Foto: Octavio Gomez / Procesofoto

Entrevista a Restauradoras con Glitter: “Queremos que exista un registro minucioso del miedo, enojo e indignación”.

Una conversación con miembros del colectivo independiente Restauradoras con Glitter sobre su propuesta para mantener las pintas en la Columna de la Independencia hasta que se resuelva el problema de la violencia de género en el país.
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La marcha del 16 de agosto, en la cual mujeres mexicanas tomaron las calles para denunciar la violencia de género y los abusos de las autoridades, tuvo como elemento distintivo el lanzamiento de diamantina rosa y las pintas sobre monumentos. En la manifestación de la Ciudad de México, la Columna del Ángel de la Independencia se cubrió con frases como “México feminicida” y “No se va a caer, lo vamos a tirar”. Un día después, el monumento fue cerrado y el gobierno capitalino y la Secretaría de Cultura federal anunciaron el inicio de trabajos de restauración por los daños estructurales a consecuencia de los sismos de 2017 y los grafitis. Restauradoras con Glitter, un colectivo independiente integrado por 547 arquitectas, historiadoras, historiadoras del arte, arqueólogas y expertas en trabajos de conservación y restauración del patrimonio, compartieron una carta en redes sociales para pedirle a las autoridades no remover las pintas hasta que no se atienda el problema de violencia de género que hay en el país. El miércoles 28, el colectivo se la entregará a la Jefa de Gobierno capitalino. No obstante, José Alfonso Suárez del Real, secretario de Cultura de la Ciudad de México, desestimó la iniciativa pues considera que sus integrantes tal vez no tienen el “conocimiento” que poseen las instituciones involucradas en el proceso de restauración. Mientras que Beatriz Gutiérrez Müller, presidenta del Consejo Honorario de Memoria Histórica y Cultural de México, se pronunció en contra de las pintas sobre inmuebles. “Por más razón que tenga quien proteste, yo no pienso que haya derecho a dañar un inmueble con valor histórico”, afirmó.

Platiqué con integrantes de Restauradoras con Glitter sobre su deseo de colaborar en el proceso de restauración y el valor cultural de las intervenciones en espacios públicos.

 

En su carta proponen mantener un registro de las pintas y participar en él. ¿Cuál es el objetivo de esto y cómo tendría que realizarse?

Las integrantes de Restauradoras con Glitter somos especialistas de diferentes disciplinas y conocemos a la perfección las metodologías que requieren los procesos de conservación-restauración del patrimonio cultural. Sabemos que las autoridades federales contratarán a alguna empresa que realice un registro, con o sin nuestro apoyo. No obstante, la solicitud de participar en la documentación es hacerlo desde una perspectiva amplia y no meramente técnica. Sabemos que la decisión está fuera de nuestras manos. Lo que este grupo desea es hacer notar el levantamiento feminista que clama por erradicar la violencia contra las mujeres, violencia sistémica, frente a la cobertura mediática que se ha concentrado en las pintas en el Ángel de la Independencia y que perdió de vista el problema de fondo.

Nuestras razones para participar en el registro de las pintas son de tipo metodológico-técnico y sociocultural. Creemos que son dos caras de la misma moneda y deben tomarse siempre en cuenta.

La primera tiene que ver con el rigor de las profesiones de restauración y conservación. Registrar sistemáticamente el estado en que se encuentran los objetos patrimoniales es uno de los pasos más importantes que debe realizar un restaurador. Esto es básico para conocer al objeto y tomar las decisiones pertinentes de intervención. Además, permite tener un documento con la información de lo que se remueve.

La segunda razón se debe a que somos mujeres, feministas y sabemos lo que es vivir con miedo. Estamos seguras de que todo profesional de la restauración haría un registro de las palabras y los materiales que dejaron su huella en la Victoria Alada. Nosotras queremos que también exista un registro minucioso del sentir, del miedo, enojo e indignación. Queremos que este respete y dé sentido al momento vivido en el que se materializaron las ideas con pintura de colores sobre un monumento que debería significar libertad e independencia nacional. Nos interesa que quede testimonio de que estas pintas sirvieron para demostrar que el Estado no ha podido garantizar la seguridad de las mujeres y que sin seguridad no hay libertad.

Esto no se lograría si el registro es guardado en el cajón de una oficina administrativa o escrito en un informe que no va a ser consultado nunca. Queremos que sea de acceso y uso público para que pueda ser detonante de reflexiones sobre el estado presente de la violencia sistémica contra las mujeres en este país y de la ineficacia de las instituciones estatales para resolver el problema. Por lo tanto, el registro debería realizarse con una mira interdisciplinar y profesional donde participen fotógrafos, feministas, conservadores, historiadores, etc.

 

¿Qué respuestas han recibido de las autoridades y de sus compañeros de gremio?

El campo de la conservación-restauración en nuestro país es amplio, rico y diverso, y por lo tanto las opiniones distan de ser homogéneas. El grupo RCG se formó por una iniciativa de algunas y en muy poco tiempo nos hemos sumado 547 mujeres que apoyamos y difundimos las ideas. Hemos tenido discusiones, opiniones encontradas e interpretaciones ligeramente distintas, pero ha sido gratificante y sorprendente la unidad que hemos alcanzado entre colegas y mujeres de otros campos y medios feministas.

