Desde que en una riña de colegiales mató a un condiscípulo con un llamado “cuchillejo de escribanías” y huyó por caminos y pueblos de España del siglo XVII y del reinado de los Austrias, Alonso de Contreras ejerció una vida de aventura y truhanería. Y esa vida, mestizada de realidad y ficción, el filósofo Ortega y Gasset la consideró “un ejemplo superlativo y químicamente puro del hombre aventurero”. El libro, que fue escrito en 1630 en casa del gran poeta don Félix Lope de Vega, quien glorificó a su amigo Contreras como protagonista de una comedia de capa, espada y octosílabos: El Rey sin Reino, fue por primera vez impreso en 1900.
Durante su azañosa errabundia en la que se empleó de soldado, de corsario, de agente secreto y otras innumerables actividades, Alonso de Contreras cruzó el mar Mediterráneo y el de las Nuevas Indias, pisó tierras de Italia, combatió y se integró a naves piratas en aguas de Berbería, guerreó con holandeses y turcos, fue colega del pirata Caradalí, recorrió las rutas marineras y “todo el Levante, Morea y Natolia y Caramanía y Suria y Africa, hasta llegar al Cabo Cantí en el mar océano e islas de Candía y Chipre y Cerdeña y Mallorca y Menorca, hasta Cartagena y costas de España y desde Cabo San Vicente, Sanlúcar y Gibraltar, hasta otra vez Cartagena y de ahí a Barcelona, costa de Francia y Génova y Liorna y Nápoles hasta el golfo de Venecia…”
Espadachín a sueldo o por mero amor al arte, don Alfonso tuvo en una posada un cruce de espada y cuchillo (de cocina) en el que murió el posadero y hubo de escapar a Sicilia, donde se le enfrentó la justicia del virrey por lo cual debió huir a Nápoles, servir entre los secuaces del Conde de Palermo y, tras un asalto a otra posada que produjo muertos y heridos, escapar a Malta donde lo hicieron caballero de la Orden de San Juan con hábito y cruz. Pero no tardó en volver a las andadas y a las navegadas y en Catania sedujo o secuestró a la concubina húngara del caudillo Solimán de Catania, quien le prometió atraparlo y hacerlo sodomizar y empalar por seis esclavos (ni uno menos).
En otro retorno a España, le acaeció un asunto sentimental que relató en modo tanto más feroz cuanto más veloz:
“Yo tenía un amigo del alma. Entraba en mi casa como yo mismo y fue tan ruin que comenzó a poner los ojos en mi mujer, que yo tanto amaba. La mala fortuna quiso que yo los cogiera juntos y se murieron [es de suponer que con intervención de Contreras]. Téngalos Dios en el cielo si se arrepintieron en aquel trance.”
“Trance” que dolió moralmente al capitán, pues, haciéndose asceta por un tiempo, mendigaba en las encrucijadas y solo comía tres días a la semana un bodrio de pan, aceite, ajos y hierbas. Pero no logró la paz. Las autoridades, creyéndolo un moro levantisco, lo encarcelaron, lo enjuiciaron, y cuando al fin obtuvo la libertad, sirvió en la milicia de Flandes y ejerció de espadachín mercenario en Borgoña, donde, otra vez acusado de espía, estuvo a punto de ser ahorcado.
La carrera de Contreras reverdecía siempre en turbulencia. En Madrid fue detenido por apuñalar a su amante, que era esposa de otro; en Roma y en Osuna lo envenenaron envidiosos de su fama y de su esgrima; en Nola se salvó a piernas del eruptivo Vesubio; en la isla Pantanalea casi lo lincharon por desempeñar una turbia gubernatura; en aguas de Puerto Rico logró poner en fuga al corsario Watarrail, a quien los ingleses se obstinaban en llamar sir Walter Raleigh, y…
Contreras murió en 1641 a los 58 años de muy curtida edad. Dejaba inédita la trepidante autobiografía titulada (¡paciencia, lector!):
Vida, nacimiento, padres y crianza del capitán Alonso de Contreras, natural de Madrid, Caballero del Orden de San Juan, Comendador de una de sus encomiendas en Castilla, escrita por él mismo/ o Discurso de mi vida desde que salí a servir al Rey, de edad de catorce años, que fue el año de 1597, hasta el fin del año de 1630, por primero de octubre, que comencé esta relación.
En la comedia El Rey sin Reino su amigo Lope de Vega lo glorificó en octosílabos de inusitada sosería en tan genial pluma:
“Puso el valor natural/ pleito al valor heredado,/ por más noble, más honrado,/ más justo y más principal;/ siendo la verdad fiscal,/ probó el natural valor/ la fama, laurel y honor/ de Contreras en España/ y por la menor hazaña/ tuvo sentencia a favor.”
Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.