Todos creemos saber bien cómo se produce la comunicación lingüística: un emisor codifica un mensaje y el receptor lo recibe y lo descodifica. Simple. ¿Qué podría salir mal?
Pero, a pesar de lo que pueda parecer y sin entrar en cuestiones puramente pragmáticas, la interpretación de los mensajes que nos llegan se basa en un complejo mecanismo en el que son muchas las operaciones cognitivas que se tienen que poner en funcionamiento. El humor de Twitter es un modo fabuloso para ser conscientes de ello.
Empecemos por el principio. Una de las tareas más obvias que tenemos que hacer es reconocer las unidades de las que se compone. Muy sencillo. ¿O no?
Otra sería asignarle una categoría a cada unidad. Fácil también: reconocemos las unidades y le asignamos la categoría. Los nombres, nombres y los adjetivos, adjetivos…
Y una tercera: asignar la denotación o referencia a los sintagmas. Esto es, saber a qué se refiere cada uno. Para ello, utilizamos tanto el conocimiento del mundo, como el propio discurso.
Además, a pesar de que el lenguaje humano se transmite de forma lineal (a través de sonidos, letras, signos con las manos, etc.), para interpretarlo nuestro sistema computacional le asigna una estructura, donde unas unidades se relacionan con otras ejerciendo distintas funciones. Esto, que es la base de una disciplina como la gramática, tiene una prueba empírica clarísima: la ambigüedad que nos hace tanta gracia.
Uno de los que más juego da es el complemento predicativo, ese adjetivo que modifica al verbo y a un participante del evento al mismo tiempo. A veces se puede confundir con un simple complemento del nombre. Como muestra, una reflexión sobre el título de la conferencia de Elsa Punset:
Otras veces la ambigüedad del predicativo está en si complementa al sujeto o al objeto:
Hasta aquí cómo se comprende un mensaje de forma composicional (esto es, combinando el significado de sus signos), pero algunas veces ciertos grupos de signos se fijan y pasan a interpretarse de un modo distinto. Cuando pasa entre morfemas, hablamos de lexicalización; cuando pasa en sintaxis, se las suele llamar locuciones:
Y otras veces es la construcción sintáctica la que nos da su propio significado:
Después de todos estos ejemplos, quizá podemos empezar a pensar que la comunicación no es nada fácil y que los emisores deberíamos cuidar cómo transmitimos nuestros enunciados. Sobre todo, claro está, cuando nos comunicamos por escrito. Esta es la razón por la que, desde hace unos años, unos cuantos lingüistas, liderados intelectualmente por Ignacio Bosque y Ángel Gallego y organizados en torno a la asociación GrOC (Gramática Orientada a las Competencias), estamos decididos a convencer a propios y extraños de que aprender gramática es, entre otras cosas, un modo fabuloso de aprender a escribir. Para ello, lo que más nos gusta es partir de ejemplos reales en los que se vea de manera concreta esta relación. A continuación os planteo una serie de consejos básicos y unos cuantos ejemplos de emisores que no los siguieron.
1. Si no quieres provocar efectos humorísticos, lo mejor es que pongas cada complemento junto a su verbo.
2. Para evitar que el Complemento Predicativo se interprete como Complemento del Nombre, sitúalo cerca del verbo.
3. Asegúrate de que los complementos de nombre (incluidas las oraciones de relativo) van junto al sustantivo al que modifican.
4. No todos los verbos admiten el sujeto postpuesto (solo los inacusativos). Si tu nivel de gramática no es adecuado, no te la juegues y ponlos siempre delante del verbo…
5. No olvides los tipos de oraciones de relativo que viste en el colegio: las que explican cómo es el antecedente van entre comas. Si la olvidas, puedes decir lo que no quieres decir…
6. He dejado para el final un clásico que todos estáis esperando: la coma del vocativo. Por mucho que lo recordemos, son muchos más los que la olvidan
Hasta aquí lo que ha dado de sí este post de gramática en serio. Por favor, hazme caso: si escribes, piensa en tu gramática.
Mamen Horno (Madrid, 1973) es profesora de lingüística en la Universidad de Zaragoza y miembro del grupo de investigación de referencia de la DGA
Psylex. En 2024 ha publicado el ensayo "Un cerebro lleno de palabras. Descubre cómo influye tu diccionario mental en lo que piensas y sientes" (Plataforma Editorial).