No queremos pecar de ingenuas. Algunas hemos escuchado opiniones de restauradoras que no están de acuerdo con dejar las pintas hasta que el Estado nos dé respuestas como mujeres. Sabemos que algunos han identificado esa postura como una invitación a la violencia o a la destrucción del patrimonio, por lo que no nos cansaremos de decir que no, que no creemos que esa sea la vía idónea y, sin embargo, creemos, como hemos expresado, que las pintas son una muestra justificada de desesperación ante la inacción sistemática para resolver la violencia que aqueja a las mujeres y que, en este caso, se dio con la legítima apropiación de un símbolo en un momento desesperado.

Es importante que siga el diálogo y que logremos establecer puntos de comunicación con esos sectores del gremio, y, en general, con la sociedad. Por el momento, no hemos tenido respuestas oficiales, solo de los medios de comunicación. La carta del grupo, que ya está en nuestras redes y circulando, será entregada el próximo miércoles 28 de agosto entre 6 y 7 am en la oficina de la Dra. Sheinbaum. Estaremos al pendiente de la respuesta oficial.

 

¿Por qué es necesario dejar de ver los monumentos como elementos estáticos dentro de las ciudades?

En realidad, los monumentos nunca son estáticos cuando se encuentran inmersos en una sociedad urbana como la nuestra. No obstante, estamos acostumbrados a verlos como un símbolo que debe permanecer impoluto y lejos del uso que la sociedad pueda o quiera darle. Los monumentos se erigieron y fueron hechos para conmemorar acciones, ideas, Estados, gobiernos, o pueblos, pero con el cambio de la sociedad están en continua reinterpretación o significan cosas diferentes para grupos distintos. Lo anterior es lo que les da vida o los destruye en los casos más radicales, por ejemplo, las estatuas decapitadas cuando cae un gobierno. A veces los monumentos cambian de lugar, como El Caballito, y a veces cambian con los espacios. La interacción de la sociedad con ellos genera formas diversas de mirarlos o, incluso, de ignorarlos. En algunos casos, como ahora, no se destruyen, pero se modifican. Si se atacan, se ataca lo que simbolizan. “La Patria mata”, “México feminicida” o “Con nosotras no se juega” en el monumento a la Independencia son signos clarísimos y vivos del hartazgo. Esto, a nivel histórico, es de suma importancia. En los últimos meses, los medios han reportado que, por lo menos, hay tres feminicidios diarios en todo el país. Hagan la suma: el total es un número altísimo a nivel histórico en nuestro país. No hay día que no se escuche una noticia relacionada con una violación, feminicidio, secuestro o ataque violento a una mujer. Esto tiene que parar de alguna u otra manera. Es esta la historia que no queremos que se continúe para las mujeres que vienen detrás de nosotros, para tener un país donde podamos disfrutar de una vida digna.

El día en que un monumento deja de significar algo se olvida. Se deja de mirar, de cuidar, de actualizar… si llega ese día es por que ya no tiene memoria, y por lo tanto ha perdido su razón de ser. Creemos que hay que dejar de ver estas pintas en la Columna de la Independencia como un simple hecho de vandalismo. Las pintas son el registro de un momento histórico terrible por el que pasa el país. El monumento ha sido resignificado por un sector de la sociedad que sistemáticamente ha sido ignorado, denigrado o humillado.

 

¿Saben de otros casos donde la intervención de un monumento ha servido para denunciar la violencia y cuya restauración haya sido suspendida hasta que las demandas sociales se atendieron?

Depende de a qué nos refiramos por monumentos. Varias hemos hablado del muro de Berlín. Sí, sabemos que no es lo mismo, porque era una frontera. Pero también era un recordatorio, un elemento de memoria. Por lo tanto, algo de monumento tenía. Hoy se busca conservar cada una de las pintas de los fragmentos de ese muro que sobreviven porque fueron el pulso de los vencedores.

Las expresiones de movimientos sociales en monumentos de la envergadura del Ángel de la Independencia generalmente son removidas, pues suelen estar en puntos focales para el turismo de las ciudades y en áreas de las ciudades con impacto económico. Los gobiernos remueven cualquier signo de “fealdad” en sus monumentos, que a consideración de algunos deben estar siempre impolutos.

Pero, aunque no conozcamos o nos venga a la memoria ningún ejemplo, no hay necesidad de hacer comparaciones. Los momentos sociales y los procesos socioculturales son únicos, pues dependen de muchos factores que son irrepetibles. En este caso en particular, el hartazgo de las mujeres por vivir en un estado de inseguridad a diario y saber que cualquier día pueden ser secuestradas, violadas, violentadas de cualquier manera, asesinadas o desaparecidas es razón suficiente para entender las manifestaciones sociales que estamos viviendo, exigir que seamos escuchadas y que no se nos olvide hasta tener respuestas y acciones concretas de parte de las autoridades y de la sociedad en general.

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estudió literatura latinoamericana en la Universidad Iberoamericana, es editora y swiftie.


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