La historia oficial dicta que The Walker Brothers fue un trío estadounidense que llegó en 1965 a Londres desde Los Ángeles para realizar una suerte de Invasión Británica a la inversa, convirtiéndose en estrellas y dejando una profunda huella en la música popular inglesa. De entre ellos trascendió el recientemente fallecido Scott Walker, bajista y cantante secundario del grupo. Buena parte de ello es verdad: la banda adquirió una inmensa popularidad con un estilo allegado al soul y pop meloso estadounidense de los 50 y 60. Ya entonces era sabido que no eran ingleses, ni eran hermanos, ni se apellidaban Walker. Scott nació bajo el nombre de Noel Scott Engel en 1943 en Hamilton, Ohio, y se rebautizó en 1964 cuando formó el trío con John Maus (guitarra) y Gary Leeds (batería).
Desde sus primeros trabajos –en su mayoría cóvers del doo-wop y soul–, entre melodías empalagosas y arreglos melosos, destacaba la singular voz de Scott, más vinculada con la tradición de los crooners que con la de los ensambles de pop. Al poco tiempo, en el contexto europeo, el cantante optó por la experimentación y se fue acercando al sonido avant garde. Pero buena parte de ello ya venía desde los Estados Unidos, si se presta atención a detalles olvidados de la biografía de Scott Walker.
Según relató en una entrevista de 2008, tras abandonar sus estudios de preparatoria, el cantante descubrió la obra de Sartre, Camus y Kafka, a la vez que se aficionó a las salas de arte en Wilshire Boulevard, donde lo cautivó el cine de Bergman y Kurosawa. Buena parte de ese aire melancólico en las piezas que cantaba para The Walker Brothers parece provenir de ese encuentro precoz con el existencialismo francés, que además le causaba cierto corto circuito. “Yo no estaba hecho para ese mundo. Me encanta la música pop, pero no tenía el temperamento para la fama”, aceptó en la misma entrevista.
El azar también jugó un papel fundamental en forjar a quien a la postre sería considerado una leyenda de la música alternativa. Según explicó en 1984, una buena razón para huir de su patria fue evitar ser enlistado por el ejército en tiempos de Vietnam. También llegó a decir que ocupó el lugar de cantante en The Walker Brothers cuando John no podía por alguna razón. “Probablemente habría sido sólo un músico de sesión si no hubiera cantado en ese entonces”. Al darse cuenta de la fuerza natural de su voz, Walker se aventuró a una primera etapa como solista, cuyos álbumes más destacables, considerados de culto en Gran Bretaña, son los no tan originalmente llamados Scott (1967), Scott 2 (1968), Scott 3 (1969) y Scott 4 (1969). En estos álbumes destaca su afinidad por la música de Jacques Brel, su admiración a Bergman y, para el cuarto disco, el hecho de que todas las piezas eran originales. De este álbum destaca la fuerte crítica al régimen de Khruschev en “The old man’s back again”, descrito cabalmente a través de una letra llena de oscuras metáforas.
El despegue de su carrera solista fue acompañado por una caída en picada de sus ventas, lo que fue devastador para un Walker de 26 años que aún batallaba con la disyuntiva de mantenerse en un confort carente de innovación, con una buena retribución económica, o lanzarse al abismo de la recreación. Optó por la primera y para 1975 se reencontró con The Walker Brothers, con quienes lanzaría otros tres álbumes. No regrets (1975) y Lines (1976) carecían de innovaciones, aunque la banda sí se aventuró a “explorar” géneros como el country, el blues y el rock.
Pero Nite flights (1978), sexto y último disco de la banda, los consolidó –y en particular a Scott– como músicos de culto. Es un álbum redondo, que bien podría ubicarse entre los mejores del rock anglosajón de la década, en el cual se combinaba experimentación, melodía e innovación. Piezas como “Shutout” tienen un sonido que parecería haber influido al emblemático The wall, que Pink Floyd lanzaría al año siguiente. El eco de otras piezas, como “Fat mama kick”, es evidente en álbumes tan recientes como Blackstar (2016), el último trabajo que realizó David Bowie, particularmente en el estilo de la batería y las melodías en el saxofón. Además de la experimentación con el jazz, el funk, rock y la música disco, Nite flights fue escrito por los integrantes de la banda, lo cual permitió a Scott Walker reencontrarse consigo mismo y, ahora sí, lanzarse al abismo.
Vino entonces la etapa totalmente experimental y avant garde, en la cual la única reminiscencia del Walker de los años sesenta era el toque melancólico y la tendencia a los sonidos más oscuros. Pese a que Climate of hunter (1984), el regreso solista del cantante, fue otro fracaso comercial, en esta ocasión no le hizo mella. Al final se convirtió en otro álbum de culto a ser admirado por generaciones posteriores de músicos británicos. Así, se tomó su tiempo para iniciar su magistral trilogía de álbumes con Tilt (1995), The drift (2006) y Bish bosch (2012), en los cuales poco a poco iría estrechando los límites de su voz: saltos melódicos, giros armónicos inesperados y una vocalización de crooner sufrido con voz de barítono, pasado por el avant garde y noise.
Cual personaje de Camus, se recluyó en su soledad, rejego a las entrevistas y a tocar en vivo, aunque gozando del elevado status que había alcanzado, admirado por personas como el mismo Bowie, Jarvis Cocker o Thom Yorke, entre muchos otros que lo consideraban un genio e influencia fundamental.
La huella profunda que dejó en la escena británica se debe a que decidió dar ese gran salto: de mantenerse en el pop, habría sido olvidado posiblemente al concluir la década de los setenta. Si desde el inicio se hubiera dedicado a la experimentación in extremis, posiblemente habría acabado buscando otro medio para subsistir. Los polos opuestos son los que lo consolidaron como leyenda y lo llevaron a crear algunas obras maestras del rock.
Escucha la evolución musical de Walker en este playlist.
Sociólogo, etnomusicólogo, periodista y DJ.