Un turibús pasea a los visitantes por los monumentos principales de la ciudad. El monumento al tiempo perdido en el centro, el monumento a lo inútil en una de las plazas, a la vuelta del hemiciclo a la espera. El guía de turistas da unos golpecitos al micrófono, se asegura de que esté encendido y dice: “De favor, metan las manos si van a fotografiar la escultura a la cadena de clips que tenemos a la derecha.”
Una ciudad mediana en la que nacen en promedio tres niños por hora. Tenemos el honor de informar, dijo el alcalde esta mañana, que hoy nació el primer niño llamado Google, rindiendo homenaje al tiempo que pasamos ahí.
Principalmente hay salas de espera. La gente pasa el tiempo en las salas de espera como en otros lugares pasan el tiempo trabajando. En esta ciudad se disfruta pasar el tiempo sin ninguna finalidad práctica. No hay consulta, cita o trámite a realizar. Hay sillas cómodas, sillones acolchados, mesas dotadas con una gran variedad de revistas viejas y diversos temas de conversación. Es común que la convivencia en las salas forme lazos, durante los primeros días suelen formarse. Leer el horóscopo de hace dos años, a la persona que azarosamente se sentó al lado, puede ser el comienzo de una larga amistad.
Un dato curioso: la producción de plantas y flores de tela para decorar salas de espera es una de las principales exportaciones.
Una de sus peculiaridades es el tipo de prensa local. Los periódicos dan preferencia a todo lo secundario. En las oficinas de redacción dominan los temas conocidos como poco importantes. No es extraño encontrar en la primera plana titulares como: “Adolescentes discutirán poesía esta noche”, “Aprueban paseos para mostrar especies de árboles” o “Alcalde declara que lo despertó la tormenta”.
No hay revistas nuevas. Y como la producción está principalmente destinada a las salas de espera, las oficinas de redacción trabajan con información vieja y las publicaciones están fechadas con el año correspondiente. Los más innovadores son los que llegan más atrás en el tiempo. Recientemente, unos jóvenes universitarios sacaron una fascinante publicación con información del siglo XVIII.
De ahí el novedoso servicio que ofrece el envejecimiento de pelucas.
Como no existía el servicio ni el local para llevar una peluca a la que cada tanto, le ponen canas o le quitan pelo (dependiendo si el cliente prefiere la alopecia), parte del trabajo de los jóvenes consistió en llevar el texto a la realidad. Como ellos, otros jóvenes llenan la colonia de moda con toda clase de servicios salidos de los libros. Entre más absurdos, más exitosos.
Procastinar es una palabra de uso común, es por eso que los relojes no tienen manecillas y los celulares no tienen reloj. Aquí, entre más inútil algo, mayor valor tiene.
Platicar, escuchar la conversación de las personas en la mesa de al lado, prestar atención a las hojas cayendo de los árboles, observar largamente una pecera en un restaurante japonés, ver videos en YouTube, escuchar música, mandar ligas a blogs graciosos, mensajearse por celular con emoticones sinsentido, tener en Instagram el historial fotográfico de todos los postres que ha comido un hombre y en Twitter leer en tiempo real la crónica de una película B, son actividades consideradas de provecho. No hay culto a la rapidez, la utilidad, a la productividad ni hay culto a la celebridad porque una jornada exitosa consiste en pasarla bien.
Como reventar burbujas de la envoltura de plástico.
El servicio telefónico se distingue por ser el más caro del continente y destaca porque nadie atiende nunca en sus oficinas. Es intencional, un circuito pensado para perder tiempo y dinero en un solo servicio. Las grabaciones son laberintos sin salidas. Corre la leyenda urbana de que una vez un hombre consiguió ser atendido; iba a quejarse de los altos costos, pero al escuchar una voz otro lado de la línea el cliente se emocionó tanto que optó por invitar al operador a tomar unos tragos.
La Mafia de las Aspiradoras ha cobrado fuerza en los últimos años. Su líder, el conocido traficante de electrodomésticos, ha logrado expandir sus redes. No es raro que un adolescente ofrezca licuadoras o cronómetros por bajas cantidades de dinero.
La moneda local es el Proust.
Este lugar proclamó su independencia a la realidad en 1911. Todo lo inútil, el tiempo perdido y la espera son el emblema. Se trata de una ciudad pensada para pasarla bien en el trayecto sin finalidad ni meta alguna.