejor acuerdo que Obama; en septiembre afirmó que anularía todas las resoluciones ejecutivas sobre Cuba; y en noviembre que iba a mantener algunos pasos pero que Cuba tenía que hacer cambios en términos de libertades económicas y políticas. Hay congresistas que son favorables al establecimiento de relaciones con Cuba por razones de negocios, ahí podría surgir una coalición entre Trump y esos grupos del Congreso, a los que podrían unírseles algunos demócratas. Hay dos escenarios: uno en el que Trump toma la línea dura y le dice a Cuba: “Si ustedes no hacen concesiones yo deshago lo andado”, y otro en el que diga: “Vamos a hacer negocios” sin preocuparse de los derechos civiles y las libertades políticas.
En 2009 usted hizo un balance económico-social de cincuenta años de Revolución en Cuba analizando 87 indicadores. ¿Me puede hablar un poco de los hallazgos de ese estudio?
En 1989, Cuba estaba a la cabeza de América Latina en casi todos sus indicadores sociales, salvo en vivienda. Esto fue posible gracias a la primacía dada por el gobierno a los servicios sociales y la ayuda de la URSS, que entre 1960 y 1990 alcanzó 65,000 millones de dólares combinando donaciones, subsidios de precios y préstamos. Pero la crisis de los noventa fue la peor en Cuba desde la Gran Recesión y se desplomaron los indicadores económicos y, en menor medida, también los sociales. Luego siguió una recuperación, pero en 2008, la mayoría de los indicadores de producción eran inferiores a 1989 y varios indicadores sociales no se habían recuperado. Por tanto, para el estudio que menciona, comparé 1958, 1989 y 2008. Analicé un total de 87 indicadores, treinta de economía interna, dieciocho del sector externo y 39 sociales. Entre 1958 y 2008, de los económicos internos, se deterioraron el 63%; entre 1989 y 2008, el 70% de los indicadores estaba muy por debajo del nivel precrisis, mientras que el 30% estaba por encima. En el sector externo una mitad de los indicadores mejoró entre 1958 y 2008 y la otra mitad empeoró; lo mismo se observa entre 1989 y 2008. El mejor desempeño fue en los indicadores sociales: entre 1958 y 2008, el 73% mejoró y solo un 27% empeoró; pero un 54% estaba en 2008 por debajo del nivel precrisis o estancados y solo un 46% había superado dicho nivel.
Estos resultados son de 2008 y en ese estudio expuse los problemas de comparabilidad de los indicadores. Tengo pendiente actualizar estos datos a 2016.
¿Cuba crece económicamente?
En 2015, las cifras oficiales de Cuba dieron un crecimiento económico anual del 4.4%; para 2016 se pronosticó un crecimiento del 2%. La razón de esta disminución fueron los problemas que había en Venezuela y la desaceleración del crecimiento en China. Para junio de 2016, la estimación de crecimiento se había reducido al 1%, pero todas las proyecciones imparciales que yo he visto apuntan hacia un estancamiento o quizás una ligera disminución en la economía cubana en ese año. Para 2017 las expectativas son peores. Esto hace más apremiante que se aceleren las reformas.
¿Qué debe suceder primero: reformas políticas o reformas económicas?
Soy muy pragmático en ese sentido y creo que primero deben darse los cambios económicos y mejorar el estándar de vida del pueblo cubano. Comenzar por reformas políticas en Cuba sin que haya habido una reforma económica que mejore las condiciones económicas del pueblo sería muy difícil. Primero hay que resolver las debilidades de la población y después mejorar las libertades políticas. Deseo sobre todo una transición pacífica. ~
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.