Mikel Arriola, ex director del IMSS y candidato del PRI a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, arrancó con el pie izquierdo su discurso durante un encuentro con cientos de mujeres militantes y simpatizantes de su partido: “Perdón, pero ahora sí le vamos a ganar a dos mujeres” (refiriéndose, claro, a Claudia Sheinbaum y Alejandra Barrales). La cosa no terminó ahí: después del desafortunado saludo, Arriola procedió a caracterizar a la Ciudad de México como una “mujer que ha estado desatendida los últimos veinte años” y señaló que seguramente sería “un gran día en la vida de Pepe Meade”, porque “las mujeres más guapas son las de la Ciudad de México.”
Esta serie de comentarios machistas revelan no solamente a un candidato que desconoce los pormenores más políticamente relevantes de la agenda de género, sino a un hombre que no entiende siquiera los puntos más elementales de la misma: que las mujeres no queremos ser “atendidas”, sino que se respeten nuestros derechos; que el objetivo del feminismo no es que las mujeres ganen sobre los hombres, sino que compitan bajo las mismas condiciones; que ser catalogadas como “las más guapas” sólo perpetua la falsa creencia de que el valor de las mujeres descansa en su apariencia física.
Eso sí, hay que reconocer que la estrategia de campaña del seleccionado nacional de jai alai ha sido clara desde un principio. En una ciudad que, desde Cuauhtémoc Cárdenas, ha tenido una larga serie de gobiernos de izquierda al hilo, Arriola se ha colocado a la derecha, apostándole a un discurso reaccionario que lo ha llevado a pronunciarse en contra del aborto, el matrimonio homosexual, la adopción por parejas del mismo sexo y el uso recreativo de la mariguana. En pocas palabras, Arriola le ha declarado la guerra a leyes que se encuentran ya plasmadas en la Constitución de la Ciudad.
A juzgar por sus apariciones públicas más recientes, Arriola solamente tiene en mente las necesidades de un grupo de mujeres: las amas de casa. Notarlo es sencillo, ya que sus propuestas no están encaminada a terminar con los feminicidios, por ejemplo, o a impulsar la igualdad laboral y la mejora de condiciones de la mujer en el ámbito laboral, sino a proteger a las mujeres que deciden (y están en su derecho, por supuesto) dedicarse al hogar: “Es el trabajo más duro que puede haber. Nos preocupamos de los horarios de los jóvenes, de que si se levantan los bebés tres veces en la noche para darles de comer, de que si es viernes en la noche y el marido no llegó. Que es fin de semana, pero no para ustedes, que llega la familia y hay que atender a la familia del esposo, que no hay aguinaldo, no hay sueldo, no hay ahorro para el retiro”.
Ante la certeza de que el PRI no va a ganar en la Ciudad de México, ¿qué busca Arriola rebasando a sus adversarios por la derecha? Ganar votos para Meade, quizá, captando al sector del electorado capitalino de centro-derecha que el PAN abandonó. En este esfuerzo, parece que no sólo se le han olvidado las mujeres que han elegido no ser amas de casa, sino algo más grave: que la agenda de género se ha convertido en un eje de las campañas que ya no puede ser ignorado. Que las mujeres de la ciudad estamos cada vez más organizadas y conscientes de nuestros derechos. Que en las elecciones de 2018, la mayoría del padrón electoral serán mujeres.
(Ciudad de México, 1984). Estudió Ciencia Política en el ITAM y Filosofía en la New School for Social Research, en Nueva York. Es cofundadora de Ediciones Antílope y autora de los libros Las noches son así (Broken English, 2018), Alberca vacía (Argonáutica, 2019) y Una ballena es un país (Almadía, 2019).