El escenario y el festival previo: una celebración ostentosa y anticipada del triunfo
Las imágenes eran elocuentes. Mientras José Antonio Meade y Ricardo Anaya parecían dos candidatos de oposición cerrando sus campañas en actos que podían pasar por cualquier mitin de cualquier partido en cualquier punto del país, López Obrador se organizó un gran evento digno de gobernante reelegido que echa la casa por la ventana. El cartel artístico del “AmloFest” fue un resumen musical de la coalición amplia –y contradictoria– que impulsa al candidato. Inevitable ver en la presencia de la cantante Belinda un emblema del crossover socio-cultural que AMLO logró en 2018 para convencer –ahora sí– a sectores sociales que antes le temían.
¡Y ni se te ocurra pensar que esto es producto del enojo! ¡Estamos contentos, ¿entiendes?!
Así parecía decirnos AMLO al inicio de su discurso, cuando dijo a su audiencia que su inminente triunfo “no surge de repente, ni brota únicamente del malestar que provoco el antiguo régimen autoritario de los últimos tiempos”. Ha sido notable la preocupación de AMLO y sus voceros por evitar que se quede la idea de que el domingo primero de julio veremos un voto irreflexivo de enojo y castigo que de rebote los llevaría al poder.
La nueva narrativa oficial
Queda muy claro cuál sería el “mito de gobierno” de AMLO, el arco narrativo que le daría sentido retórico a sus acciones: la “Cuarta Transformación”. AMLO lo reiteró: su sexenio no sería cualquier sexenio. Sería un evento histórico a la altura de tres guerras: la de Independencia, la de Reforma y la Revolución, pero sin sangre: “una transformación pacifica, ordenada pero profunda y diría radical, y que nadie se asuste, radical viene de raíz. Y esta transformación va a consistir en arrancar de raíz al régimen corrupto, de injusticias y de privilegios.” Sería bueno explicarle que cuando alguien con poder dice “que nadie se asuste”, ocurre exactamente lo contrario.
La fuerza de la convicción y la perseverancia
La gran fuerza emocional del discurso de AMLO es innegable. Uno puede estar profundamente en desacuerdo con sus ideas, pero no puede dejar de reconocer sus virtudes, señaladamente su perseverancia y convicción. Sus palabras resuenan emocionalmente en su audiencia cuando asegura que:
“Por la convicción de ustedes, de la gente y también de todo ha sido posible por la perseverancia, por la terquedad, por la necedad, por no abandonar la lucha, por no claudicar, por no vendernos, por seguir insistiendo, por caer y levantarnos y volver a caer y volver a levantarnos hasta lograrlo, que pronto se va a conseguir la transformación de México.”
AMLO’s greatest hits
El orador no decepcionó a su público y ofreció su repertorio de éxitos de ayer, hoy y siempre: vender el avión presidencial, no vivir en Los Pinos y convertir la residencia oficial en un centro cultural, desaparecer el Estado Mayor Presidencial, reducir salarios y quitar prestaciones a altos funcionarios… todos los emblemas del privilegio de la clase gobernante que AMLO lleva años prometiendo desaparecer.
Los dos principales problemas del país se resolverán con honestidad y madrugando
La corrupción se terminará gracias a que “el nuevo presidente contará con autoridad moral y política para pedir a todos un recto proceder y llamará a poner por delante la honestidad como forma de vida y de gobierno.” ¿Y la inseguridad? “Todos los días, desde las 6 de la mañana, me reuniré con el [gabinete de seguridad] para recibir el reporte de los delitos cometidos en las últimas 24 horas y tomar todos los días las decisiones necesarias.” Oiga, pero ¿no sería bueno tener un plan? se pregunta uno. Y AMLO responde:
“La política de seguridad será definida después de nuestro triunfo porque primero vamos a convocar a familiares de víctimas, a personalidades religiosas, a defensores de derechos humanos, a representantes de la ONU y de organizaciones sociales, así como especialistas para analizar todas las alternativas convenientes para lograr la pacificación del país.” ¿Y para qué sirvió la campaña?
AMLO nos revela sus secretos
Como un mago que de repente se pone a contar sus secretos a la mitad de su actuación estelar, AMLO explicó a su audiencia cómo funciona el mecanismo interno de su propio discurso: el conflicto eterno entre “el pueblo” y el “no-pueblo” o “la mafia del poder”, que engendra todos los males, empezando por la corrupción. En sus propias palabras: “Poco a poco la ciudadanía ha ido cobrando conciencia de la existencia y el predominio de una mafia del poder. Asimismo, nuestro trabajo ha permitido extender la idea de que el problema central de México es la corrupción […] Desde luego, para asimilar estas ideas, para lograr esta revolución de las conciencias [… ] se ha requerido de un enorme trabajo educativo, de mucha pedagogía política, de hablar en todas las plazas públicas del país para hacer conciencia.”
Este argumento inevitablemente lleva a quien esto escribe a preguntarse ¿ahí terminaría la pedagogía política y la concientización nacional? ¿O los próximos seis años tendremos desde el Estado las clases de refuerzo de los que ya creen y el curso de inducción para los que se resisten a creer? La respuesta comienza a delinearse en este discurso cuando el candidato nos dice:
“Daremos prioridad a la elaboración y divulgación de una constitución moral, no obviamente como instrumento jurídico, ni como intromisión del Estado en la vida privada de los ciudadanos, sino como expresión de los valores fundamentales que nos hermanan […] No solo buscaremos el bienestar material, sino también el bienestar del alma. Solo siendo buenos, podemos ser felices.”
Estos son solo los “cortos”, los avances, el “trailer” de la retórica del poder que está por venir. La película ni siquiera ha comenzado.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.